Juan Pablo II: «Llevar la buena nueva a los pobres» es más urgente que nunca

Mensaje del Papa a la asamblea general de la Congregación de la Misión

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 julio 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que Juan Pablo II ha enviado al superior de la Congregación de la Misión (paúles), el padre Gregory Gay, con motivo de la cuadragésima asamblea general de la Congregación.

Al reverendo Gregory Gay,
superior general de la Congregación de la Misión

Con gran afecto en el Señor, le felicito por su reciente elección y le pido que haga llegar mi saludo a los miembros de la Congregación de la Misión reunidos en Roma del 5 al 29 de julio con motivo de su cuadragésima asamblea general. Fieles a las inspiraciones de vuestro fundador, habéis escogido como tema «Nuestra identidad vicenciana hoy tras 20 años de nueva Constitución: evaluación y tres retos para el futuro». En el momento en que revisáis vuestra actividad apostólica y vuestra vida de comunidad a la luz de vuestro carisma vicenciano, invoco una fresca emanación de los dones del Espíritu Santo sobre todos vosotros para que podáis discernir correctamente el camino al que Dios os llama.

Respondiendo generosamente a las necesidades de la Iglesia en sus días, san Vicente de Paúl consideró la evangelización de los pobres y la formación del clero la clave de vuestra congregación. Vuestro apostolado, al crecer y difundirse por todo el mundo, ha adoptado naturalmente nuevas formas, pero esos dos aspectos siguen siendo centrales. Vuestro fundador estaba profundamente convencido de la fecundidad de la divina caridad (Cf. «Vita Consecrata», 75) y alentaba a todos sus hijos espirituales a ver, amar y servir a Cristo en los pobres. Estoy seguro de que, permaneciendo fieles a la auténtica visión de san Vicente, estaréis mejor preparados para formar a los demás, tanto laicos como sacerdotes, para la tarea de predicar el Evangelio hoy.

«Contemplad el rostro de Cristo, partir de Él, ser testigos de su amor» (Instrucción, «Caminar desde Cristo: Un renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer milenio», 19). Hermanos, os aliento a tomar estas palabras en serio al programar el futuro. Recordad que toda actividad despliega su eficacia a partir de una relación íntima y personal con Cristo. Cuanto más recurráis a los manantiales de la vida cristiana y de la santidad a través de un compromiso aún más profundo y de la oración litúrgica, más os conformaréis con Aquél a quien servís. Con vuestro corazón abierto al amor de Dios, seréis capaces de ser auténticos testigos en un mundo que clama por la curación que sólo Dios puede ofrecer.

Cuatro siglos después de vuestra fundación, la tarea de «llevar la buena nueva a los pobres» (Lucas, 4, 18) es más urgente que nunca. No sólo para los millones de personas que carecen de lo necesario para vivir, sino también para el mundo moderno afligido por muchas otras formas de pobreza (Cf. «Sollicitudo Rei Socialis», 15). Vuestra congregación está llamada a explorar nuevos caminos para llevar el mensaje liberador del Evangelio a nuestros hermanos y hermanas que sufren. Contad con el apoyo de mis oraciones al tratar de responder generosamente a estos desafíos.

Muchas generaciones de sacerdotes han dado gracias a vuestra congregación por la formación que han recibido de vuestras manos. No se puede subestimar la importancia de este apostolado. Por lo tanto, es fundamental que los sacerdotes que se dediquen a esta tarea sean ejemplares: sacerdotes con madurez humana y espiritual, experiencia pastoral, competencia profesional, capaces de trabajar con los demás (Cf. «Pastores Dabo Vobis», 66). Muchos vicencianos con estas nobles cualidades se han dedicado a la formación sacerdotal en el pasado. Os aliento a continuar con esta misión vital en los próximos años.

Queridos hermanos, ¡no sólo habéis ofrecido una contribución sobresaliente al trabajo de la Iglesia en las últimas cuatro generaciones, por lo que está profundamente agradecida, sino que además tenéis ante vosotros una gran historia que cumplir! («Vita Consecrata», 110). Mientras estudiáis la mejor forma de vivir el carisma vicenciano os dirijo este mensaje: «Duc in altum!». ¡Remad mar adentro! (Lucas 4, 5) No tengáis miedo de aventuraros, de echar las redes. ¡El Señor mismo será vuestro guía!

Encomendando vuestras deliberaciones a la intercesión de san Vicente de Paúl y a la materna solicitud de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, rezo por que vuestra asamblea esté iluminada y guiada por la sabiduría del Espíritu e imparto de corazón mi bendición apostólica sobre vosotros y sobre vuestra congregación.

Castel Gandolfo, 18 de julio de 2004
IOANNES PAULUS II

[Traducción del original inglés realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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