Juan Pablo II presenta a la Convención Europea los valores cristianos

El foro reflexiona sobre el futuro institucional de la Unión

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CIUDAD DEL VATICANO, 24 junio 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pedido a la Convención Europea «reconocer y tutelar aquellos valores que constituyen el patrimonio más precioso del humanismo europeo».

La petición del obispo de Roma ha sido presentada en un mensaje enviado a los 250 participantes en un Congreso que del 20 al 23 de junio trató de responder en Roma a una pregunta de candente actualidad: «¿Hacia una constitución europea?».

Inaugurado por el presidente de Italia, Carlo Azeglio, el encuentro organizado por la diócesis de Roma en colaboración con la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea y la Federación de las Universidades Católicas de Europa, ha reunido a elevados exponentes del humanismo cristiano en Europa.

La Convención Europea, presidida por el ex presidente francés Giscard d´Estaing, que comenzó sus sesiones de trabajo el 28 de febrero pasado, tiene por objetivo establecer el cuadro constitucional e institucional de la futura Europa, teniendo en cuenta incluso a los países que en los próximos años serán acogidos en su seno.

En este contexto, Juan Pablo II expone en su mensaje los valores que la futura (posible) Constitución e instituciones europeas deben respetar: «la dignidad de la persona; el carácter sagrado de la vida humana; el papel central de la familia fundada sobre el matrimonio; la importancia de la educación; la libertad de pensamiento, de palabra y de profesión de las propias convicciones y de la propia religión».

Otros de los valores de la doctrina social de la Iglesia que el Papa propone para la nueva Europa son: «la tutela legal de los individuos y de los grupos; la colaboración de todos en el bien común; el trabajo considerado como bien personal y social; el poder político entendido como servicio, sometido a la ley y a la razón y «limitado» por los derechos de la persona y de los pueblos».

Respetando una «correcta concepción de la laicidad de las instituciones políticas», la Iglesia, según el Papa, no puede permanecer indiferente ante los valores que inspiran las opciones institucionales que caracterizarán a la futura Unión Europea. Es más, tiene el «derecho-deber» de ofrecer su «contribución específica».

Según el Santo Padre, son múltiples «las raíces culturales que han contribuido a la afirmación» de estos valores: desde la civilización griega hasta la romana, sin olvidar la contribución de los pueblos latinos, celtas, germánicos, eslavos, húngaros, escandinavos, así como la aportación del mundo judío e islámico.

«Estos diferentes factores encontraron en la tradición judeo-cristiana una fuerza capaz de armonizarles, consolidarles y promoverlos. Al reconocer este dato histórico en el proceso actual hacia un uno ordenamiento institucional, Europa no podrá ignorar su herencia cristiana», explica el sucesor de Pedro.

«Buena parte de lo que Europa ha producido en el campo jurídico, artístico, literario y filosófico ha sido influenciado por el mensaje evangélico», aclara, y pide «reconocer y salvaguardar la identidad específica y el papel social de las Iglesias y confesiones religiosas».

Esta visión, concluye el Papa, permitirá comprender que «las instituciones políticas y los poderes públicos» no son algo absoluto, pues por encima de ellos se encuentra «la «pertenencia» de la persona humana a Dios, cuya imagen ha quedado indeleblemente impresa en la naturaleza misma de todo hombre y mujer».

«Si no esto no se tiene en cuenta –advierte–, se corre el riesgo de legitimar esas orientaciones del laicismo y del secularismo agnóstico y ateo que llevan a la exclusión de Dios y de la ley moral natural de los diferentes ámbitos de la vida humana. Quien pagaría trágicamente las consecuencias –como lo ha demostrado la misma experiencia europea– sería, en primera lugar, la convivencia civil en el Continente».

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ZENIT Staff

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