Juan Pablo II sufre con los secuestrados en Colombia

Así lo afirma ante obispos de ese país

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 30 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II sufre junto a los centenares de secuestrados en Colombia e hizo este jueves un llamamiento para que acaben inmediatamente estos atentados a la vida que tratan de poner precio al ser humano.

Al encontrarse con un grupo de obispos colombianos, quienes estaban guiados por el cardenal Pedro Rubiano Sáenz, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal del país, el pontífice trató de alentar su esperanza «tan necesaria sobre todo en la difícil situación por la que atraviesa Colombia».

De ese país, «llegan continuas noticias de atentados a la vida, a la libertad y a la dignidad de las personas –recordó–, como si el ser humano fuera una mercancía de insignificante valor».

El mismo Papa ha tenido que elevar públicamente en varias ocasiones la voz para pedir la liberación de secuestrados en Colombia, entre los que en ocasiones ha habido obispos y religiosos.

El pontífice reconoció que «el fenómeno del secuestro de personas» se ha convertido en una «plaga que asola a miles de familias y que muestra, una vez más, la perversión a la que puede llegar la bajeza humana cuando, en aras de siniestros intereses, se pierde toda perspectiva moral y no se reconocen ni respetan los derechos más fundamentales del hombre».

«En Colombia, muchos de estos males encuentran su origen en el narcotráfico, con ramificaciones en muchos sectores, y que aflige desde hace años a la nación con incalculables consecuencias negativas en todos los ámbitos de la vida social», subrayó.

Colombia, como Irak, es uno de los países en los que se ha creado una auténtica industria del secuestro de personas, a pesar de que un plan de seguridad a nivel nacional aplicado ha hecho que descienda el número de secuestros. En 2003 bajaron en un 26%, contabilizándose un total de 2.200 casos.

El 27 de julio guerrilleros colombianos liberaron a monseñor Misael Vacca Ramírez, obispo de la diócesis de Yopal, quien había estado secuestrado durante cuatro días.

En noviembre de 2002, otro grupo guerrillero secuestró al entonces obispo de Zipaquirá, monseñor Jorge Enrique Jiménez, quien era presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Tras cuatro días de cautiverio fue rescatado por las fuerzas militares.

Estos y otros secuestros han conmocionado a este país de más de 40 millones de habitantes, mayoritariamente católico, azotado por un conflicto interno de cuatro décadas que ha dejado 35.000 civiles muertos en los últimos dos lustros.

«Ante tales hechos, comparto vuestro dolor y aprecio tantos esfuerzos realizados por alejar la violencia, eliminar sus causas y atenuar sus efectos, prestando adecuada atención a las víctimas y alentando incansablemente a quienes desean abandonar el lenguaje de las armas para emprender el camino del diálogo pacífico», afirmó.

El obispo de Roma pidió a los prelados que lleven su «aliento y cordial saludo a vuestras Iglesias particulares, en especial a los sacerdotes, comunidades religiosas, catequistas y demás personas dedicadas a la apasionante tarea de ser portadores de la luz de Cristo y mantenerla viva en el Pueblo de Dios».

Por último, el Santo Padre invocó la protección de Nuestra Señora de Chiquinquirá «sobre todos los queridos colombianos».

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ZENIT Staff

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