Juan Pablo II preside la misa de Corpus Christi y participa en la procesión

Invita a los jóvenes a entregarse totalmente a Jesús

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ROMA, 30 mayo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presidió este jueves en el atrio de la Basílica de San Juan de Letrán la misa de Corpus Christi y siguió de rodillas, en un vehículo especial, la procesión eucarística, que al anochecer recorrió una de las históricas calles de Roma.

A diferencia de los años precedentes, el pontífice delegó la celebración de la Eucaristía, que tuvo lugar al aire libre, en el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de la diócesis de Roma.

El Papa pronunció, sin embargo, la homilía, que la dedicó a meditar sobre el misterio eucarístico: «Pasan los días, los años, los siglos, pero no pasa este gesto santísimo en el que Jesús ha condensado todo su Evangelio de amor», explicó.

«En esta fiesta –siguió diciendo –, cada ciudad, la metrópoli como la aldea más pequeña del mundo, se convierte espiritualmente en la Sión, en la Jerusalén que alaba al Señor».

«Este pueblo tiene necesidad de la Eucaristía. La Eucaristía hace que la Iglesia sea misionera. Pero, ¿es posible que esto tenga lugar sin sacerdotes que renueven el misterio eucarístico?», preguntó.

El pontífice se dirigió al final a los jóvenes presentes para decirles: «Si alguno de vosotros experimenta la llamada del Señor a entregarse totalmente a Él para amarlo con un corazón sin divisiones, que no se deje detener por la duda o el miedo».

«¡Que pronuncie su propio «sí» sin reservas, fiándose de Él que es fiel a todas sus promesas!», añadió.

El pontífice participó en la misa desde su trono, instalado a la derecha del altar, frente a decenas de miles de fieles.

Durante la liturgia, los presentes, más numerosos que otros años, rezaron «por los pueblos de Tierra Santa y por todos aquellos que viven el drama de la guerra, la opresión, la injusticia social, para que el Señor extirpe el odio, amaine las querellas, inspire en los gobernantes la clarividencia y la voluntad de buscar soluciones justas y respetuosas de la dignidad de cada hombre».

Tras la celebración eucarística, tuvo lugar la procesión entre las basílicas de San Juan de Letrán y de Santa María la Mayor, separadas por la calle Merulana, de un kilómetro de extensión.

Las ventanas de los edificios estaban decoradas con centenares de velas y tapices. Durante el recorrido, Juan Pablo II estuvo de rodillas en un reclinatorio, en adoración ante el sacramento expuesto en un ostensorio, sobre la plataforma de un camión blanco con sobrias decoraciones.

Cubierto con la capa fluvial, el pontífice cubría en ocasiones su cabeza con las manos, signo de profundo recogimiento.

La procesión del Corpus Christi por las calles de Roma fue reintroducida por el Papa Karol Wojtyla en su primer año de pontificado. Se había perdido la costumbre tras la anexión de los Estados Pontificios (1870), que recluyeron durante años a los papas en los muros vaticanos.

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ZENIT Staff

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