La alegría y el Espíritu Santo forman un binomio indisoluble

Dijo el obispo de Rimini Francesco Lambiasi a la 36 Asamblea Nacional de la Renovación Carismática Católica

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El obispo de Rímini Francesco Lambiasi se dirigió ayer a la Renovación Carismática reunida en esa ciudad, al inicio del encuentro nacional, recordándoles que «el eslógan que habéis elegido («Acogemos la Palabra con la alegría del Espíritu Santo») no viene de una agencia publicitaria ni de un centro de estudios de comunicación. Viene de lejos (…) viene del Espíritu Santo en persona".

Definió este verso como un «pequeño catecismo sobre la alegría cristiana», de hecho, las tres palabras del tema de este encuentro «palabra, alegría, Espíritu Santo», diseñan el ‘triángulo’ de la alegría cristiana, «en el vértice está el Espíritu Santo y en los dos ángulos de la base están la Palabra y la alegría».

Quiso profundizar especialmente en un lado de este triángulo mágico: el que une el Espíritu Santo con la alegría. «En el Nuevo Testamento el Espíritu Santo y la alegría forman una combinación afortunada, componen un binomio indisoluble», explicó.

«Hoy vivimos en un época definida como ‘de las pasiones tristes’. Pero el Espíritu Santo no se ha escondido, no se ha jubilado. De hecho nos está haciendo vivir una nueva primavera».

Hizo referencia a un mensaje que vio escrito en el muro de la universidad de la ciudad que decía «¡produce, consume, muere!» y exhortó:  «ayudadnos, vosotros RCC, a recoger gritos y voces de nuestra ciudad y a traducirlos en el aleluya de la resurrección». Y recordó, «la Pascua es un verdadero ‘paso’: no solo de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad, también de la tristeza a la alegría».

Sobre la tristeza, matizó que «es una ofensa a la verdad, una herejía verdadera y propia, es más, la herejía más nefasta, porque niega la verdad más luminosa del cristianismo: la resurrección, una verdad tan ‘verdadera’ que no ha sido necesario nunca definirla dogmáticamente en un concilio».

La Palabra, «si la acogemos con la alegría del Espíritu Santo –dijo–, nos dice que es verdad que Dios es amor y que nos ha amado tanto que nos ha entregado a su Hijo unigénito. Es verdad que Jesús no ha amado tanto hasta dar su vida por nosotros, y nos ha hecho sus hermanos y amigos. Es verdad que el amor de Dios ha sido vertido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado»

Si acogemos la Palabra con la alegría del Espíritu, repitió, «no caeremos en la contradicción de quien pretende llevar el mensaje de la alegría con el lenguaje de la angustia y no correremos el riesgo de aquellos que presumen de anunciar el evento maravilloso de la resurrección con una triste cara de funeral».

Finalizó recordando que «no nos dejaremos vencer por el mal, venceremos al mal con un bien más grande. Entonces, sabremos ofrecer esperanza a nuestro mundo postmoderno y conseguiremos superar el miedo de la crisis, sin hundirnos en las arenas movedizas de espejismos frustrantes, sin precipitar nuestros sueños en los barrancos de terribles pesadillas».

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Staff Reporter

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