La crisis de Japón no es económica; es espiritual

Carta pastoral de los obispos católicos del país asiático

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TOKIO, 29 mar 2001 (ZENIT.orgFIDES).- La gran crisis de Japón no es económica, sino espiritual. Esta es la conclusión a la que han llegado los obispos católicos del país que del 26 al 31 de marzo se encuentran en Roma cumpliendo con su quinquenal visita al Papa y a la Santa Sede.

Signo inquietante de los males que afligen a la sociedad es el suicidio de jóvenes: según datos oficiales, en 1999 se quitaron la vida más de 30.000 estudiantes, cifra que representa sólo la punta del iceberg, si se consideran los intentos de suicidio. Según los obispos, la opción por la muerte proviene de una «agonía interior» de los jóvenes, que no encuentran ayuda y comprensión.

La comunidad católica, –exigua minoría de 440.000 fieles, en una población de 126 millones de habitantes–, declara a la agencia misionera del Vaticano, Fides, monseñor Shimamoto Kaname, arzobispo de Nagasaki y presidente de la Conferencia Episcopal, vive en una sociedad «marcada por la ansiedad y tristeza».

Para reaccionar al malestar espiritual de la sociedad, los obispos han publicado una carta pastoral con el título «El respeto de la vida» en la que, con motivo del inicio del milenio, afrontan los principales problemas de la sociedad nipona.

Ante todo, se detienen a analizar el valor de la vida en su sociedad con el objetivo de tomar medidas orientadas restituir valor y dignidad a la vida humana, despreciada en el siglo XX. El país tiene todavía hoy las cicatrices de millones de muertos y enfermos después de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. El Japón dio la prioridad en la posguerra al desarrollo económico y, en 1987 alcanzó un Producto Interior Bruto per capita más elevado que el de Estados Unidos (más de 38.000 $ US), pasando a ser la nación más rica del mundo. Pero la carrera a la riqueza –hacen notar los obispos– ha generado una crisis de valores, así como la marginación de las personas que no son productivas. En este contexto, se han debilitado los lazos familiares.

A continuación, la carta pastoral de los obispos nipones analiza la situación de los ancianos y minusválidos. El bienestar económico ha aumentado la esperanza de vida (80 años) y, con ella, el envejecimiento de la sociedad (el 16% de la población supera los 65 años). Ahora bien, la sociedad competitiva premia a las personas sanas y discrimina a los más débiles, a los ancianos y minusválidos. El mensaje denuncia: «Actitudes discriminatorias hacia los minusválidos están profundamente arraigadas en la moderna sociedad japonesa». El episcopado exige relanzar las políticas sociales: asistencia médica a los necesitados, jubilación social para los ancianos, ayudas económicas a las familias en dificultad.

La crisis de valores que atenaza a las familias en la sociedad japonesa es el tercer punto de la carta de los obispos, quienes constatan la crisis del matrimonio en Japón: 243.000 divorcios en 1998, con graves repercusiones sobre los hijos.

«La comercialización del sexo, la promiscuidad entre jóvenes, la infidelidad conyugal son el resultado del énfasis dado al bienestar inmediato», constatan. Para invertir la tendencia, los obispos ofrecen una idea contra corriente: «Estar con los hijos es más importante que ganar dinero».

A la crisis de la familia va unida una sexualidad alienada, que considera el sexo como puro placer y lo separa de la procreación. «Cuando un joven pregunta por qué se equivoca cuando vende su cuerpo, los adultos japoneses no saben qué responder», constata la carta episcopal.

Los obispos pasan así a analizar la situación de los jóvenes y recuerdan que es más importante darles amor y no tanto bienes materiales. Esto exige comunicación interpersonal directa en las familias, ya substituida por la tecnológica de los teléfonos móviles y el Internet.

Las propuestas de aplicación de la eutanasia y la pena capital todavía vigente en el país son dos puntos importantes del documento de los obispos: «Las únicas naciones desarrolladas en las que está en vigor la pena de muerte son Estados Unidos y Japón», recuerdan. Según una reciente encuesta, el 80% de los japoneses, influenciados por la creciente criminalidad, son favorables a la pena capital. El texto reafirma el carácter sagrado de toda vida humana: «La vida pertenece a Dios».

Por último, la carta dedica un interesante espacio a las relaciones entre ética y ciencia. Condenando la clonación humana, los obispos invitan a los japoneses a estar más disponibles a la donación de órganos, reconociéndola como «acto de caridad».

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ZENIT Staff

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