La contribución de los católicos a la democracia en tiempos de globalización

Semana de lluvia de ideas de los católicos italianos sobre el papel de la fe en el mundo moderno

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BOLONIA, sábado, 23 octubre 2004 (ZENIT.org).- La compleja y, en ocasiones, controvertida relación entre política y fe ha sido el tema afrontado por 44ª edición de la Semana Social de los Católicos Italianos, que congregó a casi 1.200 participantes del 7 al 10 de octubre en Bolonia.

Se alternaron los discursos con las mesas redondas reuniendo a prelados, políticos, economistas y académicos. Los temas examinados durante las sesiones incluyeron el papel de los católicos en el mundo político de hoy, política y poder, información y democracia, economía y ciencia.

En su bienvenida a los participantes, el arzobispo de Bolonia, monseñor Carlo Caffarra llamó la atención sobre el ethos subyacente que debería inspirar una democracia. Citando el documento del Vaticano II «Gaudium et Spes», explicaba que este ethos puede descubrirse en la naturaleza espiritual y moral de la persona.

Hoy dos enemigos principales obstaculizan el desarrollo de la persona humana y de este ethos, indicaba el arzobispo. El primero es la influencia del relativismo moral, que niega la existencia de verdades objetivas en ética, justicia y política. El segundo es la incapacidad de coordinar la libertad individual con las obligaciones sociales.

En su discurso introductorio, el cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, habló sobre el papel de los católicos en la sociedad italiana. El fiel, observaba, puede optar legítimamente por diferentes posiciones en el espectro político, pero no a costa de sacrificar su identidad específica como católico.

El cardenal Ruini recordó las palabras de Juan Pablo del 23 de noviembre de 1995, durante un encuentro en Palermo. La Iglesia, explicaba el Papa, no se propone alinearse con partidos individuales. Esto no significa, afirmaba el cardenal, que todas las agrupaciones políticas y sociales sean compatibles con la fe católica. Ni significa que todos den el peso suficiente a los principios clave de la doctrina social católica sobre temas tales como el respeto a la vida humana, la familia, la solidaridad y la promoción de la paz y la justicia.

Defender la trascendencia
La principal contribución que los católicos pueden hacer a la democracia de hoy, observaba el cardenal Ruini, es defender la trascendencia del ser humano, trascendencia que implica nuestra capacidad de conocer y transformar la realidad. En este sentido es un error imaginar que la Iglesia se opone al progreso científico, como se la suele acusar en los conflictos sobre cuestiones bioéticas. El progreso científico no debe desgajarse de los principios éticos, añadía.

La libertad es otra importante dimensión de la trascendencia humana. Esta libertad, afirmaba el cardenal, debe respetar el principio de que la persona es un fin en sí mismo y no debería nunca reducirse a un medio. Sólo respetando este principio tiene sentido el hablar de derechos que son comunes en la democracia moderna.

Principios guía
Una preocupación puesta de relieve en algunas presentaciones de la Semana Social fue la búsqueda de principios o valores que puedan inspirar y guiar al mundo de hoy. Francesco Paolo Casavola, ex presidente del tribunal supremo italiano, el Tribunal Constitucional, llamó la atención sobre las fuerzas centrífugas que afectan a muchas naciones.

Muchos países están afectados por una combinación de globalización, aumento en el nivel de inmigración, y la fuerza del egoísmo. Muchas sociedades se están haciendo multi-étnicas, multi-religiosas y multi-culturales. La democracia en la antigua Grecia no sobrevivió cuando fuerzas hostiles superaron la estructura de la ciudad-estado, observaba Casanova. Los desafíos del modelo actual de nación-estado también traen consigo peligros para la democracia, explicaba.

Durante una mesa redonda sobre economía y finanzas, Stefano Zamagni, profesor en la Universidad de Bolonia, explicaba que hay diversidad de opiniones sobre qué relación debería existir entre economía, política y sociedad civil. Algunos sostienen que el mercado es la solución para todos los males sociales. Otros consideran que una lógica inspirada en el mercado es dañina para la sociedad. Los modelos van desde los inspirados por el ideal de la redistribución en el estado de bienestar, hasta las propuestas más recientes contenidas en el concepto de conservadurismo compasivo.

Zamagni también llamó la atención sobre las dificultades que plantea a la democracia la globalización. Uno de los principios del modelo democrático de gobierno es que los ciudadanos pueden ejercer influencia en el proceso de toma de decisiones, y que aquellos que gobiernan tienen que responder a los votantes. Pero cada vez más la nación-estado ya no es la autora de las normas jurídicas. Las normas son impuestas con más frecuencia por instituciones globales que no tienen que responder directamente a los individuos a través de un determinado proceso democrático.

Sin embargo, sería exagerado decir que la democracia está en crisis, opinaba Lorenzo Ornaghi, rector de la Universidad Católica de Milán. Según su opinión, nos encontramos en medio de un proceso de reajuste.

El bien común
En otra mesa redonda, Ornaghi invitó a los católicos a que contribuyeran a esta reorientación de la democracia. Su invitación encontró eco en otro ex presidente del Tribunal Constitucional, Cesare Mirabelli. En una entrevista el 13 de octubre para el diario católico italiano, Avvenire, explicaba que los católicos pueden jugar un papel importante al asegurar que la democracia persiga el bien común de la sociedad, en vez de los intereses más limitados de los grupos partidistas.

El arzobispo de Milán, el cardenal Dionigi Tettamanzi, también invitó a una mayor atención al bien común en el proceso político. En su discurso, el arzobispo explicó que la doctrina social de la Iglesia, basada en el Evangelio, tiene un papel importante que jugar al proporcionar una base antropológica para la democracia.

Se necesita este fundamento antropológico para evitar falsas ideas sobre la persona humana, las relaciones sociales, los temas sexuales y las relaciones con el mundo. La democracia debería centrarse en la persona, defendía, pero con demasiada se busca manipular o incluso destruir, en vez de fomentar, el desarrollo personal.

El cardenal Tettamanzi también habló de algunos peligros para la democracia. Entre las amenazas que identificaba estaba el relativismo ético, el populismo, y una excesiva concentración de los medios y del poder económico. Invitó a los católicos a que ayudasen a renovar la conciencia moral y civil de Italia por medio de la promoción de valores como la solidaridad, la subsidiariedad y el respeto por la ley.

Auténtica democracia
En su mensaje al cardenal Ruini con motivo de la Semana Social, Juan Pablo II recordaba que en su texto para la Semana Social anterior, en 1999, habló de la necesidad de principio éticos que puedan sostener la sociedad civil.

Citando su encíclica «Centessimus Annus», el Papa observaba que la Iglesia valora el sistema democrático por el hecho de que asegura que todos los ciudadanos puedan participar en el proceso de gobierno. Pero una auténtica democracia sólo está presente cuando hay una concepción correcta de la persona humana, decía el documento de 1991.

Una amenaza actual a esta auténtica democracia es la tendencia al relativismo, añadía el Pontífice. Este relativismo puede conducir al error de pensar que adherirse a la verdad es un obstáculo a la democracia. Pero la verdad, como ha sido revelada por Cristo, es garantía para la persona humana de una plena y auténtica libertad, afirmaba el Santo Padre. Esta verdad, continuaba, es el mejor antídoto contra el fanatismo ideológico, sea de naturaleza científica, política o religiosa.

Juan Pablo II concluía invitando a lo
s católicos a ser activos en la sociedad y en la vida política, guiándose en este esfuerzo por la doctrina social de la Iglesia. Consejo que muchos participantes de la Semana Social encontraron tan relevante como siempre.

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ZENIT Staff

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