CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 9 mayo 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Juan Pablo II antes de rezar a mediodía de este domingo la oración mariana del «Regina Caeli» junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
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1. Durante el mes de mayo, el pueblo de Dios siente la necesidad de intensificar su propia devoción a María, cuya presencia maternal es apoyo para los cristianos y para todo el mundo.
Desde que la muchacha de Nazaret pronunció su «fiat», su «corazón virginal y materno al mismo tiempo, bajo la acción particular del Espíritu Santo, sigue siempre la obra de su Hijo y va hacia todos aquellos que Cristo ha abrazado y abraza continuamente en su amor inextinguible» (encíclica «Redemptor hominis», 22). Y, si es inextinguible la misericordia de Dios, también el corazón inmaculado de su madre es «maternalmente inextinguible» (Cf. ibídem).
2. En la cruz, Jesús quiso ofrecer, de manera fácilmente accesible a todos, la espiritual maternidad de María, entregándole al discípulo predilecto como hijo (Cf. Juan 19, 26). Desde entonces, generaciones y generaciones de creyentes, la invocan y recurren a ella con amor y esperanza. Y la Virgen expresa su maternidad en «en su singular proximidad al hombre y a todas sus vicisitudes» (encíclica «Redemptor hominis», 22).
¡Si los seres humanos advirtieran este don extraordinario…! ¡Se sentirían mucho más fácilmente hermanos, renunciando al odio y a la violencia para abrir el corazón al perdón de las ofensas recibidas y al respeto sin reservas de la dignidad de toda persona!
3. En unos días, el 13 de mayo, recordaremos la aparición de la Virgen en Fátima y su llamamiento a la conversión. Recemos, queridos hermanos y hermanas, para que también los seres humanos de nuestra época acojan la apremiante invitación de quien con amor vela por la Iglesia y el mundo.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
