La belleza de ser obispo en la Amazonia

Entrevista con el obispo Sérgio Eduardo Castrini, de la Prelatura de Tefé

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TEFÉ, miércoles, 26 julio 2006 (ZENIT.org).- Monseñor Sérgio Eduardo Castriani, cssp (misionero de la Congregación del Espíritu Santo), es el obispo de una prelatura de Tefé que se extiende por un área equivalente al territorio de Italia sin las islas, situado en el corazón de la Amazonia brasileña, donde el 90% del territorio es selva.

En esta entrevista concedida a Zenit este obispo brasileño, de 52 años, habla de la belleza y los desafíos de ser obispo de esta jurisdicción en la que el 90% del territorio es selva original. La población vive normalmente en las orillas de los ríos que se inundan en el tiempo de lluvias.

Se trata de comunidades ribereñas, comunidades que están a lo largo de los ríos, de los lagos, de las bahías. Descienden de los caucheros, de los castañeros, por tanto, una población que viene de un pasado explotador. Hay también una importante presencia indígena, con 14 etnias.

Sus más de 215.000 habitantes (el 75% católicos), divididos en 11 inmensas parroquias, atendidos por 14 sacerdotes, con la ayuda de 8 religiosos no sacerdotes, en buena parte de la Congregación del Espíritu Santo. El objetivo del obispo es visitar al menos una vez al año a todas sus comunidades.

–Nos gustaría que nos hablase de la belleza de ser obispo en la Amazonia, en una prelatura en la que el 90% del territorio es selva, con presencia indígena señalada y poblaciones tan distantes.

–Monseñor Castriani: Ser obispo en la Amazonia tiene algunas características especiales. En primer lugar, a pesar de la distancia geográfica, el obispo en la Amazonia, el sacerdote, el misionero está muy cercano al pueblo, porque uno viaja en los barcos como la gente corriente, tiene que dormir en las comunidades, hace las comidas con el pueblo en sus casas, entonces, durante las visitas, la proximidad a las personas es muy grande, es mucho mayor que en otros lugares, la propia situación obliga a ello.

Otro aspecto bonito de ser obispo en la Amazonia es que la gente va al encuentro exactamente de aquellos que están distantes de todo lo demás. La Iglesia, como institución, es una de las pocas presencias junto a las comunidades ribereñas de la Amazonia. Son comunidades muy abandonadas por el Estado, por el poder público. Entonces la visita del sacerdote, la visita del obispo es una cosa importante, también desde el punto de vista humano: es alguien que viene de visita, que viene a pasar el día, viene a dormir allí, en la comunidad.

Otra dimensión es la de ser portavoz de esas poblaciones muy olvidadas.

El contacto con las poblaciones indígenas también tiene su belleza. Las poblaciones indígenas son poblaciones que tienen culturas milenarias. Hay una cultura indígena, una religiosidad indígena, una manera de ser, de vivir, que es diferente. Podemos ayudar también o participar en el movimiento indígena, en la recuperación de la identidad indígena, en la preservación de la tierra.

Y, finalmente, yo mencionaría la belleza de la región. La gente está en una parte de la región todavía en formación: los ríos, las selvas, que se mueven continuamente incluso por causa de las inundaciones, de las mareas menguantes. Es una región bellísima y estar allí es realmente una gracia.

Esto permite percibir también otro aspecto precioso: el movimiento comunitario. La vida también se vive mucho en comunidad, en familia, una comunidad también es una cosa natural y una comunidad vivida entonces en la dimensión de la fe, en la dimensión de la Iglesia, de los sacramentos, de la escucha de la palabra de Dios. Todo eso es muy bonito y vale la pena estar allí.

–¿Cómo se presenta a los indígenas Jesucristo y el mensaje de la Iglesia?

–Monseñor Castriani: Prácticamente todos los grupos indígenas han tenido o tienen ya un contacto con la Iglesia desde hace siglos, es decir, la Iglesia no está llegando ahora. Con rarísimas excepciones, estos grupos indígenas, incluso los nómadas, incluso los más aislados, han tenido ya un contacto con la Iglesia. Este contacto se ha producido a través de una evangelización a veces un poco apresurada, de la sacramentalización, de las devociones. Por esto la mayor parte de los grupos indígenas es católica en el sentido de que ha sido bautizada, tiene las devociones católicas y se siente parte de la Iglesia. Con ellos se lleva adelante un trabajo de evangelización teniendo en cuenta su identidad, su historia, pero es un trabajo de evangelización de profundización en la fe en Jesucristo, manteniendo su identidad de indígenas, conservando la cultura.

Con los que tienen todavía la religión tradicional es diferente. Son grupos en los que la gente se acerca con respeto pero en una actitud de diálogo. Y el diálogo presupone que yo esté de verdad muy convencido de lo que creo, pero que respete aquello en lo que cree el otro. Se trata, en primer lugar, de un diálogo de vida, o sea, de convivir, de respetarse humanamente, y luego, poco a poco, de revelar el propio interior, el credo, y no tener papeles ya escritos.

Es decir, cuando se entra en diálogo, no se sabe dónde se llegará, porque si el diálogo es para convencer al otro a adherirse a la propia fe, entonces no es diálogo, es proselitismo. Dónde llegará el diálogo lo sabe Dios, y es Él quien sabe cuánto tiempo hará falta.

–¿Qué es, entonces, el espíritu misionero?

–Monseñor Castriani: La gran intuición del Concilio Vaticano II es que la Iglesia es esencialmente misionera, es decir la visión teológica que está detrás de todo es que el Padre ha enviado al Hijo y el Hijo nos envía. La misión fluye entonces de la Santísima Trinidad. Cristo es el enviado del padre y es Él quien dice: «Como el Padre me envió, también yo os envío. Recibid el Espíritu Santo». Ser cristiano es por tanto ser enviado por Jesús con la fuerza del Espíritu. Si la Iglesia no es misionera, no es Iglesia. ¿Cómo se da esta misión? En el curso de la historia, en la historia de la Iglesia, va adquiriendo varias modalidades. El movimiento misionero es el movimiento interior: salir de sí, salir al encuentro del otro.

Nosotros, en la Conferencia Episcopal de Brasil (CNBB), prevemos cuatro dimensiones de la misión: el servicio, el testimonio, el diálogo y el anuncio de Jesucristo. La primera misión es el amor, es amar, es la caridad, se basa en esto la encíclica del Papa, «Deus caritas est»; dar testimonio de la propia fe, dialogar y anunciar explícitamente a Jesucristo. La misión va entonces adquiriendo diversos aspectos. Y está misión más allá de la frontera, que es cuando salgo de mi país y voy a otro, a otra cultura, otro pueblo, otra nación, a prestar un servicio, a dialogar, a dar testimonio, a anunciar a Jesucristo. Entonces, por ejemplo, puedo ir a África como enfermero. Voy allí, es una misión más allá de la frontera, he salido de mi país. Puedo ir como sacerdote, puedo ir como profesional de la comunicación. «Id por todo el mundo», este es un aspecto de la misión.

Existe también el aspecto de la pastoral misionera que es en el que se insiste hoy en las misiones populares, en la visita a los enfermos, en la acogida a las personas en la comunidad. Se sale a la calle y se ve lo que hay del otro lado, la «favela», la pastoral misionera.

Existe la misión del diálogo, la misión con aquellos que tienen otra religión, la misión ecuménica: salir al encuentro de quienes son cristianos pero no creen del mismo modo en el que creo yo.

Y existe la misión «ad gentes», la misión que es el anuncio de Jesucristo a quien no cree, que es lo que sucedió al principio de la Iglesia, cuando los apóstoles fueron donde los paganos, los que no creían, que no eran judíos y no formaban parte del pueblo de Israel. Hoy ¿quiénes serían? Serían aquellos sin religión, los agnósticos, quienes están fuera de la Iglesia. L
a misión tiene por tanto una gama inmensa de posibilidades, de realidades.

En la CNBB, hemos insistido sobre la animación misionera en la misión fuera de las fronteras. Brasil tiene una responsabilidad con el anuncio del Evangelio al mundo entero. Se espera mucho de nosotros. Somos una gran nación católica, tenemos una experiencia de Iglesia muy hermosa y debemos ir más allá, salir de Brasil, ir a otros países. Estamos insistiendo en las misiones populares, es decir el anuncio del Evangelio a los católicos digamos tibios, o a gente que está más o menos en la Iglesia, o lejana de la Iglesia; sobre la misión como diálogo con los indígenas, de apoyo a los indígenas, y sobre la misión en Amazonia. En realidad, el Evangelio, el cristianismo, es misionero, porque creo que lo que me ha sido dado, el don de la fe que he recibido, es un don que Dios quiere ofrecer a toda la humanidad, por lo cual lo debo anunciar. Aunque en la Iglesia católica en Brasil fuéramos todos óptimos católicos, la misión seguiría porque debemos ir a la India, a China. No es para recuperar a los miembros, que es una motivación, sino que la motivación de la misión deriva del dinamismo mismo del Evangelio. El Evangelio termina con Jesús que dice: «Id y anunciad el Evangelio a toda criatura». El anuncio del Evangelio, entonces, el ir a toda criatura forma parte de la vida cristiana.

–¿Cómo es la cuestión de las sectas en la Amazonia? ¿Hay preocupación?

–Monseñor Castrini: Es una preocupación como en el resto de Brasil. Pienso que en la Amazonia la presencia es menor respecto a otras zonas de Brasil. Veo, por ejemplo, que en la periferia de las grandes ciudades la proliferación de pequeñas iglesias es muy superior que en Tefé. Lo que la gente advierte es la existencia de un plan de pentecostalización de la Amazonia. Hay agencias misioneras internacionales, como la Asamblea de Dios, que tienen planes de conquista, en el sentido de atraer a las personas a sus iglesias. Es un plan religioso pero también es muy político, económico, social. Y el pueblo está bombardeado continuamente por este anuncio, por este intento de conquista acaba siendo muy anticatólico, porque, al final, en la mayor parte de los casos se trata de sustraer fieles a la Iglesia católica y llevarlos a otra Iglesia, a otra denominación religiosa.

Sin embargo, no han logrado todavía atraer a la mayor parte de la población. Aunque muchos hayan abandonado la Iglesia, no son todos, ni la mayoría. Nuestras comunidades están llenas, y nuestras iglesias; tenemos mucho trabajo en la Amazonia, la Iglesia está muy viva, con muchos jóvenes, muchos guías: las personas quieren estudiar, aprender, participar. Se da también un movimiento vocacional que empieza a funcionar muy bien. Es una situación paradójica: se da una invasión de estos movimientos religiosos pero se da también un gran renacimiento de la Iglesia católica. Es difícil saber dónde llevará, pero no creo en una conquista de la Amazonia por parte de las Iglesias protestantes y del pentecostalismo. Ahora bien, todas las Iglesias pentecostales miran a la Amazonia, invierten, mandan personas y tienen un plan de conquista.

–Desde el punto de vista religioso, ¿cuál es la ventaja para ellos de conquistar la Amazonia?

–Monseñor Castriani: La Amazonia es una región de frontera. Desde el punto de vista geopolítico es importante constatar que hay en ella una confluencia de países: Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Brasil. Toda región de frontera es objeto de deseo.

La Amazonia tiene la más grande biodiversidad del mundo. La presencia en la Amazonia permite estar en una región que en el futuro será probablemente muy importante, como sucede hoy en Oriente Medio. Los militares razonan de este modo –es un razonamiento de política militar–: cuando se acabe el petróleo en Oriente Medio, en Arabia, dentro de algunos decenios, la próxima región objeto de deseo será la Amazonia, a causa del agua, de la biodiversidad, de los minerales. Es importante estar allí, para todos, mostrando la propia presencia.

Desde el punto de vista político, es importante también para Brasil. En la Amazonia, quien tiene poder político acaba por tener acceso al poder económico.

También nosotros como Iglesia católica, por tanto, tenemos interés en estar en la Amazonia. La Iglesia católica tiene una historia de compromiso, de solidaridad, de responsabilidad con los pueblos de la Amazonia que deriva de la época de la llegada de los portugueses, de los españoles. Salud, educación… la Iglesia está implicada en todo.

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ZENIT Staff

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