La ayuda a las familias, prioridad para el sacerdote; según el Papa

Confesiones tras 25 años de pontificado y su experiencia en Cracovia

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 26 febrero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo, a la luz de sus veinticinco años de pontificado, y de su ministerio como arzobispo y sacerdote en Cracovia, considera que la ayuda a la familia debe ser una de las prioridades pastorales de todo sacerdote.

Así lo confesó este jueves, en un encuentro con los sacerdotes de la diócesis de Roma, en el que dejó a un lado el discurso que había preparado y les improvisó palabras con las que quiso transmitirles esta preocupación.

La familia, tema central en este año del programa pastoral de la diócesis de Roma, significa, según la Biblia, recordó, «hombre y mujer los creó». «Quiere decir –añadió–: amor y responsabilidad. De estas dos palabras brotan todas las consecuencias».

«Aprendí hace mucho tiempo, desde que estaba en Cracovia, a vivir al lado de las parejas, de las familias –recordó improvisando–. He seguido también de cerca el camino que lleva a dos personas, a un hombre y a una mujer, a crear una familia y, con el matrimonio, a convertirse en esposos, padres, con todas las consecuencias que conocemos».

El Papa pidió a los sacerdotes que leyeran el discurso que les había preparado en «L’Osservatore Romano», el diario de la Santa Sede, en el que les invitaba a «reconocer el carácter central de la familia en el designio de Dios sobre el ser humano y, por tanto, en la vida de la Iglesia y de la sociedad».

«No nos cansemos nunca de proponer, anunciar, testimoniar esta gran verdad del amor y del matrimonio cristiano», exigía en el discurso escrito.

«Vuestra responsabilidad con las familias –afirmaba– no sólo abarca los problemas morales y litúrgicos, sino también los de carácter personal y social. Estáis llamados, en particular a apoyar a la familia en sus dificultades y sufrimientos, acercándoos a sus miembros y ayudándoles a vivir su vida de esposos, padres, e hijos a la luz del Evangelio».

«No tengáis miedo, por tanto, entregar a las familias, vuestro tiempo y energías, los talentos espirituales que el Señor os ha dado. Sed para ellas amigos atentos y dignos de confianza, además de pastores y maestros», pide el Papa a los presbíteros.

«Acompañadlas y apoyadlas en la oración, propone con verdad y con amor, sin reservas o interpretaciones arbitrarias, el Evangelio del matrimonio y de la familia». En las dificultades, añadió, el sacerdote debe ayudar a la familia a comprender «que la Iglesia siempre es su madre, además de maestra».

«Los comportamientos equivocados y con frecuencia aberrantes, que se proponen públicamente o que incluso se ostentan y exaltan, así como el contacto cotidiano con las dificultades y las crisis que atraviesan muchas familias, pueden suscitar en nosotros la tentación de la desconfianza y la resignación», reconocía Juan Pablo II en su discurso.

Por ello, invitó a los sacerdotes a derrotar esta tentación «con la ayuda de Dios», «ante todo dentro de nosotros, en nuestro corazón y en nuestra inteligencia».

«No ha cambiado el designio de Dios, que ha escrito en el hombre y en la mujer la vocación al amor y a la familia –aseguraba–. Hoy no es menos intensa la acción del Espíritu Santo, don de Cristo, muerto y resucitado».

«Y ningún error –concluyó–, ningún pecado, ninguna ideología, ningún engaño humano pueden suprimir la estructura profunda de nuestro ser, que tiene necesidad de ser amado y que a su vez es capaz de amar auténticamente».

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ZENIT Staff

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