Juan Pablo II y Bartolomé I firman una declaración sobre medio ambiente

A través de una conexión vía satélite Venecia-Roma

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VENECIA, 11 junio 2002 (ZENIT.org).-Juan Pablo II y el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, firmaron este lunes un histórico documento conjunto sobre medio ambiente.

La declaración puso punto final al simposio — celebrado en un crucero por el Mar Adriático — organizado entre el 5 y el 10 de junio por la Comisión «Religión, Ciencia y Medio Ambiente» creada por Bartolomé I, a quien corresponde el puesto de honor entre las Iglesias ortodoxas.

En la Sala del Escrutinio del Palacio Ducal de Venecia, donde se encontraba el patriarca junto a los participantes del Simposio (líderes religiosos, expertos, científicos, representantes de la ONU), se pudo ver en una gran pantalla la figura blanca del pontífice, quien pronunció su saludo desde su biblioteca privada en el Vaticano.

«Nuestro encuentro, aunque sea a distancia –reconoció el Santo Padre–, nos permite expresar la voluntad común de preservar el medio ambiente».

«Se sitúa a breve distancia del de Asís», donde el 24 de enero tuvo lugar la Jornada de oración de los líderes religiosos por la paz, recordó el Papa. En aquella ocasión «vuestra santidad respondió a mi llamada –dijo dirigiéndose a Bartolomé I–. Hoy, en cambio, soy yo quien tengo el gusto de unirme a usted para la firma de esta declaración conjunta».

«Estoy convencido de que estos intercambios son verdaderos y propios dones del Señor. Un modo de dar continuidad y concreción al testimonio que el mundo espera de nosotros», confesó.
Bartolomé I, por su parte, definió al obispo de Roma «hermano mayor» en Cristo.

La ceremonia fue moderada por el cardenal Roger Etchegaray, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz.

En su respuesta, el patriarca de Constantinopla se centró en la dimensión del sacrificio, hoy eliminada por la cultura dominante –que tanto daña también a la defensa del ambiente–.

Incluso en la cuestión ecológica, reconoció, «no podrá haber salvación sin sacrificios». Sobre todo sin «el sacrificio de cambiar el propio corazón, liberándose del egoísmo y de la codicia». Por ello, concluyó, «debe ser la cruz el fundamento de toda ética ambiental».

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ZENIT Staff

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