La crisis económica, oportunidad para la solidaridad

Por monseñor Felipe Aguirre Franco, arzobispo de Acapulco, en México

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CAPULCO , sábado, 21 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Aguirre Franco, arzobispo de Acapulco, en México, con el título, «La crisis económica, oportunidad para la solidaridad».

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Las noticias sobre el amenazante desempleo, la carestía de alimentos y de los artículos de primera necesidad, comienzan a circular en México y en nuestra región. Lo que comenzó como una crisis financiera en los Estados Unidos se está dejando sentir como una crisis económica de muy altos costos, sobre todo para los países pobres. El desempleo es solo una de las señales más visibles de la crisis anunciada.

Lo que esta crisis deja ver es la ilusión de la llamada autoregulación del mercado, la ausencia de mecanismos globales con poder de control legitimados de manera democrática y con capacidad de negociar y prevalecer, ya que los intereses particulares de grupos económicos y políticos compiten con los intereses de los Estados nacionales y de la comunidad global.

No obstante, esta crisis representa una oportunidad para el conjunto de las naciones, pues ofrece el desafío para ampliar el horizonte del bien común. Ahora hay que hablar del bien común global porque la economía se encuentra ante desafíos globales que tienen que ser asumidos por todos. El planeta es la casa de la familia humana y de toda la creación, la que hemos de cuidar responsable y solidariamente entre todos.

Por otra parte, el gran desafío que la crisis ofrece es el de examinar el modelo económico que privilegia el crecimiento de la economía al margen de cualquier consideración ética. Conceder que la economía de mercado tiene la virtud de regularse a sí misma, y de organizar eficazmente los procesos económicos al margen de cualquier consideración social y ambiental, han sido las premisas del desarrollo económico que tiene al mundo sumido en una crisis de alcance todavía impredecible. 

La crisis es, pues, una oportunidad para plantear una economía al servicio del ser humano. Es necesario un nuevo consenso social global para una nueva convivencia humana y con el planeta y para una corresponsabilidad Norte-Sur de cara a la distribución equitativa de los bienes en todo el mundo. El bien común tiene, cada vez más, un rostro universal, que implica derechos y deberes.

Se tiene que pensar en una economía solidaria que se manifieste en un cambio en los estilos de vida y en los modos de producción. Los pobres y excluidos han de ser, también, sujetos y actores de un nuevo orden político, económico, social y ecológico. Ha de pensarse en una verdadera regulación de los mercados y en políticas públicas -más allá del asistencialismo- que se orienten hacia cambios estructurales para combatir las causas de la pobreza y centradas en el bien común.

Por otra parte, frente a las industrias extractivas nacionales o trasnacionales, los gobiernos han de cuidar estudios serios de impacto ambiental y la consulta previa a las poblaciones afectadas, dentro de una perspectiva de desarrollo humano integral.

La crisis económica es, también, una oportunidad para revisar los hábitos referentes al consumo de bienes. El consumismo vigente en nuestras sociedades manifiesta un rostro depredador del medio ambiente a la vez que un estilo de vida insolidario que antepone el ‘tener más’ al ‘ser más’. Necesitamos edificar una cultura en la que se ponga al centro la dignidad de la persona humana en sus dimensiones solidaria y trascendente.

La crisis económica no nos tiene que sumir en el pesimismo y en la desesperanza. Es más bien un reto a la creatividad humana, un acicate para la esperanza y una oportunidad para darle otro rostro a la economía. Es una oportunidad para la globalización de la solidaridad.

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ZENIT Staff

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