Juan Pablo II pone ante el Niño Jesús los actuales esfuerzos de paz

En particular, en Tierra Santa, África, e Irak

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 25 diciembre 2004 (ZENIT.org).- Las tímidas esperanzas de paz que están surgiendo en varios rincones del planeta se han convertido en la intención que Juan Pablo II ha puesto a los pies del Niño Jesús en su mensaje de esta Navidad.

Con gran esfuerzo y perseverancia, el Papa leyó íntegramente su tradicional auspicio a mediodía antes de impartir la bendición «urbi et orbi» (a la ciudad y al mundo) ante los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro –con paraguas de numerosos colores para protegerse de la lluvia–.

Seguían en directo las palabras del Papa millones de personas gracias a 114 canales de televisión de 72 países, algunos de mayoría islámica, como Turquía, Marruecos, Argelia, e Indonesia.

El obispo de Roma, que había celebrado pocas horas antes la larga Misa del Gallo en la Nochebuena, pronunció después su felicitación por la Navidad en 62 idiomas.

Entre otros, habló en arameo, el idioma que hablaba Jesús y que utilizan litúrgicamente los cristianos iraquíes, que en estos momentos atraviesan duras dificultades–. También habló en árabe y hebreo. Después de saludar en chino, el mismo pontífice se detuvo para alzar su mirada, como esperando una respuesta.

Los aplausos y gritos de ánimo de los peregrinos, en particular los numerosos mexicanos y españoles, le permitieron al Papa hacer interrupciones para recobrar fuerzas o beber un poco de agua.

«Niño de Belén, Profeta de paz, alienta las iniciativas de diálogo y de reconciliación, apoya los esfuerzos de paz que aunque tímidos, pero llenos de esperanza, se están haciendo actualmente por un presente y un futuro más sereno para tantos hermanos y hermanas nuestros en el mundo», imploró el pontífice en su mensaje.

En particular, mencionó los rincones del planeta en los que se derrama sangre y por los que él mismo se ha movilizado en los últimos meses o años.

«Pienso en África, en la tragedia de Darfur en Sudán, en Costa de Marfil y en la región de los Grandes Lagos. Con gran aprensión sigo los acontecimiento de Irak», confesó.

«Y ¿cómo no mirar con ansia compartida, pero también con inquebrantable confianza, a la tierra de la que Tú eres Hijo?», preguntó en referencia a Israel y a los territorios de la Autoridad palestina.

«¡Por doquier se ve la necesidad de paz!», exclamó con voz algo quebrantada. «Tú, que eres el Príncipe de la verdadera paz, ayúdanos a comprender que la única vía para construirla es huir horrorizados del mal y buscar siempre y con valentía el bien».

«¡Hombres de buena voluntad de todos los pueblos de la tierra, venid con confianza al pesebre del Salvador!», pidió por último. «Llegad para encontraros con Aquél que viene para enseñarnos el camino de la verdad, de la paz y del amor».

El sucesor de Pedro, que ha presidido la vigésimo séptima Navidad desde el inicio de su pontificado, habló durante más de media hora demostrando, como en otras ocasiones ha afirmado, su convicción de continuar en su ministerio hasta que Dios se lo permita.

Este domingo presidirá a mediodía el rezo de la oración mariana del Ángelus y el 31 de diciembre, en la Basílica de San Pedro, participará en la proclamación del «Te Deum» de acción de gracias por este año 2004.

Comenzará el 1 de enero presidiendo la eucaristía en la Jornada Mundial de la Paz, que este año ha dedicado a reflexionar sobre el tema «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien».

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ZENIT Staff

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