Kazajstán: Los ortodoxos acogen con los brazos abiertos al Papa

La persecución creó íntimas relaciones que no ha podido romper Moscú

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ASTANA, 21 septiembre 2001 (ZENIT.org).- La Iglesia ortodoxa en Kazajstán, como la de otras repúblicas ex soviéticas, obedece al patriarcado de Rusia, pero este sábado dará la bienvenida a Juan Pablo II, aunque provoque el enfado de su superior, Alejo II de Moscú.

El arzobispo de Astana, que también se llama Alejo, mantiene muy buenas relaciones con el episcopado católico. El año pasado estuvo a punto de visitar al Papa en Roma. A última hora tuvo que renunciar a su deseo, pues el patriarca Alejo II se lo impidió.

En estos días se encuentra internado en el hospital y no es una enfermedad «diplomática», como se dice en estas tierras. No podrá encontrarse con el pontífice, pero en su nombre lo hará la segunda autoridad del arzobispado, el padre Afaganguel, joven tímido y gentil.

«Estoy muy contento con la llegada del Papa a Astana y por la posibilidad de compartir esta alegría con los hermanos católicos», afirma.

Espera estrechar la mano del obispo de Roma durante el encuentro con los exponentes del mundo de la cultura, que tendrá lugar el próximo lunes por la tarde.

En este país de unos 16 millones de habitantes, con 6 millones de fieles, la Iglesia ortodoxa constituye la segunda comunidad religiosa, después del Islam, que cuenta con unos 8 millones de creyentes. Los católicos son entre 200.000 y 400.000.

Al conversar con el padre Afaganguel, viene espontáneamente una pregunta: «¿No ha puesto ningún veto el patriarca de Moscú, vuestra máxima autoridad?».

«Por el momento no ha dicho nada en contra de la visita del Papa a Kazajstán –responde con una sonrisa maliciosa–, a diferencia de lo que sucedió en Ucrania», en referencia a la visita pontificia del pasado mes de junio.

Ante la pregunta sobre las relaciones entre católicos y ortodoxos en este país, el padre Afaganguel, no responde, pide que le siga. Tras subir unas escaleras de caracol, en la parte trasera de la iglesia de San Constantino y de Santa Elena, en el centro de Astana, se llega a un pasadizo secreto que lleva a una pequeña capilla.

«Aquí confesaba mi predecesor a escondidas a los católicos, que en la época soviética no tenían ni una capilla ni un sacerdote», explica.

«¿Qué les dirá a sus parroquianos que quieran participar el próximo domingo en la visita del Papa», es nuestra última pregunta al padre Afaganguel. «No hay ningún problema, tienen la libertad para ir», responde.

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ZENIT Staff

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