«La defensa de la vida tiene carácter de urgencia en Guatemala», alertan todos sus obispos

Carta Pastoral del Episcopado Guatemalteco

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GUATEMALA, viernes, 25 mayo 2007 (ZENIT.org).- «La cultura de la muerte en la que estamos hundidos los guatemaltecos» marca la urgencia de la defensa de la vida en el país, advierten todos sus obispos.

Por ello han difundido una Carta Pastoral -«La Gloria de Dios es la vida del hombre», es su título- de la que se ha hecho eco recientemente la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos .

La esperanza que se entrevé en los 48 puntos de la misiva no disminuye el dramatismo que denuncia, trazando la realidad de un país cuyos habitantes ver atacada su dignidad por «una hiriente pobreza».

El 5% más rico de la población –alerta la pastoral- concentra 63 veces más riqueza que el 5% más pobre, y Guatemala es uno de los países más asimétricos del mundo, pues el 20% de la población percibe menos del 2% de los ingresos nacionales, y el 56% de la población (7,3 millones de personas) «malvive» por debajo de la línea de pobreza.

Guatemala ocupa el primer lugar en América Latina en desnutrición crónica y el sexto lugar a nivel mundial, detrás de Nepal y Etiopía.

Con todo, «la participación del sector público [del país] en inversión social es absolutamente insuficiente», cosa que «niega el criterio ético social del «bien común»» denuncia a una voz el episcopado de Guatemala.

El país es joven (la mitad de su población no alcanza la mayoría de edad), pero no existe casi empleo para los 140 mil jóvenes que lo buscan cada año.

Entre los fenómenos más «terribles y dolorosos» que denuncian los obispos «es el crecimiento de las pandillas juveniles, llamadas en Guatemala «maras»», «un problema casi irresoluble».

Son circunstancias que, en conjunto, han llevado a 1,2 millones de guatemaltecos a emigrar para sostener a sus familiares en su país de origen. Han pagado «un alto precio: el desarraigo y la lejanía de sus familias» «llega en no pocos casos a la desintegración», lamentan los obispos.

Capítulo aparte merece, en la pastoral, «la violencia inmisericorde»: de 2000 a 2005 se registraron 23 mil muertes violentas en Guatemala; la mayoría de hombres, pero también hay mujeres –«contra las que se manifiesta especial saña»- y muchos niños.

Se ha llegado al acostumbramiento del «macabro espectáculo cotidiano de cadáveres tirados en las calles de la ciudad o en lugares descampados»; «Guatemala es un país de amplísima mayoría cristiana» –advierte el episcopado-, «por ello es un escándalo para todos los creyentes en Jesucristo que tanto crimen se cometa con tanta impunidad».

El panorama se completa con el aumento en el consumo de drogas y la disminución de la confianza ciudadana en las autoridades a causa de la corrupción y la impunidad.

«Derecho» y derecho a la vida

En cuanto a la normativa, los obispos de Guatemala denuncian como «ambigua» y en parte «inicua» la «Ley de acceso Universal y equitativo de servicios de planificación familiar», que busca «regular el crecimiento poblacional». «No toma en cuenta la dignidad de la persona humana ni las normas morales que, precisamente, defienden esta dignidad», rechazan.

Más adelante, declaran los obispos: «Está muy lejos de nosotros el pretender obstaculizar el avance hacia la democracia y propiciar el irrespeto a la autonomía de lo civil y lo político».

Pero «las leyes civiles -puntualizan- tienen el deber de asegurar el bien común mediante el reconocimiento y la defensa de los derechos fundamentales de la persona humana, el primero de los cuales es el derecho a la vida».

Así que «las leyes que autorizan o favorecen el aborto y la eutanasia se oponen radicalmente no sólo al bien del individuo, sino también al bien común, y por consiguiente -confirman- deberían considerarse como privadas de validez jurídica».

Luchar por la vida, un apremiante deber

«Sentimos y sabemos que vivir es algo valioso» «que respetar en nosotros mismos y en los demás», «es un bien personal y un bien común», advierte la Conferencia Episcopal guatemalteca en pleno.

Y en las actuales circunstancias «la defensa de la vida es un apremiante desafío que sólo podrá afrontarse victoriosamente, si se realiza desde un profundo sentido de fe», guiados por los principios éticos. «Se debe luchar contra la cultura de la muerte y de la violencia»: es el llamamiento del episcopado.

Como «la defensa de la vida tiene carácter de urgencia en Guatemala» «es necesario que los cristianos nos convirtamos en amantes y defensores de la vida», expresan los obispos.

«La defensa de la vida debe comenzar en la familia, resaltando que precisamente la familia es el «santuario de la vida»», exhortan.

En cuanto a las obligaciones públicas, el gobierno debe dar un marco de seguridad a todos los ciudadanos, así que debe incrementar «sus esfuerzos para dar seguridad a toda la población», añaden.

Igualmente es urgente una actividad legislativa «a favor de la vida» -señalan los obispos-, no que imponga «más leyes que atenten contra ella».

Y «es necesario –prosiguen- que los jueces, con justicia pronta y cumplida, apliquen la ley contra quienes actúen al margen de la misma, defiendan a los inocentes injustamente encarcelados» y a cualquier víctima.

Por su parte, siguiendo al episcopado de Guatemala, «la Iglesia, con su presencia benéfica en todos los estratos de la sociedad, no puede renunciar a su clara misión de ser, a ejemplo de su fundador Jesucristo, fiel defensora de la vida».

Por ello «sus escuelas, colegios y universidades tienen que ser reductos de defensa de la vida» -subrayan-, y la predicación eclesial «constantemente debe tocar los aspectos que formen a los feligreses y los conviertan en auténticos defensores de la vida humana»

El episcopado guatemalteco apela finalmente a «los numerosos movimientos de apostolado laical»: «deben ser centros de difusión de la doctrina cristiana que enseña el valor trascendente y sagrado de la vida».

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ZENIT Staff

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