La Convención de los cristianos de Europa abre caminos al Evangelio en la vida pública

En el centro del debate, la dignidad humana, la bioética, la familia

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GNIEZNO/MOSCÚ, martes, 26 junio 2007 (ZENIT.org).- ¿Cuál es el papel que desempeña el ser humano y qué lugar ocupa en el desarrollo político, económico y social de la Europa contemporánea?

A esta pregunta ha respondido del 15 al 17 de junio la séptima Convención de los cristianos de Europa de Gniezno, la que fuera la primera capital de Polonia.

Con el tema «El hombre: el camino para Europa. ¿Cómo hacer nuestro mundo más humano?» participaron destacadas personalidades, académicos y representantes de la sociedad civil, pertenecientes en su mayoría a diversas confesiones cristianas.

«Es nuestra debilidad ser sólo testigos del mundo», dijo el arzobispo metropolita de Lublín y miembro del Consejo Pontificio para la Cultura, monseñor Józef Zycinski. «Necesitamos enfatizar también el camino del hombre», haciendo referencia, entre otros puntos, a que la dignidad humana debe llegar desde el nivel teológico y al hecho de que nada en el ser humano debe ser extraño para cada uno de nosotros.

Por su parte el presidente de Polonia, Lech Kaczynski, consideró que uno de los grandes retos de la Europa actual es el modelo de ciudadano europeo que se está formando: «La Unión Europea no cubre a todo el continente y necesitamos mantenernos abiertos para cualquiera en nombre de la solidaridad».

«Europa es cada vez un continente más secular, por lo que la disputa no es sólo acerca de las Instituciones, sino también sobre su gente», agregó Kaczynski. «Estoy convencido de que el camino de Europa es el camino del hombre y el hombre necesita fe. Es un reto para los europeos luchar por sus valores».

A su vez, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, recalcó que el individuo necesita estar en el centro de la política, la cultura y de todos los aspectos de la vida, para lo cual es necesario empezar con el respeto al propio ser humano.

«Europa no estará unida a menos que se convierta en una comunidad de espíritu», recordó el cardenal Bertone, citando las palabras que precisamente pronunciara en Gniezno el Papa Juan Pablo II. «El hombre es el camino para Dios y el medio para completar la misión de la Iglesia», señaló.

«Actualmente en Europa y en todo el mundo, el hombre es humillado por sistemas económicos que se aprovechan de colectividades enteras»,

«Como cristianos no podemos callarnos y tenemos que denunciar esta opresión cultural que impide a las personas y a los grupos étnicos ser ellos mismos, según su vocación específica».

«La historia será severa con nuestra época, en la medida en que asfixia, corrompe y somete brutalmente las culturas en tantos países del mundo», indicó.

En la construcción de estos «nuevos valores», el cardenal Bertone denunció la manipulación genética que juega con la vida humana: «Nosotros hemos heredado el derecho a la vida, por lo que las decisiones en cuanto al destino de la persona no pueden ser hechas en un laboratorio».

«El misterio del hombre», agregó el cardenal Bertone, «está escrito en el misterio de la redención. Sin el respeto a la persona y a su dignidad es imposible anunciar la salvación».

Agregó que, en los últimos años, el ser humano ha sido testigo de un rápido crecimiento de la ciencia, mas no del desarrollo de la responsabilidad. «El embrión de Europa, es una Europa basada en los valores cristianos, del Evangelio», afirmó el Secretario de Estado.

Otra de las figuras centrales de la convención fue la del antiguo director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el doctor Joaquín Navarro-Valls, quien habló acerca del matrimonio y la familia del mañana, como una pregunta a resolver para el futuro de Europa.

Tras afirmar que la familia es igual de importante tanto para el hombre como para la mujer, Navarro-Valls consideró muy peligroso que en la actualidad se presentara a la misma como un modelo social transitorio, que bien podría ser el de un sindicato o una corporación.

«La familia –explicó Navarro-Valls– es una partícula de actuación de la persona para su perfeccionamiento y una verdadera cultura de la familia no puede crecer en las Instituciones que la están destruyendo».

«¿Quién va a dar el apoyo económico para el desarrollo de la familia?», preguntó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, «¿el equilibrio mundial?». «Este aspecto debe tomar un lugar preponderante en las negociaciones sociales sobre todo cuando la base de la sociedad, es decir la familia, no toma parte en el parlamento, en el gobierno», expresó.

«La preservación de la familia, de la identidad cultural y cristiana, es un asunto que nos toca íntimamente a cada uno de nosotros», reconoció Navarro Valls. «No se trata sólo de saber hacia dónde va Europa, sino de ustedes, los parlamentarios, ¿hacia donde nos llevan?».

Un momento muy especial dentro de la Convención, fue cuando se le preguntó a Navarro-Valls, qué pasaba cuando una persona decidía, como en su caso, permanecer en el celibato por su voluntad propia, a lo que él, con una sonrisa, contestó que por lo general no acostumbraba contestar preguntas personales, pero que en este caso quería decirles a los participantes que «siempre que a cualquier cosa que digas que “sí”, simultáneamente estás diciendo que “no” a otras».

«¿Cómo decir que sí por siempre?… ¿Y por qué no? Cuando puedo hacer esto, estoy ejerciendo en el más alto grado mi libertad», señaló Navarro-Valls.

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ZENIT Staff

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