La “Bomba del crecimiento de población” no es la verdadera bomba

El envejecimiento de las naciones presagia un desastre en el sistema de pensiones

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LOS ÁNGELES, 2 marzo 2002 (ZENIT.org).-
Comentaristas de los medios de prensa de Estados Unidos han criticado fuertemente el rechazo de la administración Bush a aprobar la financiación norteamericana al Fondo de Población de las Naciones Unidas.

Paul R. Ehrlich, autor de “The Population Bomb”, escribiendo el 20 de enero en el Los Angeles Times, avisaba: “En una época en que hemos demostrado lo rápidamente que puede unirse una nación contra la amenaza del terrorismo, nuestra falta de resolución ante el aumento amenazante de las presiones de población parece cuanto menos extraña”.

De hecho, estudios recientes muestran claramente que es el envejecimiento, no el crecimiento excesivo de población, el principal problema demográfico. Incluso algunos sectores de las Naciones Unidas (si bien no el Fondo de Población) reconocen esto. Para atajar el problema, las Naciones Unidas quieren reunir la Segunda Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, en Madrid, España, del 8 al 12 de abril.

El propósito de la reunión es revisar los resultados de la Primera Asamblea Mundial, que tuvo lugar hace 20 años en Austria, y adoptar un plan de acción y una estrategia a largo plazo sobre el envejecimiento. Con antelación, un foro de expertos se reunirá en Valencia para discutir temas relacionados con la conferencia. Se reunirá paralelamente un foro para las organizaciones no gubernamentales, del 5 al 9 de abril.

Según el Secretariado de Naciones Unidas para la Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, los miembros del Comité Preparatorio para la conferencia de Madrid tendrán una sesión conclusiva del 25 de febrero al 1 de marzo. Una de las principales tareas del comité será finalizar la preparación del Plan Internacional de Acción sobre el Envejecimiento 2002, que será adoptado en abril.

El Plan de Acción propone, en parte, la meta de erradicar la pobreza de la tercera edad y dar oportunidades a la población anciana para participar plenamente en la vida económica, política y social de sus sociedades. Entre los puntos de acuerdo está el “reconocimiento de la importancia crucial de las familias”.

Quedan todavía algunas cuestiones por resolver, incluyendo el tema de los derechos humanos aplicados a la vejez, las necesidades de los emigrantes ancianos, y los temas relacionados con el fin de la vida, como el suicidio asistido.

Un mundo que encanece
Los datos publicados por la División de Población del Departamento de Economía y Asuntos Sociales de las Naciones Unidas revelan un dramático incremento del envejecimiento en muchos países. Una de cada 10 personas tiene ahora 60 años o más. En el 2050, este porcentaje subirá hasta uno de cada cinco y, en el 2150, uno de cada tres.

El fenómeno del envejecimiento es particularmente marcado en algunos países desarrollados. Hoy día uno de cada cinco europeos es mayor de 60 años. Para el año 2050, esta proporción será de uno de cada cuatro y, en algunos países, de uno de cada dos.

Pero la verdadera “bomba de envejecimiento” está en los países en vías de desarrollo. La División de Población hace notar que el ritmo de envejecimiento en estos países es más rápido que en el mundo desarrollado, lo que significa que los primeros tienen menos tiempo para adaptarse al problema. Lo que las Naciones Unidas no dicen es que este rápido envejecimiento en el Tercer Mundo se debe, en parte, a los programas de control de población impuestos por las Naciones Unidas mismas y por los países ricos.

La Oficina de Estadística de Estados Unidos ha examinando recientemente la cuestión del envejecimiento en su publicación de noviembre de 2001: “An Aging World: 2001”. Entre sus puntos destacables:

–Las personas con 65 años o más comprenden entre el 12% y el 16% de la población de los países desarrollados. Italia, con un 18%, es el país “más anciano”, seguido de Grecia, Suecia, Japón, España y Bélgica con un 17%.

–En el 2000, el 59% de la población con más de 65 años vivía en los países en vías de desarrollo. En el 2030, este porcentaje aumentará hasta el 71%.

–A algunos países les ha llevado muchos años multiplicar por dos su porcentaje de ciudadanos mayores de 65 años, del 7% al 14% –por ejemplo, Francia, 115 años; Suecia, 85 años; Estados Unidos, 69 años; Reino Unido, 45 años–. Esta incremento se espera que tenga lugar mucho más rápidamente en países en vías de desarrollo: China, 27 años; Chile, 25 años; Brasil, 21 años; Colombia, 20 años.

–Mientras que casi toda la población de los países desarrollados está incluida en planes de pensiones, la población de los países en vías de desarrollo no tiene esa suerte. En 1995, el 96% de los italianos gozaba de la cobertura de planes de pensiones, en comparación con sólo el 50% de Brasil.

Repercusiones fiscales
Una población envejecida resulta costosa para las naciones. Un documento de trabajo publicado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) del pasado septiembre subrayaba precisamente la factura que pasa el envejecimiento a los gobiernos.

El estudio, “Fiscal Implications of Aging: Projections of Age-Related Spending”, hacía notar que en los países desarrollados casi se doblará, en porcentaje, el número de los más ancianos (más de 65 años) sobre la población en edad laboral (entre los 20 y 64 años) entre el 2000 y el 2050.

La OECD ha calculado el impacto económico del envejecimiento. El gasto en pensiones se incrementará en un 3% o un 4% del producto interior bruto (la suma de todos los bienes y servicios producidos dentro de las fronteras de un país), en el periodo que irá hasta el año 2050. El actual gasto en los países miembros ronda el 7,5% del PIB.

El documento observaba que las proyecciones sobre el gasto en salud son considerablemente más impredecibles que las pensiones. En porcentaje, el actual gasto público en salud está más o menos en el 6% del PIB. El porcentaje aumentará en el periodo 2000-2050, en los 14 países en los que está disponible esta información, entre un 3% y un 3,5% del PIB. Pero para cinco países (Australia, Canadá, Holanda, Nueva Zelanda y Estados Unidos) este aumento alcanzará el 4% o más.

Sobre todo, el OECD estima que el envejecimiento conducirá a un descenso en los ingresos fiscales del gobierno, o a un incremento de su déficit, equivalente al 6% o al 7% del PIB, en el periodo 2000-2050.

Estos cálculos se han basado en la suposición de que el grado de fertilidad, en los países desarrollados, subirá, desde el actual porcentaje de cerca de 1,5 niños por mujer, hasta el 1,8 en el año 2050. Algunos países, como Francia y Estados Unidos, han visto cómo aumentaba su fertilidad en los últimos años. Pero muchos otros países desarrollados todavía no muestran signos de recuperación.

El estudio recientemente publicado por el Center for Strategic and International Studies, “The Fiscal Challenge of an Aging Industrial World”, contiene más información sobre los costes del envejecimiento. La población activa –aquellos capaces de pagar las pensiones y los cuidados sanitarios de los más ancianos- se reducirá dramáticamente en los años venideros. En Italia, en el 2050, la población activa caerá hasta no menos del 43%. También habrá agudas disminuciones en Japón (34%) y Alemania (23%).

El estudio alerta de que la balanza futura entre trabajadores y retirados podría conducir a una crisis de las pensiones. El aumento de los gastos conducirá a un incremento notable de la deuda, que podría desestabilizar los mercados financieros, o conducir a grandes aumentos de impuestos, que podrían penalizar el crecimiento económico.

Así, la “bomba de población” se convierte en la “bomba de las pensiones”, causada por el descenso de la natalidad. Prestar demasiada atención a un problema
ficticio, puede poner a las naciones ante una calamidad real.

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ZENIT Staff

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