La clave de un desarrollo sostenible es el trabajo digno, asegura la Santa Sede

Intervención de monseñor Tomasi ante el ECOSOC

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GINEBRA, viernes, 7 julio 2006 (ZENIT.org).- El trabajo digno es la clave para el desarrollo sostenible, considera la Santa Sede.

Así lo expuso el arzobispo Silvano M. Tomasi, observador permanente ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, al intervenir el 5 de julio en la reunión del Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC).

El representante del Papa apoyó todas aquellas medidas que subrayen «el papel central de la persona humana» y que valoren el «trabajo humano», como «camino para superar la pobreza crónica y la marginación».

«El trabajo digno, de hecho –reconoció–, implica una calidad de vida que va más allá de la producción: es una dimensión de la persona misma, que da al trabajo su más elevado valor».

Según el prelado, el desempleo es uno de los impedimentos para lograr los Objetivos del Milenio que ha adoptado la comunidad internacional en la lucha contra la pobreza, provocando al mismo tiempo «comportamientos desordenados y, con seguridad, un mundo menos seguro».

Por eso, «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz», afirmó, citando una famosa expresión forjada por el Papa Pablo VI en 1967, en su encíclica «Populorum Progressio».

En este contexto, monseñor Tomasi pidió a la comunidad internacional que se pregunté «por qué tanta asistencia financiera directa y tanto intercambio tecnológico no han sido tan eficaces como se esperaba».

Respondiendo implícitamente esta pregunta, el representante constató que «en su nivel más profundo, la creación de nuevos empleos pone en movimiento la economía».

«La participación activa en el trabajo desbloquea las capacidades creativas y las energías de cada persona». De este modo, dijo, «paso a paso se reduce la pobreza, la emigración se transforma en una opción y no en una necesidad, las normas sociales se consolidan y las personas salen del círculo vicioso de la miseria y de las condiciones indecentes de vida».

Por eso, dijo citando la encíclica de Juan Pablo II «Laborem exercens», «el primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo».

Para «evitar que se derrochen los recursos» en la ayuda al desarrollo internacional, el arzobispo insistió en la necesidad de «ayudar a las personas de las sociedades menos desarrolladas a contar con la formación y la experiencia que les dé buenas probabilidades de competir en el mercado» global.

El trabajo digno «contribuye a fomentar la convicción en un futuro mejor», ofreciendo la posibilidad de «recuperar el protagonismo personal y la autoestima, favoreciendo una estructura social más integrada».

«De este modo, se puede apoyar a la familia, los niños no se ven forzados a trabajar y pueden acceder a la educación, aprendiendo además los valores de la organización y la participación social».

«El trabajo –reconoció– se convierte en el elemento más decisivo para la realización personal de cada hombre y mujer».

«Una convergencia o coherencia entre los actores internacionales en el escenario económico y de desarrollo pueden multiplicar los resultados en la creación de puestos de trabajo, y esto implica una mejor coordinación en las políticas financieras de inversión, en las reformas agrarias, en el acceso a los mercados y en el buen gobierno», afirmó.

En este contexto, siguió diciendo, «una progresiva eliminación de la deuda exterior entonces resultará como consecuencia de esta estrategia».

«Si las negociaciones de Doha sobre el comercio fracasan la parte del mundo más pobre y hambrienta pagará las consecuencias y durante muchos años se esfumarán sus perspectivas de desarrollo», dijo por último el prelado.

Concluyó pidiendo «valentía» e «imaginación política» en el «compromiso concreto a favor de la eliminación de la pobreza global, que sigue siendo un escándalo y una amenaza a la paz y la seguridad».

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ZENIT Staff

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