Juegos Panamericanos: La grandeza de la primera obra del Omnipotente

Según el cardenal Sales, la vida cristiana es una competición «sui generis»

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RÍO DE JANEIRO, domingo, 22 julio 2007 (ZENIT.org).- En el contexto de la celebración de los Juegos Panamericanos en Río de Janeiro, el cardenal Eugenio Araujo de Sales, se dirigió a los fieles para afirmar que estos Juegos «nos muestran la grandeza de la obra primera del Omnipotente».

«Lo invisible, el espíritu, se manifiesta en la robustez de los atletas y en la capacidad de superar obstáculos. Estas maravillas nos conducen, sin duda, a su Autor último. Él es la fuente inagotable de vigor de esos cuerpos sanos, fuertes y disciplinados», escribe el cardenal Sales, arzobispo emérito de Río de Janeiro.

Al destacar que se puede ver en los atletas «el reflejo de la hermosura de Dios», el cardenal afirma que los Juegos Panamericanos «demuestran la increíble pericia para alcanzar un ideal».

«Tener un objetivo noble es medio camino andado; saber luchar con denuedo es la parte complementaria e indispensable. Y, en ese esfuerzo, conservar, preservar la dignidad».

«La medalla es objetivo importante, cuando es conquistada con honra, sin expedientes ocultos. En el marco general, emerge ese edificante clima, tan necesario en nuestros días», afirma.

Al observar los Juegos, el cardenal comenta que piensa en «otros héroes», que «participan en una competición ‘sui generis’, la vida cristiana».

«No tiene premio, ni fuego simbólico, ni deslumbrantes fiestas de apertura y clausura. Son mucho más numerosos sus integrantes».

«La energía humana en estas ocasiones es también utilizada, casi siempre de manera anónima, por los atletas de bien –destaca el cardenal–. Realizan, en la oscuridad, sólo conocidos por el Padre, la promoción espiritual y la ayuda material al prójimo. No siempre comprendidos, cuántas veces sin un agradecimiento, pero fieles al mandamiento del Señor».

El cardenal Sales recuerda que el Papa Juan Pablo II, en octubre de 1994, en su obra «Cruzando el umbral de la esperanza», afirmó que la «juventud no es sino un periodo de la vida (…) pero con una cualidad de alma que se caracteriza precisamente por un idealismo que se abre al mañana».

«Se hizo célebre su frase, el 22 de octubre de 1978, tras la liturgia inaugural de su pontificado, en la Plaza de San Pedro, dirigiéndose a los jóvenes: «Vosotros sois la esperanza de la Iglesia y del Mundo. Vosotros sois mi esperanza», cita el cardenal.

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ZENIT Staff

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