La compasión, vocación del catequista en tiempos de crisis

Según el cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires

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BUENOS AIRES, 26 agosto 2003 (ZENIT.org).- La experiencia de la propia fragilidad y la del mundo hacen imprescindible el recurso a la oración para transformarse en personas de encuentro y comunión, según exhortó el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina a los catequistas el jueves pasado.

«El tesoro de nuestro barro» (2 Co. 4, 7) es el título de la carta en la que, con motivo de la festividad de San Pío X –patrono de los catequistas–, el cardenal Jorge Mario Bergoglio ha insistido en la vocación de todo catequista como aquel que sabe estar cerca del que sufre, especialmente en el contexto de la crisis que atraviesa el país.

Ante la «nueva invasión pseudocultural que nos presenta los nuevos rostros paganos (…), experimentamos la desproporción de las fuerzas y la pequeñez del enviado», reconoce el purpurado en su misiva.

«Pero es justamente desde la experiencia de la fragilidad propia –advierte– en donde se evidencia la fuerza de lo alto, la presencia de Aquél que es nuestro garante y nuestra paz».

De hecho, el prelado afirma que «sólo aquel que se reconoce vulnerable es capaz de una acción solidaria», de forma que «la compasión se convierte en comunión, en puente que acerca y estrecha lazos».

En este sentido, «si algo caracteriza la pedagogía catequística, si en algo debería ser experto todo catequista, es en su capacidad de acogida, de hacerse cargo del otro», subraya el cardenal Bergoglio.

«Por eso, ante la gravedad y lo extenso de la crisis, ante el desafío como Iglesia archidiocesana de comprometernos en “cuidar la fragilidad de nuestro pueblo”, te invito –escribe el purpurado– a que renueves tu vocación de catequista y pongas toda tu creatividad en “saber estar” cerca del que sufre, haciendo realidad una “pedagogía de la presencia”» de forma que «la escucha y la proximidad no sólo sean un estilo, sino contenido de la catequesis».

Se trata, en fin, de ser «crisma y caricia del que sufre» y de no tener miedo «de cuidar la fragilidad del hermano» desde la propia fragilidad, revela el arzobispo de Buenos Aires.

Y es que justamente es en la fragilidad donde se es llamado a ser catequista. «La vocación –recalca el cardenal Bergoglio– no sería plena si excluyera nuestro barro, nuestras caídas, nuestros fracasos», porque es donde «la vida de Jesús se manifiesta y se hace anuncio salvador».

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ZENIT Staff

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