La entrada en Cónclave y el juramento de los cardenales electores al detalle

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 17 abril 2005 (ZENIT.org).- Algunas de las celebraciones propias del Cónclave –que comenzará el lunes–, en el que 115 purpurados de 52 países de los cinco continentes elegirán un nuevo Papa, podrán seguirse en directo a través de los medios de comunicación.

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El Ritual del Cónclave («Ordo Rituum Conclavis») recoge y explica estas celebraciones, redactadas de acuerdo con la Constitución Apostólica de Juan Pablo II «Universi Dominici Gregis» (22 de febrero de 1996), donde se contienen las normas sobre la elección del Sumo Pontífice.

La entrada en Cónclave tendrá lugar en la tarde del mismo día de la Misa para la Elección del Sumo Pontífice –ésta será concelebrada el 18 de abril por todos los cardenales electores, con la participación de todos los fieles que lo deseen, en la Basílica Vaticana a las 10.00 horas–.

A las 16.30 horas los 115 electores (de 52 países de los cinco continentes), saliendo del Aula de las Bendiciones, irán en procesión en hábito coral a la Capilla Sixtina –el ritual señala como punto de partida realmente la Capilla Paulina, pero las obras de restauración en ella han obligado a fijar otro lugar–.

Cuando todos estén reunidos, el Cardenal Joseph Ratzinger –decano del Colegio cardenalicio— dará inicio al rito de entrada diciendo: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (R: «Amén»). «El Señor, que guía nuestros corazones en el amor y en la paciencia de Cristo esté con todos vosotros» –proseguirá— (R: «Y con tu espíritu»).

Y dirigiéndose a los presentes dirá: «Venerables hermanos: después de haber celebrado los divinos misterios entraremos ahora en Cónclave para elegir al Romano Pontífice. Toda la Iglesia, unida a nosotros en la oración, invoca en este momento la gracia del Espíritu Santo para que sea elegido por nosotros un digno Pastor de todo el rebaño de Cristo. El Señor dirija nuestros pasos por el camino de la verdad, para que por intercesión del la Beata siempre Virgen María, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos hagamos siempre lo que le es agradable».

Entonces se formará la procesión. Precedidos por la Cruz, avanzan los cantores y los Ceremonieros, el Secretario del Colegio de los Cardenales y el eclesiástico que pronunciará la meditación a los cardenales electores –el cardenal Thomas Spidlik S.I.–. Les siguen los cardenales electores según el orden al que pertenezcan en el colegio cardenalicio: los diáconos, los presbíteros y los obispos. A continuación el Diácono, que lleva el Libro de los Evangelios, y en último lugar el Cardenal Decano, acompañado por el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias.

Durante la procesión se cantan a coro alternativamente las Letanías de los Santos de Oriente y Occidente –para subrayar el carácter universal del Cónclave en el que es elegido el Pastor de toda la Iglesia–. Es una novedad ritual la introducción de las letanías –que en la liturgia latina tienen un lugar importante en todas las celebraciones que preceden un momento solemne en la vida de la Iglesia– como canto procesional, de forma que el himno «Veni Creator», que de por sí no es un canto procesional, se reserve para el final de la procesión, cuando todos hayan llegado a la Capilla Sixtina.

Cuando haya llegado la procesión a la Capilla Sixtina, los cardenales ocuparán el lugar designado a cada uno. El Libro de los Evangelios se colocará en un lugar adecuado y digno, de forma que presida la celebración y deliberaciones de los purpurados hasta la elección del Romano Pontífice.

Concluidas las letanías, el Cardenal Decano, próximo al altar, entonará también en latín el canto del «Veni Creator», solemne invocación al Espíritu Santo, según la tradición de la liturgia romana. Su versión en español dice: «Ven, Oh Espíritu Creador, visita las almas de tus fíeles y colma de tu gracia divina los corazones que Tú mismo has creado. / Tú eres nuestro Consolador, don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, amor y unción espiritual. / Tú derramas sobre nosotros tus siete dones; Tú, el dedo de la diestra de Dios; Tú, la solemne promesa del Padre; Tú, quien pones en nuestros labios el tesoro de tu palabra. / Enciende con tu luz nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, conforta con tu auxilio continuo la flaqueza de nuestra carne. / Aleja de nosotros al enemigo, y danos pronto la paz, y así, siendo Tú mismo nuestro guía, evitaremos todo mal. / Haz que Por Ti conozcamos al Padre, y que sepamos también del Hijo; haz que creamos siempre en Ti, que procediendo de ambos, eres su Espíritu. Amén».

El himno concluirá con la oración del cardenal que preside: «Oh Padre, que guías y custodias tu Iglesia, da a tus siervos el Espíritu de inteligencia, de verdad, de paz, para que se esfuercen en conocer tu voluntad y te sirvan con total dedicación. Por Cristo nuestro Señor».

Tras la oración, los cardenales electores, en presencia de todos los que han participado en la procesión solemne, pronunciarán el juramento. Será el Cardenal Decano quien leerá en voz alta la siguiente fórmula: «Todos y cada uno de nosotros Cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II, Universi Dominici Gregis, emanada el 22 de febrero de 1996».

«Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el “munus petrinum” de Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede».

«Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio; no violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección del nuevo Pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cualquier otra forma de intervención con la cual autoridades seculares de cualquier orden o grado, o cualquier grupo de personas o individuos quisieran inmiscuirse en la elección del Romano Pontífice» .

Y al final, cada uno de los Cardenales electores, según el orden de precedencia, tocando los Santos Evangelios, prestará juramento con la siguiente fórmula: «Y yo, N. Cardenal N. prometo, me obligo y juro». Y poniendo la mano sobre los Evangelios, añadirá: «Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano».

Después de que haya prestado juramento el último de los Cardenales electores, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias pronunciará el «Extra omnes» («Todos fuera») y todos los ajenos al Cónclave deberán salir de la Capilla Sixtina. Allí únicamente quedarán el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y el cardenal Spidlik.

Este último predicará a los Cardenales electores sobre el gravísimo deber que les incumbe y sobre la necesidad de que en la elección del Romano Pontífice actúen en todo con recta intención, buscando cumplir sólo la voluntad de Dios y mirando únicamente el bien de toda la Iglesia.

Predicada la meditación, el eclesiástico saldrá de la Capilla Sixtina junto con el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias. Se cerrarán las puertas y se pondrán guardias en todas las entradas de la Capilla.

Entonces el Cardenal Decano, oído el colegio de los electores, someterá a los mismos la cuestión de si se puede ya proceder a iniciar el proceso de la elección. Por lo tanto, «se decidirá después de la entrada en el cónclave, si es el caso de efectuarla (la primera votación) ya en la misma tarde del lunes 18 de abril», puntualizó Joaquín Navarro-Valls ante la prensa el sábado
pasado.

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ZENIT Staff

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