Juan Pablo II rinde tributo a la aportación del monaquismo ortodoxo

En el monasterio de San Juan de Rila, «corazón espiritual» de Bulgaria

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SOFÍA, 26 mayo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II rindió tributo a la histórica aportación espiritual y cultural ofrecida por las Iglesias ortodoxas al visitar este sábado el monasterio de San Juan de Rila, conocido como el «corazón espiritual» de Bulgaria.

El pontífice, como él mismo reconoció al llegar, afrontó este cansado viaje en helicóptero para visitar a estos monjes ortodoxos y decir que «la Iglesia latina y los monjes de Occidente os dan las gracias por vuestro testimonio».

«¿Qué sería Bulgaria sin el Monasterio de Rila, que en los tiempos más oscuros de la historia nacional ha mantenido encendida la llama de la fe?», se preguntó el pontífice al visitar la «Capilla Sixtina» del arte oriental, enclavada en lo alto de las montañas.

Su reconocimiento de la vida monástica se amplió después a otras tierras ortodoxas con significativas preguntas: «¿Qué sería Grecia sin el Santo Monte Athos? ¿O Rusia sin esa miríada de demoras del Espíritu Santo, que le han permitido superar el infierno de las persecuciones soviéticas?».

La bienvenida al Papa en este monasterio, que acoge la «Capilla Sixtina» del arte oriental fue pronunciada por el egúmeno Joan, observador ecuménico en el Concilio Vaticano II.

«Las divisiones han sido creadas por los hombres; ahora toca a los hombres recomponerlas», dijo el superior del monasterio ortodoxo más importante de los Balcanes.

Al llegar, el obispo de Roma rindió su tributo al icono de San Juan de Rila, noble del siglo X que se opuso a los abusos feudales fundando una comunidad eremítica en esas alejadas montañas.

El encuentro entre los dos representantes de Iglesias separadas desde hace casi mil años sirvió para que el Papa subrayara la senda de la vida espiritual –de la que los monjes están llamados a ser ejemplo– como camino que servirá también para recomponer la unidad perdida.

«En la existencia de cristianos hoy más que nunca los ídolos son seductores y las tentaciones apremiantes», constató.

«El arte de la lucha espiritual –añadió evocando la figura el monje–, el discernimiento de los espíritus, la manifestación de los propios pensamientos al maestro espiritual, la invocación del santo Nombre de Jesús y de su misericordia deben volver a formar parte de la vida interior del discípulo del Señor».

En el acto, participó el ex rey de Bulgaria y actual primer ministro Simeón Saxe-Coburg Gotha, con su esposa Margarita, y dos de sus cinco hijos, Konstantin y Kubrat, que son católicos (la familia vivió gran parte de su exilio en España).

Al final de la ceremonia, el Papa y el antiguo rey se reunieron en privado en la Sala de los Iconos del monasterio, después de que el pontífice bendijera la tumba del padre de Simeón, el rey Boris III, fallecido en 1943.

Su cadáver había sido desenterrado por el régimen comunista con el objetivo de que Rila dejara de ser símbolo de la conciencia nacional. En 1993, se recuperó su corazón y se volvió a enterrar en el recinto sagrado.

Al regresar en la tarde a Sofía, Juan Pablo II recibió en la nunciatura apostólica al gran mufti de Bulgaria y otros líderes de la comunidad musulmana que conforma el 12 por ciento de la población. También se reunió con los líderes de las comunidades evangélicas, con unos 80 mil fieles en Bulgaria.

Juan Pablo II dedicó el final de ese maratónico día a los católicos, que en este país no superan los 80 mil.

En la concatedral de Sofía de los latinos, confiada a la provincia polaca de los Frailes Menores Capuchinos, bendijo una estatua del beato Juan XXIII, que fue nuncio apostólico en Bulgaria. Después, se dirigió a la catedral católica de rito oriental para entregar a los fieles una reliquia del Papa Bueno para que sea custodiada en una nueva iglesia, cuya primera piedra bendijo el mismo Papa Karol Wojtyla.

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ZENIT Staff

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