La «cultura de la vida», atacada en Latinoamérica por una campaña internacional

Denuncia de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas

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SANTIAGO, 25 marzo 2003 (ZENIT.org).- Del aislamiento que en Latinoamérica existía entre las asociaciones nacionales médicas surgió la idea de crear una Federación que facilitara la reflexión conjunta sobre problemas comunes y los desafíos que enfrenta el médico del Tercer Milenio en el continente, como la defensa de la vida.

Es la tarea que realiza desde hace ocho años la Federación Latinoamericana de Asociaciones Médicas Católicas (FAMCLAM), integrada a su vez en la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC).

«Las asociaciones de nuestra Federación, por lo general, intentan tener tres vertientes: actividades sociales, actividades académicas y actividades apostólicas», explicó su presidente, Francisco Díaz Herrera, a E-cristians.net .

Según Díaz Herrera –también presidente de la Academia de Medicina San Lucas, de Santiago de Chile–, con la Federación «queremos crear conciencia. Por eso todos nuestros actos están abiertos a toda la sociedad». La tarea es crucial, porque el «continente de la esperanza» aún mantiene vigentes los valores de la Iglesia, según constató.

«La conciencia moral del médico –puntualizó Díaz Herrera– está creciendo gracias a toda la ayuda del Santo Padre y a la orientación que la Iglesia está dando ahora más directamente».

Asociaciones de médicos de Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Perú, Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, México y República Dominicana están integradas en la Federación Latinoamericana. Las asociaciones de Centroamérica se encuentran en proceso de formación

«Siempre tratamos de organizar nuestro congreso latinoamericano en un país que acabe de organizar su asociación de médicos católicos, para apoyarles –explicó Díaz Herrera–. El último lo hicimos en septiembre de 2001 en Río de Janeiro, con una gran participación local e internacional».

Estrategia internacional contra la «cultura de la vida»

En los congresos continentales se abordan «los desafíos del médico católico al inicio del Tercer Milenio». Y es que, la misma muerte, «empieza a estar institucionalizada», comentó.

El problema radica en que «hay temas que se cuestionan en la actualidad como si fueran opinables, como el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural», observó el doctor Díaz Herrera.

En este sentido, denunció la existencia de «una campaña internacional», una «estrategia para infiltrarse en las legislaciones de nuestro continente aprovechándose de las novedades científicas».

«En nuestros países –afirmó el presidente de la FAMCLAM– la familia sigue siendo el núcleo básico de la sociedad, protegida por las Constituciones de las naciones y por la Iglesia».

«Sin embargo –reconoció–, desde fuera, nos llegan los actores internacionales a hablarnos de distintos tipos de familia; incluso dicen algunos que “familia son todos aquellos que habitan bajo un mismo techo”, cuando todos sabemos qué es una familia: un padre, una madre, unos hijos».

Es un contexto en el que se usa la propia ciencia como mecanismo para desproteger la familia: «por ejemplo, algunas leyes de fecundación “in vitro” (FIV) no pretenden sólo ayudar a matrimonios infértiles, sino declarar el derecho de parejas no casadas a tener hijos por FIV».

«Así –continuó–, una ley sobre FIV puede usarse para introducir de paso en la legislación una definición de “pareja de hecho” como “pareja estable que lleva dos años compartiendo techo y tienen deseo de seguir así”».

De esa forma, «a través de una ley sobre un tema científico concreto, han introducido de repente un estado civil que no existía antes en esa legislación: el concepto “pareja estable”. Es la forma en la que estos «actores internacionales» «pretenden usar la ciencia para reestructurar toda la sociedad», subrayó.

Como resultado, con la excusa de abordar legalmente temas técnicos, se intenta introducir nuevos conceptos legislativos, «como sucede con la píldora del día después, que introduce una forma de aborto en países que no admiten el aborto», concluyó Díaz Herrera.

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ZENIT Staff

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