Juan Pablo II, una «fuente de inspiración a la paz» para el mundo diplomático

Pérez de Cuéllar constata que el Papa traduce su mensaje en acciones concretas

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ROMA, 23 octubre 2003 (ZENIT.org).- «La contribución mayor que el Santo Padre ofrece a nivel político-diplomático es la de ser él mismo una especie de fuente permanente de inspiración a la paz», reconoce el embajador Javier Pérez de Cuéllar, enviado especial del gobierno peruano a las celebraciones del XXV aniversario del Pontificado de Juan Pablo II.

Se trata de una inspiración que no sólo ha transmitido «con su mensaje, sino también con sus esfuerzos orientados a poner fin a los regímenes soviéticos que dominaban la Europa oriental», explicó en un coloquio con Fides el secretario general de la ONU de 1981 a 1991, cargo que le permitió reunirse en varias ocasiones con el Papa.

En efecto, «el Santo Padre contribuyó de forma determinante a poner fin a la guerra fría –añadió Pérez de Cuéllar–. La conclusión de la guerra fría dio soluciones a todos los problemas políticos que existían en el seno de las Naciones Unidas y que eran objeto de una obstrucción sistemática por parte de la Unión Soviética por medio del derecho de veto».

Y es que «el gran valor del mensaje y del compromiso de Juan Pablo II por la paz no se ha quedado en enseñanzas teóricas, sino en un compromiso concreto», continúa el diplomático.

«Su contribución en la construcción de la paz está en su sabia identificación de las causas que impiden alcanzar la paz: en la práctica, la falta de una verdadera voluntad política de las grandes potencias por resolver los problemas sociales está en la base de las violencias y las guerras», prosigue.

Pérez de Cuéllar recuerda que «la palabra del Santo Padre es acogida en las Naciones Unidas como una indicación permanente porque a él mismo se le considera una fuente de fe y de esperanza, no sólo por sus enseñanzas, sino también por su compromiso concreto».

En sus encuentros con el Santo Padre, como Secretario General de la ONU, confiesa que siempre quedó profundamente impresionado por el gran interés que demostraba el Papa por todos los problemas internacionales y su gran prudencia antes de expresar una opinión personal.

«Podemos pues decir que además de las cualidades que posee, reconocidas por todos, Juan Pablo II es también un excelente diplomático», afirma.

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ZENIT Staff

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