La clave para que el «crecimiento económico» no sea «empobrecimiento espiritual»

La fidelidad a los valores espirituales y humanos, explica el Papa a Irlanda

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CASTEL GANDOLFO, lunes, 6 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha invitado a Irlanda a mantener los valores humanos y religiosos que han conformado su historia para que el «extraordinario crecimiento económico» que experimenta no se convierta en «empobrecimiento espiritual».

Fue el mensaje que dejó este sábado al nuevo embajador de ese país ante la Santa Sede, Philip McDonagh (Dublín, 1952), diplomático de carrera que hasta hace poco era embajador en la India.

El pontífice, en el discurso que le entregó, confesó además sus esperanzas para el proceso de paz en Irlanda del Norte y pidió a Dublín hacer lo que le corresponde para que en la Unión Europea se escuche el grito de los refugiados e inmigrantes que tocan a sus puertas.

«Irlanda ha emprendido recientemente cambios sociales significativos, que incluyen un extraordinario crecimiento económico», constató Juan Pablo II.

«Una sociedad más próspera tiene más posibilidades de convertirse en una sociedad más justa y abierta, pero al mismo tiempo tiene que afrontar nuevos desafíos, incluido el peligro de un cierto empobrecimiento espiritual y de la indiferencia ante dimensiones morales y religiosas más profundas de la vida», reconoció.

«La aspiración de su país a convertirse en una sociedad profundamente moderna, en el seno de la familia de naciones, encontrará su expresión más elevada en el compromiso por reafirmar ante todo la incomparable dignidad y el derecho a la vida de cada persona humana», indicó.

«Confío en que, permaneciendo fiel a los valores que han conformado a Irlanda como nación desde los tiempos de su evangelización, vuestro pueblo ayude a ofrecer una importante contribución al futuro de Europa», reveló.

El Santo Padre comentó también las esperanzas que el mismo embajador McDonagh expresó sobre el proceso de paz que está viviendo en estos momentos Irlanda del Norte. «Rezo para que se hagan todos los esfuerzos para aprovechar las oportunidades ofrecidas por el Acuerdo del Viernes Santo [1998 ndr.], que ha dado un nuevo impuso y esperanza», reconoció.

«La Iglesia católica en Irlanda, trabajando junto a las demás comunidades cristianas, está comprometida en la consolidación de actitudes positivas de comprensión, respeto y estima de los demás a través de actividades ecuménicas y de esfuerzos educativos», aseguró el Santo Padre.

«El mensaje del Evangelio no puede separarse del llamamiento a un cambio del corazón; ni la evangelización debe aislarse del ecumenismo y de la promoción de fraternidad, la reconciliación y la apertura a los demás, especialmente hacia los demás cristianos», indicó.

«Que las iniciativas de todos los que buscan la paz y la reconciliación sean bendecidas por la gracia de Dios y den frutos para los niños del mañana», deseó el Santo Padre.

Recordó, además, al gobierno de Dublín que «la situación de los refugiados y de los desplazados por la pobreza, la guerra o la opresión es particularmente dramática y exige una especial atención y generosidad».

«La Santa Sede espera que los pasos emprendidos durante la presidencia de turno irlandesa de la Unión Europea [el semestre pasado ndr.] a favor de políticas de apertura a otros pueblos siga inspirando la actitud de la comunidad hacia los inmigrantes de otros continentes y culturas», subrayó.

«Aliento a su país a seguir afrontando este importante problema humanitario junto a sus socios europeos con un corazón abierto y un compromiso perseverante», concluyó.

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ZENIT Staff

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