La Conferencia de Aparecida concluye convocando la gran misión continental

APARECIDA, jueves, 31 mayo 2007 (ZENIT.org).- La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe concluyó este jueves convocando una gran misión continental que quiere «abrazar» a los habitantes de todo el continente «para transmitirles el amor de Dios y el nuestro».

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«Será un nuevo Pentecostés que nos impulse a ir, de manera especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que poco o nada conocen a Jesucristo», señala el «Mensaje Final» dado a conocer en la sesión de clausura.

El texto fue leído por el cardenal Julio Terrazas Sandoval CSSR, arzobispo de Santa Cruz (Bolivia).

La gran misión continental tendrá como agentes a las diócesis y a los episcopados y sus detalles serán analizados en la reunión de presidencias episcopales del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) que se celebrará en el mes de julio en La Habana (Cuba).

«Con firmeza y decisión, continuaremos ejerciendo nuestra tarea profética discerniendo dónde está el camino de la verdad y de la vida; levantando nuestra voz en los espacios sociales de nuestros pueblos y ciudades y, especialmente, a favor de los excluidos de la sociedad», afirman los obispos participantes en la Conferencia General.

Tras reafirmar su opción preferencial y evangélica por los pobres, los obispos se comprometen a defender a los más débiles, especialmente a los niños, enfermos, discapacitados, jóvenes en situaciones de riesgo, ancianos, presos y migrantes.

Dirigen, asimismo, una palabra especial a los pueblos indígenas y convocan a todas las fuerzas vivas de la sociedad a «cuidar nuestra casa común, la tierra, amenazada de destrucción».

«Queremos favorecer un desarrollo humano y sostenible basado en la justa distribución de las riquezas y la comunión de los bienes entre todos los pueblos», agrega el mensaje, al tiempo que promueve condiciones de vida digna (alimentación, educación, vivienda y trabajo) para todos.
También invita a combatir los males que dañan o destruyen la vida, como el aborto, las guerras, el secuestro, la violencia armada, la corrupción, el terrorismo, la explotación sexual y el narcotráfico; a defender la verdad y a velar por el inviolable y sagrado derecho a la vida y la dignidad de la persona humana, desde su concepción hasta su muerte natural.

Al terminar esta V Conferencia, que fue inaugurada por Benedicto XVI el 13 de mayo, los pastores anuncian que han «asumido el desafío de trabajar para darle un nuevo impulso y vigor a nuestra misión en América Latina y el Caribe».

Ante los desafíos que plantea esta nueva época, la V Conferencia ha renovado su fe, proclamando que Jesús es el camino «que nos permite descubrir la verdad y lograr la plena realización de nuestra vida» y que «nuestra mayor alegría es ser discípulos suyos».

«El llamado a ser discípulos misioneros nos exige una decisión clara por Jesús y su Evangelio, coherencia entre la fe y la vida, encarnación de los valores del Reino, inserción en la comunidad y ser signo de contradicción en un mundo que promueve el consumismo y desfigura los valores que dignifican al ser humano. En un mundo que se cierra al Dios del amor, ¡somos una comunidad de amor, no del mundo sino en el mundo y para el mundo!», agrega el Mensaje.

Los obispos se proponen reforzar la presencia y cercanía de la Iglesia. «Estamos llamados a ser Iglesia de brazos abiertos, que sabe acoger y valorar a cada uno de sus miembros (…) Invitamos a dedicarle más tiempo a cada persona, escucharla, estar a su lado en sus acontecimientos importantes y ayudar a buscar con ella las respuestas a sus necesidades. Hagamos que todos, al ser valorados, puedan sentirse en la Iglesia como en su propia casa».

Del mismo modo, los obispos invitan a hacer visible el amor y solidaridad fraterna y a promover el diálogo con los diferentes actores sociales y religiosos. «Queremos abrazar a todo el continente para transmitirles el amor de Dios y el nuestro. Deseamos que este abrazo alcance también al mundo entero», concluye el Mensaje, confiando a Nuestra Señora de Aparecida y a Nuestra Señora de Guadalupe, el nuevo impulso que brota a partir de hoy en toda América Latina y el Caribe, bajo el soplo del nuevo Pentecostés para nuestra Iglesia.

«Jesús invita a todos a participar de su misión. ¡Que nadie se quede de brazos cruzados!», manifiestan los obispos, al sintetizar su esperanza en la frase final de su mensaje: «¡Que este Continente de la esperanza también sea el Continente del amor, de la vida y de la paz!».

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ZENIT Staff

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