Jubileo del Mundo del Espectáculo, una fiesta popular junto al Papa

«Difundir auténtica alegría puede ser una forma genuina de caridad social»

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CIUDAD DEL VATICANO, 17 dic (ZENIT.org).- Juan Pablo II presidió hoy en la Plaza de San Pedro la celebración eucarística con ocasión del Jubileo del Mundo del Espectáculo.

Conocidos rostros del cine, de la televisión, del teatro pero también feriantes y circenses, junto con las «majorettes» de las bandas musicales de pueblo y los artistas de la calle se han estrechado en torno a Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro para celebrar la misa conclusiva de su jubileo.

Un emocionado Alberto Sordi, uno de los actores más grandes del cine italiano, en un discurso improvisado y recordando sus tiempos de monaguillo en Santa María «in Trastevere», saludó al pontífice en nombre de todos los presentes.

Entre el público, los conocidos rostros de Monica Vitti, Lino Banfi, Carlo Conti, Michele Mirabella, Gabriella Carlucci, Daniela Poggi, Dario Argento, y Giuseppe Pambieri, entre otros.

En la homilía, el Papa recordó que, según la liturgia, este tercer domingo de Adviento se caracterizaba por la alegría «la alegría de quien espera a Aquel que «está cercano», el Dios-con-nosotros, preanunciado por los profetas»

«Esta alegría que fluye de la gracia divina, sin embargo no es una alegría superficial y efímera –añadió–. Es una alegría profunda, radicada en el corazón y capaz de permear la entera existencia del creyente. Una alegría que puede convivir con las dificultades, con las pruebas, incluso –aunque pueda parecer paradójico– con el dolor y la muerte».

De este modo se dirigió al mundo del espectáculo diciendo: «Muchos de vosotros trabajáis en favor del entretenimiento del público, en la creación y realización de espectáculos que pretenden ofrecer la oportunidad de una sana distensión y ocio. Si bien la alegría cristiana se sitúa en sentido propio sobre un plano más directamente espiritual, sin embargo abraza también la sana diversión que hace bien al cuerpo y al espíritu. La sociedad, por tanto, debe estar agradecida con quien produce y realiza transmisiones y programas inteligentes y de distensión, divertidos sin ser alienantes, humorísticos pero no vulgares. Difundir auténtica alegría puede ser una forma genuina de caridad social».

«La Iglesia –explicó el pontífice– tiene un mensaje específico para vosotros, queridos trabajadores del mundo del espectáculo», en vuestro trabajo, tened siempre presentes a las personas de vuestros destinatarios, sus derechos y sus legítimas expectativas, tanto más cuando se trata de sujetos en formación. No os dejéis condicionar por el mero interés económico o ideológico. Sobre todo aquellos de entre vosotros que son más conocidos por el público, deben ser constantemente conscientes de su responsabilidad».

«A vosotros, queridos amigos, la gente os mira con simpatía e interés –añadió–. Sed siempre para ellos modelos positivos y coherentes, capaces de infundir confianza, optimismo y esperanza».

«Justamente por esto –añadió el Papa– debéis ser hombres y mujeres de fuerte vida interior, capaces de recogimiento. En nosotros habita Dios, más íntimo a nosotros que nosotros mismos. Si sabéis dialogar con El, podréis comunicar mejor con el prójimo. Si tenéis viva sensibilidad por el bien, la verdad y la belleza, los productos de vuestra creatividad, incluso los más sencillos, serán de buena calidad estética y moral. ¡La Iglesia está cerca de vosotros y cuenta con vosotros! Espera que en el cine, en la televisión, en la radio, en el teatro, en el circo y en toda forma de entretenimiento transmitáis aquella «levadura» evangélica gracias a la cual toda realidad humana desarrolla al máximo sus potencialidades positivas».

Al final de la misa, antes de despedirse, el Santo Padre dirigió un especial pensamiento «a cuantos sois itinerantes, porque trabajáis en los circos, en los parques de atracciones o por las calles. Vuestro andar se ha hecho hoy peregrinación y recuerda a todos que la Iglesia es un pueblo siempre en camino, sin una morada estable en este mundo».

Y ha subrayado: «Sed vosotros mismos comunidad cristiana, llevando a todas partes junto con una sana diversión, los valores de la fe, de la familia y de la solidaridad. La gran Cruz-icono aquí presente, que acompañará durante el 2001 la misión jubilar en los circos y parques de atracciones de Europa y América, os ilumine siempre y os conforte en los inevitables momentos de dificultad».

Juan Pablo II agradeció también las numerosas bandas musicales, las actuaciones de los «Madonnari» de Italia, así como los artísticos paneles de la Anunciación y la Natividad, que han donado para decorar algunas nuevas iglesia.

Y dirigió un cariñoso saludo a los «queridísimos niños y niñas de Roma, que como cada año han venido para hacerse bendecir las imagencitas del Niño Jesús, antes de colocarlas en los nacimientos de vuestras casas. Deseo que, en torno al signo estupendo de la ternura de Dios, cada familia encuentre alegría y paz, y guste en sencillez el genuino espíritu de las fiestas navideñas».

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ZENIT Staff

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