La Cuaresma llama a los cristianos de Tierra Santa a la solidaridad

Mensaje del patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah

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JERUSALÉN, martes, 7 marzo 2006 (ZENIT.org).- En este período de transición política que se vive en Tierra Santa, la Cuaresma llama a sus cristianos a la solidaridad con los necesitados de la región, afirma el patriarca latino de Jerusalén.

Su Beatitud Michel Sabbah ha dedicado a este argumento su mensaje con motivo de este período litúrgico de preparación a la Pascua, que se inspira en la análoga misiva de Benedicto XVI en la que afirma: «Dios no permite que se afirme la oscuridad del horror».

«Hay un límite divino al mal, la misericordia», recuerda el patriarca citando tanto al actual Papa, como a Juan Pablo II, «y con la misericordia –añade– está la capacidad de amar y de hacer el bien que Dios ha puesto en el corazón de cada uno de nosotros».

El patriarca analiza «nuestra situación aquí, en Jerusalén, y en toda la región», caracterizada por «miedos, ansiedad, inseguridad y la búsqueda de justicia, de paz y de reconciliación que sigue siendo un espejismo alejado».

«Las elecciones palestinas han hecho emerger fuerzas nuevas, que toman las riendas de nuestro destino. Esperamos las elecciones israelíes para ver en qué manos quedará nuestra suerte», reconoce.

«Ante todo esto, nuestra Cuaresma nos dice que caminando en la presencia de Dios, caminamos junto a todos los hombres, sean quienes sean», indica.

«En el rostro de todos vemos la imagen de Dios y con todos compartimos alegrías y sufrimientos y seguimos construyendo nuestra sociedad, tomando cada vez mayor conciencia de la capacidad de bien y de amor que Dios nos ha dado. Por este motivo, un cristiano no debe desalentarse ni tener miedo», asegura.

El patriarca constata que «en esta situación hay muchos pobres entre nosotros. Pobres a quienes la situación presente les ha privado de libertad y de medios suficientes para la vida cotidiana».

El mensaje de Cuaresma indica que «es verdad que somos una Iglesia pobre que recibe, pero también tenemos que acordarnos de que tenemos la capacidad de amar, y por tanto, de dar».

El patriarca pone el ejemplo de Cáritas Jerusalén, organismo que como él explica en estos momentos recibe ayudas del exterior, y sugiere que se convierta en «la Cáritas de una Iglesia de Jerusalén que sepa organizar la obra de caridad de los propios hermanos, ricos y pobres, para hacerles capaces de dar».

«Hay que hacer una reeducación que enseñe al cristiano en Tierra Santa a saber vivir, incluso en la necesidad y en la pobreza, la riqueza de la comunión de la primera Iglesia de Jerusalén», sugiere.

«Es necesario que cada quien salga de su individualismo, que supere puntos de vista limitados a sí mismo, a su familia, a sus vecinos, para abarcar a toda la parroquia y, más aún, a toda la sociedad», exige el pastor.

«Quienes entre nosotros dicen que dan limosna, tienen que superar este nivel para aprender a dar más, a vivir en comunión, a «crecer» con todos los hermanos y hermanas, de manera que nadie en la comunidad permanezca en la necesidad de las cosas materiales, o en la soledad o discriminación», concluye.

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ZENIT Staff

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