Juan Pablo II peregrino de la paz en Siria

Pide cambiar de mentalidad para que triunfe la paz en Oriente Medio

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DAMASCO, 5 mayo 2001 (ZENIT.org).- Por primera vez en su pontificado, Juan Pablo II aterrizó en la mañana de este sábado en Siria, desde donde nada más llegar, lanzó un exigente mensaje de paz para Oriente Medio en «nombre del único Dios».

Al descender del avión recibió al pontífice el joven presidente Bashar el-Assad, en presencia de altos cargos políticos y de tres patriarcas cristianos que tienen su sede en este país, en el que el 90% de la población es islámica.

Cientos de niños con banderas sirias y del Vaticano gritaron entusiasmados el nombre del Papa. Los pequeños estaban incontenibles: «Viva, viva, viva el Papa», gritaban en italiano. Y no pararon ni siquiera cuando el presidente y el mismo pontífice se detuvieron para saludarles.

El discurso del presidente Assad fue sumamente político. Acusó a Israel de violar la justicia internacional, ocupando territorios árabes y atacando los lugares sagrados tanto del cristianismo como del Islam.

La respuesta del pontífice fue de un tono muy diferente. «Vengo como peregrino de la fe para continuar mi peregrinación jubilar tras los lugares que tienen una relación particular con la Revelación de Dios y su obra de salvación», respondió el Papa nada más comenzar su discurso.

Muy significativa fue también la conclusión, con la que arrancó los aplausos de todos, cristianos y musulmanes, y con la que quiso marcar el espíritu de su viaje. En árabe, alzando la voz, afirmó: «As-salámu ‘aláikum!» (La paz sea con vosotros).

La violencia, según había explicado poco antes, es una contradicción para los creyentes. «Juntos reconocemos al Dios único e invisible, Creador de todas las cosas. Juntos tenemos que proclamar al mundo que el nombre del único Dios es un nombre de paz y un imperativo de paz», aclaró.

Por lo que se refiere a las «tensiones» y «conflictos que desde hace tiempo turban la región de Oriente Medio», Juan Pablo II manifestó su confianza en los esfuerzos de paz, a pesar de que, como deploró, «con demasiada frecuencia han surgido esperanzas de paz que han sido inmediatamente barridas por nuevas olas de violencia».

Así, dirigiéndose directamente al hijo de Hafez el-Assad, continuó: «Usted mismo, señor presidente, ha confirmado sabiamente que una paz justa y global constituye el máximo interés de la misma Siria. Estoy seguro de que bajo su guía Siria no ahorrará ningún esfuerzo para promover la armonía y la cooperación entre los pueblos, aportando de este modo no sólo a su país, sino también a los demás países árabes y al conjunto de la comunidad internacional, beneficios considerables».

Para que llegue una paz auténtica en Oriente Medio, el obispo de Roma subrayó la necesidad de instaurar una «actitud nueva de comprensión y de respeto entre los pueblos de esta región, entre los fieles de las tres religiones ligadas a Abraham».

«Paso a paso, con amplitud de miras y valentía –consideró–, los dirigentes políticos y los jefes religiosos de la región deben garantizar las condiciones que permitan el desarrollo al que todos los pueblos tienen derechos, después de tantos sufrimientos y conflictos».

«En este sentido –concluyó–, mi peregrinación es también una ardiente oración de esperanza: la esperanza de que, entre los pueblos de esta región, el miedo se trueque en confianza, el desprecio en estima mutua, la fuerza ceda a los caminos del diálogo y triunfe finalmente un auténtico deseo de servir al bien común».

Juan Pablo II se convertirá este domingo en el primer sucesor del apóstol Pedro que entra en un templo musulmán, con su visita a la gran mezquita de los Omeyas, en el centro de Damasco, donde se conservan los restos de Juan el Bautista, al que el Islam venera como el profeta Yahia.

El lunes, el papa viajará a Quneitra, bajo los altos del Golán sirios ocupados por Israel, que fue destruida por las tropas israelíes antes de retirarse de la ciudad después de la guerra contra los árabes de 1973. Allí rezará y exigirá paz para Oriente Medio.

El Papa dejará Damasco el 8 de mayo, desde donde su avión despegará rumbo a Malta, última etapa de su periplo tras las huellas del apóstol Pablo.

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ZENIT Staff

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