La «cultura» de la Eucaristía, testimonio de la presencia de Dios en el mundo

El Papa pide impulsar el domingo, la adoración y las procesiones

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 8 octubre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II espera que el Año de la Eucaristía sirva para promover entre las comunidades católicas una «cultura de la Eucaristía» que permita testimoniar la presencia de Dios en el mundo.

Este objetivo queda perfilado en la carta apostólica «Mane nobiscum Domine» («Quédate con nosotros, Señor»), de treinta páginas, en la que refuerza la importancia de este sacramento para la vida de los cristianos.

El Papa sugiere intensificar la celebración de la misa dominical, la adoración eucarística fuera de la misa, el Rosario, así como las procesiones eucarísticas, en particular la del día del Corpus Christi.

Juan Pablo II considera que son maneras de «testimoniar con más fuerza la presencia de Dios en el mundo». Por ello, pide a los católicos que no tengan «miedo de hablar de Dios y de llevar con la frente alta los signos de la fe».

El cardenal Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, explicó al presentar a los periodistas el documento que en aquellas diócesis en las que la procesión podría generar problemas, en particular donde los católicos son minoría, corresponde a los obispos decidir las maneras más adecuadas de vivir estas manifestaciones de fe.

«De todos modos, no tenemos nada que esconder. En mi Iglesia [el cardenal es de Nigeria, ndr.] nos sentimos orgullosos de bloquear el tráfico con nuestras procesiones», explicó sacando sonrisas de los periodistas.

Esta cultura de la Eucaristía implica una presencia pública de la fe: «Es equivocado pensar que la referencia pública a la fe puede afectar a la justa autonomía del Estado y de las instituciones civiles, o que incluso pueda alentar actitudes de intolerancia», escribe el Papa.

El Papa insiste en el valor etimológico de la palabra Eucaristía (dar gracias) y dice que «quien aprende a dar gracias como Cristo crucificado puede ser un mártir, pero nunca un verdugo».

Es urgente que esta «acción de gracias» «tenga lugar sobre todo en nuestra cultura secularizada, que respira el olvido de Dios y cultiva la autosuficiencia del hombre», reconoce el pontífice.

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ZENIT Staff

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