El papa Francisco retomó la catequesis, suspendida por la pausa de las fiestas de fin de año. Este miércoles fue en el aula Pablo VI, debido al frío del invierno romano. En la audiencia estuvieron presente artistas circenses, que realizaron durante algunos minutos sus exhibiciones.
“La gente que hace espectáculo en el circo –dijo el Santo Padre– crea belleza, son creadores de belleza. Y esto hace bien al alma. Tenemos mucha necesidad de belleza”.
Y añadió: “Es verdad, nuestra vida es muy práctica, hacer cosas, realizar el trabajo, esto se debe hacer: el lenguaje de las manos, el hacer”.
El Papa subrayó que los humanos son seres racionales, pero sobre todo tienen “capacidad de amar” y “un lenguaje del corazón”.
O sea tres lenguajes: el de la mente, el del corazón y el de las manos, se unen para producir la armonía de la persona, y los artistas circenses están entre los que “enseñan el camino superior de la belleza”.
“La humanidad piensa, siente y hace, pero hoy tiene tanta necesidad de belleza. No nos olvidemos esto y agradezcamos a esta gente hábil en el realizar, hábil en el equilibrio, en el espectáculo, pero sobre todo en el crear belleza” dijo.
Al concluir invitó a los artistas del circo Ofrei a ser no solamente “portadores de sonrisas y mensajeros de solidaridad entre los pueblos y las naciones, sino sobre todo, creadores de belleza”.
En la catequesis recordó que seguirá con el tema de la familia, y en particular hoy, “meditando sobre la figura de la madre. Todos debemos la vida y tantas otras cosas a nuestras madres, pero no siempre éstas son escuchadas ni ayudadas en la vida cotidiana, al contrario, a menudo son explotadas a causa de su disponibilidad. Ni siquiera la comunidad cristiana las valora convenientemente, a pesar del eximio ejemplo de la Madre de Jesús”.
“Ser madre –dijo el Santo Padre– es una gran riqueza. Las madres, sin embargo, en el amor incondicional y oblativo por sus hijos, son el antídoto al individualismo, las grandes enemigas de la guerra».
«Es lo que el Arzobispo Óscar Romero definió como “martirio materno”: una entrega total, sin aspavientos, en el silencio, la oración, el cumplimiento del deber. Ir dando la vida poco a poco como hace una madre por su hijo. En los momentos difíciles no es raro encontrar en ellas la ternura, la dedicación, la fuerza moral. Son ellas frecuentemente las que dan los primeros rudimentos de la fe, aquellos que calan más hondo; sin ellas no sólo se perderían fieles sino buena parte del calor más profundo de la propia fe”, indicó.
Al concluir la audiencia saludó “a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos”. Y les invitó a encomendarse “a la Santísima Virgen María, a todas las madres, agradeciéndoles lo que son y lo que ofrecen a la familia y la Iglesia”.
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