La Biblia indica la senda hacia la felicidad; constata Juan Pablo II

Analiza su relación con la moral junto a la Comisión Pontificia Bíblica

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 20 abril 2004 (ZENIT.org).- En la Biblia Dios no sólo se revela sino que también revela al hombre el camino hacia la felicidad, constató este martes Juan Pablo II.

El pontífice afrontó la relación entre Biblia y moral al encontrarse con los participantes en la asamblea plenaria anual de la Comisión Pontificia Bíblica, institución dependiente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que se celebra en el Vaticano del 19 al 23 de abril.

«Se trata de un tema que afecta no sólo a los creyentes, sino de alguna manera a todas las personas de buena voluntad», aseguró.

«De hecho –aclaró el obispo de Roma–, a través de la Biblia, Dios habla y se revela a sí mismo e indica la base sólida y la orientación segura para el comportamiento humano».

La moral bíblica, reconoció, implica «algunas actitudes fundamentales», como son: «Conocer a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, reconocer su bondad infinita, saber con ánimo agradecido y sincero que toda dádiva generosa y todo don perfecto vienen de lo alto y descienden del Padre de las luces, descubrir en los dones que Dios nos ha dado las tareas que nos ha confiado y asumir nuestra plena responsabilidad frente a Él».

«La Biblia nos presenta riquezas inagotables de esta revelación de Dios y de su amor a la humanidad. La tarea de vuestro compromiso común consiste en facilitar el acceso del pueblo cristiano a estos tesoros», propuso.

Las sesiones de la asamblea, se están celebrando en la Casa Santa Marta del Vaticano, bajo la presidencia del cardenal Joseph Ratzinger, presidente de la Comisión, y bajo la dirección del Klemens Stock S.J., secretario general.

En un primer momento, los diferentes miembros (son veinte), que han sido nombrados por el Santo Padre a propuesta del cardenal presidente, han aportado su propia contribución al tema del encuentro –la Biblia y la moral– como base para la discusión general.

En su saludo al Papa durante la audiencia, el cardenal Ratzinger constató que «la relación entre Biblia y moral» constituye una cuestión candente en estos momentos.

«Crece en la sociedad contemporánea la expectativa por una ética no confesional, por una así llamada «moral laica» producida sólo por la razón e independiente de cualquier revelación», constató.

«Ciertamente la razón humana es capaz de conocer y de formular normas morales válidas: sin embargo, es frágil y limitada y no es capaz de revelarse a sí misma su origen y su significado último, pues es la razón del hombre pecador», afirmó el purpurado bávaro.

«Por tanto, es necesaria la fe para comprender plenamente los contenidos morales de la condición humana», afirmó.

La ley moral, dijo citando el número 1950 del Catecismo de la Iglesia Católica, puede definirse como «una pedagogía de Dios».

«Prescribe al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; proscribe los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor», añadió.

«El cristiano no vive y no comprende por sí solo su fe, ni su vida moral. El acceso a la fe en Jesucristo, que ofrece la salvación, tiene lugar a través de la mediación de una tradición viviente, la Iglesia: a través de esta Tradición, los cristianos reciben la «voz viva del Evangelio», como expresión fiel de la sabiduría y de la voluntad divina», subrayó.

Por este motivo, concluyó, «compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas», como indica el Código de Derecho Canónico en el canon 747.

Los dos últimos documentos de la Comisión Pontificia Bíblica, transformada por el Papa Pablo VI en 1971 en órgano consultivo de expertos, son «El pueblo judío y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana» (24 de mayo de 2001) y «La interpretación de la Biblia en la Iglesia» (15 de abril de 1993).

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ZENIT Staff

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