La canonización de Juan Diego, impulso a la promoción humana del indígena

Arzobispo de Tegucigalpa: Una forma de reparación de los errores del pasado

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TORONTO, 29 julio 2002 (ZENIT.org).- La canonización de Juan Diego refleja que el Papa está cerca de los más de 90 millones de indígenas americanos. Así lo expresó el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras), después de presidir una eucaristía en el marco de las recién concluidas JMJ en Toronto.

Igualmente afirmó que la proclamación de santidad del beato Juan Diego es una forma de pedir perdón a los indígenas por los errores cometidos por la Iglesia católica en el pasado, según recoge el diario Reforma.

«El Santo Padre ha sido un ejemplo en esto, al hacernos ver que en la primera evangelización, donde es lógico que no se tuvieran los criterios de hoy en día, se cometieron muchos errores y es muy importante que se puedan remediar», subrayó el presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras.

«[La canonización] es un buen impulso para que exista una promoción humana del indígena, la que conduce también a la promoción cristiana y a la santidad, ya que es posible para todo cristiano ser santo y Juan Diego es un ejemplo», añadió el purpurado.

El cardenal Rodríguez Maradiaga también quiso dejar claro que la canonización de Juan Diego no representa aliento alguno a las teologías autóctonas: «Todo ese tipo de corrientes son buenas en cuanto pueden favorecer la pluralidad del pensamiento, pero son malas si introducen la división, porque el deseo del Señor Jesucristo es que fuéramos uno y todo lo que rompe la unidad y la comunión no puede ser conforme a la teología ni a la voluntad de Dios», añadió.

El cardenal Rodríguez Maradiaga quiso igualmente destacar la devoción del Santo Padre a la Virgen de Guadalupe relatando un testimonio personal: «En 1999, el Papa visitó México para entregarnos la Exhortación Postsinodal «Iglesia en América» en la Basílica de Guadalupe. Al terminar la celebración eucarística, el cardenal Norberto Rivera –arzobispo primado de México– me indicó que me quedara. El Santo Padre había subido a ver la imagen de la Virgen de Guadalupe».

«El Santo Padre estuvo arrodillado unos 20 minutos orando ante la Virgen y el cardenal, cuando salió, me ofreció la posibilidad y también subí. Es una gracia que nunca dejo de agradecerle al Señor y al cardenal haber podido constatar cómo el Santo Padre es profundamente devoto de la Virgen de Guadalupe», concluye el arzobispo de Tegucigalpa.

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ZENIT Staff

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