Juan Pablo II propone a los jóvenes el ejemplo de San Benito mártir

Cuyo XVIII centenario de martirio celebra Tronto (Italia)

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 14 octubre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha propuesto a las familias y en especial a los jóvenes el «intrépido testimonio» en «un contexto de difundido paganismo» de San Benito, martirizado a los 28 años en tiempos de Diocleciano.

Así lo expresa en un mensaje al obispo de la diócesis de San Benito del Tronto-Ripatransone-Montalto (Italia) –monseñor Gervasio Gestori–, con ocasión de la solemne celebración por el XVII centenario del martirio –13 de octubre– del patrono de Tronto. El cardenal Silvano Piovannelli ha sido el enviado papal en este centenario.

«La historia cristiana, desde sus orígenes, es rica en santos mártires», «personas a menudo sencillas y humildes que con valor llegaron a afrontar una muerte cruenta porque no desmayara su amor por Cristo», reconoce el Papa en su mensaje.

«Está en esto el valor del martirio –recalca–, que no es desprecio de la existencia, sino supremo y luminoso acto de amor hacia Jesús, único Salvador de la humanidad».

De los datos biográficos que se tienen de la época, se deduce que San Benito pudo ser un soldado del ejército imperial que se convirtió al cristianismo durante el servicio militar. Según la tradición, fue martirizado sobre el puente del torrente Menocchia cerca de la antigua ciudad de Cupra. Era el 13 de octubre de 304, siendo emperador Diocleciano.

Tras el martirio, los cristianos del lugar dieron sepultura al santo construyendo un sepulcro oculto, casi una catacumba, donde acceder sin ser vistos por los paganos. Sobre la tumba del mártir se levantó una lápida que en parte todavía se conserva.

Después del edicto de Constantino, sobre la tumba del santo pronto se construyó un pequeño oratorio donde acudían a orar muchos cristianos. Más tarde, en los alrededores se edificó una parroquia, posteriormente iglesia abacial; tras su reconstrucción en 1698 incluyó el altar del santo, de forma que su sepultura nunca fue trasladada del lugar primitivo.

En la iglesia abacial de San Benito, situada en la parte alta de la ciudad de San Benito del Tronto, se encuentra la lápida que la tradición local afirma que es parte del sepulcro del mártir; en ella se lee que Benito fue depositado a la edad de 28 años, el 13 de octubre, bajo Diocleciano y Maximiano cónsules.

«La diligente custodia» de las reliquias de San Benito «ha contribuido a mantener viva en el pueblo cristiano la memoria, consolidando al mismo tiempo la fe de las generaciones que allí se han sucedido», constata el Papa en su mensaje a la comunidad de Tronto.

«Que el intrépido testimonio del santo patrono, quien en un contexto de difundido paganismo supo posponer todo al amor por Cristo, sea estímulo a las familias –exhorta el Santo Padre– para comprender cada vez más su vocación y formar a las nuevas generaciones, frecuentemente distraídas por señales e incitaciones contrarias al Evangelio, a fin de que no extravíen el camino maestro de la perfección cristiana».

Juan Pablo II invita particularmente a los jóvenes a dirigir su mirada a San Benito, para que de su ejemplo saquen «el impulso para entregarse a ideales elevados y exigentes, capaces de dar pleno sentido a su existencia».

«Que no tenga miedo la juventud a hacer elecciones comprometidas –invita–, venciendo la tentación del conformismo, la fascinación de las meras apariencias, la sugestión de libertades prometedoras pero ilusorias».

«Que apunte, al contrario, sobre lo cuenta verdaderamente y San Benito no privará de su celeste apoyo a cuantos valientemente intentan seguirle en el camino del ideal cristiano», afirma el Papa.

Igualmente expresa su convencimiento de que el centenario del martirio de San Benito será ocasión para que la comunidad local «tome renovada conciencia de las propias raíces cristianas y testimonie con creciente conocimiento el Evangelio en el actual momento histórico».

Actualmente «esta comunidad –expresa el Papa– siente la necesidad de redescubrir el indómito ardor apostólico del santo patrón para seguir caminando fielmente tras sus huellas».

«Ello la ayudará a custodiar y a valorar las propias tradiciones religiosas, alimentando la esperanza y la confianza en el Señor en toda circunstancia», concluye.

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ZENIT Staff

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