Juan Pablo II: ¿La vida cristiana? Caminar con el corazón en lo alto

Intervención del Papa antes de rezar la oración mariana del «Angelus»

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 nov (ZENIT.org).- El auténtico significado de las dos fiestas que celebran los católicos a inicios de noviembre, el día de Todos los Santos y el de los Fieles Difuntos, se convirtió en el argumento de la intervención de Juan Pablo II antes de rezar con los peregrinos que llenaban la plaza de San Pedro en este mediodía.

Un encuentro que ofreció al Papa, al final de la eucaristía en la que recordó los cincuenta años de la proclamación del dogma de la Asunción, la esencia de la vida cristiana: «caminar aquí abajo con el corazón dirigido hacia lo alto, hacia la Casa del Padre celeste».

Ofrecemos a continuación, las palabras del pontífice.

* * *

1. Al final de esta solemne celebración en honor de Todos los Santos, nuestra mirada se dirige hacia lo alto. La fiesta de hoy nos recuerda que somos hermanos para el Cielo, donde la Virgen ha llegado y nos espera.

La vida cristiana es caminar aquí abajo con el corazón dirigido hacia lo alto, hacia la Casa del Padre celeste. Así han caminado los santos y así, en primer lugar, lo hizo la Virgen Madre del Señor. El Jubileo nos recuerda esta dimensión esencial de la santidad: la condición de peregrinos que buscan cada día el Reino de Dios, confiando en la divina Providencia. Esta es la auténtica esperanza cristiana que no tiene nada que ver con el fatalismo ni con la huida de la historia. Por el contrario, es un estímulo al compromiso concreto, mirando a Cristo, Dios hecho hombre, que nos abre el camino del Cielo.

2. En esta perspectiva, nos disponemos a celebrar mañana la Conmemoración de todos los fieles difuntos. Nos dirigimos espiritualmente ante las tumbas de todos nuestros seres queridos que nos han precedido en el signo de la fe y que esperan el apoyo de nuestra oración. Garantizo mi recuerdo a todos los que, en este año, han perdido la vida; en especial, a las víctimas de la violencia humana. ¡Que cada uno pueda encontrar en el seno de Dios la paz anhelada!

3. Desde esta perspectiva, María se nos presenta con más razón como Reina de los Santos y Madre de nuestra esperanza. Nos dirigimos a ella para que nos guíe en el camino de la santidad y nos apoye en cada momento de la vida, ahora y en la hora de nuestra muerte.

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ZENIT Staff

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