La ciencia puede ser el lugar de encuentro con Dios, afirma el Papa

Los científicos “advierten cada vez más” la necesidad de la filosofía

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 28 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Existe un punto de encuentro entre la ciencia y la religión, cuando el científico es consciente de que existe en la naturaleza una razón y una lógica que el hombre no ha creado.

Así lo constató el Papa Benedicto XVI al recibir hoy en audiencia a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, que se reúnen estos días en Roma para reflexionar sobre “La herencia científica del siglo XX”.

Esta herencia no debe reducirse a una visión simplemente optimista o pesimista de la ciencia, afirmó el Papa, según se miren los avances científicos con euforia o con temor. La ciencia, aseguró, es mucho más.

“Su tarea fue y sigue siendo un paciente y con todo apasionada búsqueda de la verdad sobre el cosmos, la naturaleza y sobre la constitución del ser humano. En esta búsqueda, ha habido muchos éxitos y fracasos, triunfos y reveses”, explicó.

Respecto al siglo XX, el Papa añadió que en conjunto, los progresos realizados en las diversas disciplinas “ha dado lugar a una mayor concienciación sobre el lugar que el hombre y el planeta ocupan en el universo”.

“En el último siglo, el hombre ciertamente avanzado más – aunque no siempre en el conocimiento de sí mismo y de Dios, pero sí ciertamente en su conocimiento del macro y microcosmos – que en toda la historia de la humanidad”, reconoció.

Ahora bien, precisamente por ello, actualmente los científicos “se dan cuenta cada vez más de la necesidad de estar abierto a la filosofía si se quiere descubrir el fundamento lógico y epistemológico de su metodología y sus conclusiones”.

La Iglesia en este sentido cree que la actividad científica “en última instancia, se beneficia del reconocimiento de la dimensión espiritual del hombre y de su búsqueda de respuestas definitivas que permitan el reconocimiento de un mundo que existe independientemente de nosotros”.

“Los científicos no crean el mundo, sino que aprenden de él y tratar de imitarlo”, explicó. “La experiencia del científico como ser humano es, pues, la de percibir una constante, una ley, un logos que no ha creado pero que en cambio, ha observado”.

Esta experiencia “lleva a admitir la existencia de una razón todopoderosa, que es distinta de la del hombre, y que sostiene el mundo”.

“Este es el punto de encuentro entre las ciencias naturales y la religión. Como resultado, la ciencia se convierte en un lugar de diálogo, un encuentro entre el hombre y la naturaleza y, potencialmente, incluso entre el hombre y su Creador”, subrayó.

En este sentido, el Papa propuso a los miembros de la Academia que lleven su reflxión a dos cuestiones: la necesidad de incorporar la reflexión filosófica a la ciencia, y la importancia de una guía moral.

Respecto al primero punto, afirmó que “a medida que el aumento de los logros de las ciencias acrecientan nuestra maravilla frente a la complejidad de la naturaleza, se percibe cada vez más la necesidad de un enfoque interdisciplinario ligado con la reflexión filosófica”.

En segundo lugar, “los logros científicos en este nuevo siglo deberían ser siempre guiados por el sentido de la fraternidad y la paz, ayudando a resolver los grandes problemas de la humanidad, y dirigir los esfuerzos de todos hacia el verdadero bien del hombre y el desarrollo integral de los pueblos del mundo”.

El resultado positivo de la ciencia del siglo XXI “seguramente dependerá en gran medida de la capacidad del científico de buscar la verdad y de aplicar los descubrimientos de una manera que va de la mano con la búsqueda de lo que es justo y bueno”, concluyó el Papa.

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ZENIT Staff

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