La catedral de Santiago de Compostela cumple 800 años

Monseñor Barrio habla sobre el “testimonio de la belleza” del templo compostelano

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SANTIAGO DE COMPOSTELA, martes 12 de abril de 2011 (ZENIT.org).- La catedral de Santiago de Compostela (España), que alberga el sepulcro del Apóstol, cumple este año su octavo centenario.

Con este motivo, el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, ha escrito una extensa carta a sus fieles en la que habla sobre el significado de este templo, tercera meta de peregrinación del mundo cristiano, después de Jerusalén y Roma.

La catedral de Santiago fue consagrada el 4 de abril de 1211 por el obispo Pedro Muñiz, después de más de cien años de trabajos. Se alza sobre el lugar donde se descubrió la tumba del Apóstol Santiago a principios del siglo IX, y sustituía al templo anterior, demasiado pequeño para acoger a los miles de peregrinos que acudían cada año de toda Europa.

“He podido comprobar que para quien contempla nuestra catedral la pregunta recurrente es de dónde ha podido salir tanta belleza – afirma en su carta monseñor Julián Barrio –. Aquí la humanidad da lo mejor de sí misma porque le importan su Padre Dios y sus hermanos los hombres”.

“En ella encontramos la tumba del apóstol Santiago. Por sus paredes discurre la historia de fe heredada de los Apóstoles. Si con razón nos admira la belleza artística de sus piedras, todo ello cede en grandeza a la riqueza espiritual del interior de las personas que se reconocen ser templo de Dios”, añade.

“En una de sus catequesis el Papa Benedicto XVI subraya dos elementos del arte románico y gótico que debemos considerar pastoralmente a la hora de comprender su significado: tener en cuenta el alma religiosa que inspiró estas obras, y valorar que la fuerza del estilo románico y el esplendor de las catedrales góticas nos recuerdan que el camino de la belleza es una senda privilegiada y fascinante para acercarse al misterio de Dios”.

Recordando la estupefacción del escritor francés Paul Claudel al contemplar la catedral de Notre-Dame de París, el prelado compostelado explicó que la catedral “controla completamente y testifica en su elocuencia silenciosa el poder de su simbolismo, ya que ella es propiamente un símbolo y como tal recordamos a toda catedral que domina una ciudad”.

“Es símbolo de la vida religiosa .cultural y social, y así se comprueba en nuestra catedral: su ciudad nació mirando hacia ella”, añade. “Su silueta nos identifica, inspira y atrae. Admiramos no sólo su grandeza, su antigüedad captando los ecos de la historia y extasiándonos con su belleza, sino también su misterioso encanto y su simbolismo que es necesario interpretar”.

La iglesia catedral en la majestad de su estructura arquitectónica, “es signo del templo espiritual que se edifica en el interior de las almas y brilla con el esplendor de la gracia divina”.

“Podemos considerar a nuestra Catedral como una maestra, cuando explica la fe a través del Pórtico de la Gloria, como una hospitalera, cuando acoge al peregrino cansado por los agobios y las incertidumbres de la vida, y como la guardiana que vela ante la tumba de Santiago Apóstol”.

Por ello, añade, “cuidar su estructura arquitectónica y su conjunto artístico para transmitirlos en las mejores condiciones posibles a quienes vengan detrás de nosotros, es un objetivo permanente”.

El obispo compostelano concluye su carta deseando, con palabras del Papa Benedicto XVI, “que el Señor nos ayude a redescubrir el camino de la belleza como uno de los itinerarios, quizá el más atractivo y fascinante, para sentir el Amor de Dios y para amar a Dios”.

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ZENIT Staff

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