Pelican

El Pelicán, símbolo de la eucaristía (Iglesia San Gioacchino - Roma - Foto ZENITcc)

La epíclesis en la misa

Catequesis para la familia

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Epíclesis

<p>- ¡Hoy vamos a fijarnos en la epiclesis de la Misa!
– Mamá, qué nombre tan raro

-Es verdad, hijo, es muy raro pero muy importante y además no hay otro nombre para traducirlo. Por eso vale la pena aprenderlo ya desde pequeños y estar muy atentos al momento en que se realiza en la misa.
– Pero, ¿qué significa? Parece chino.

– No es chino, sino griego, y significa literalmente hacer sombra.
– Mamá, eso es muy raro!

– Raro pero muy importante y hasta divertido. ¿En qué momento de la misa el sacerdote hace sombra a propósito? Lo hace con las manos.
– Pues no tengo ni idea, mamá.

– Después del Prefacio, nos adentramos en la Plegaria Eucarística y allí hay un momento en que el Sacerdote extiende sus manos juntas sobre el pan y el vino y llama al Espíritu Santo para que los prepare para la consagración.
– ¡No entiendo nada, mamá!

– Tú ya sabes que el pan y el vino se van a convertir en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ¿verdad?
– Sí, eso ya lo sé

– Pero, el pan y el vino son sólo un signo de lo importante: que nosotros nos vamos a preparar para recibir a Cristo, que nos vamos a convertir en el Cuerpo de Cristo, porque todos seremos un solo Cuerpo. Y para eso es necesario que el Espíritu Santo nos prepare para que nuestro sacrificio sea agradable a Dios y pueda unirse al Sacrificio del Altar.
– Sigo sin entender

– Bueno, acuérdate que cuando María recibió la visita del ángel, éste le dijo que el Espíritu Santo la cubriría con su sombra y así ella –bajo la protección del Espíritu Santo– pudo decir: “hágase en mí según tu palabra”. También el pueblo de Israel estuvo cuarenta años en el desierto camino de la Tierra Prometida y el Espíritu Santo estaba con ellos o más bien ellos estaban bajo la sombra de la nube que les acompañó siempre día y noche.

-Ya entiendo. En la epíclesis somos nosotros que nos ponemos bajo la sombra del Espíritu Santo y allí nos sentimos protegidos y el Señor recibe nuestros sacrificios, porque están unidos al sacrificio de Jesús.
– Muy bien, lo has entendido muy bien.

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Carmen Francisco

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