La escasez de sacerdotes es el síntoma de un problema; no la causa

La solución no son los presbíteros casados («viri probati»)

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 13 octubre 2005 (ZENIT.org).- Los participantes en el Sínodo de los obispos han coincidido en señalar la escasez de sacerdotes como una de las preocupaciones más importantes para la Iglesia, pero han constatado que no es la causa de un problema, sino más bien un «síntoma».

A esta conclusión llegaron todos los participantes en una rueda de prensa concedida este jueves en el Vaticano para hacer un primer balance de las sesiones de trabajo de esta asamblea sinodal dedicada a la Eucaristía que se celebra del 2 al 23 de octubre.

Uno de los copresidentes de la asamblea, el cardenal Telesphore Placidus Toppo, arzobispo de Ranchi (la India) respondió a las preguntas de un periodista sobre la posibilidad de que el Sínodo opte por abolir la disciplina actual de la Iglesia latina y permita la ordenación sacerdotal de hombres casados para afrontar la crisis de vocaciones.

«La falta de sacerdotes no es la causa, sino un síntoma. La crisis de la fe es el verdadero problema. Pues el sacerdocio es fruto de la fe de la comunidad. Sin fe no hay sacerdotes, no hay vocaciones», afirmó.

Inmediatamente después tomó la palabra para apoyar «plenamente» estas afirmaciones otro de los copresidentes de la asamblea sinodal, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara (México).

«La falta de sacerdotes es un efecto, la causa es la falta de fe, de visión espiritual, de trascendencia. Todo esto se resume en una palabra, secularización», añadió el purpurado mexicano en el encuentro con los periodistas.

«Sobre todo hay que predicar, recurrir a la Palabra de Dios y exponerla no sólo con sabiduría y elocuencia, sino con el testimonio, para que llegue a los corazones», propuso.

«El recurso a los «viri probati» [varones casados de probada vida cristiana], mencionado por algunos en el aula, es un problema, no es una solución», subrayó, mencionando el caso de las Iglesias orientales católicas en las que existe esta costumbre y que crea dificultades.

«No tienen el mismo tiempo para estudiar, para su ministerio, pues deben cuidar de la mujer y los hijos. A veces se divorcian…», explicó.

Sobre esto habló precisamente en la misma rueda de prensa monseñor Sofron Stefan Mudry, vicepresidente de la Comisión para la Información del Sínodo, obispo emérito de Ivano-Frankivsk (Ucrania), diócesis greco-católica con sacerdotes casados.

Por su experiencia –en su diócesis hay 400 sacerdotes de los cuales 360 casados– reconoció que es «muy difícil» la situación de los sacerdotes casados.

«Algunos no tienen casa, pues las secuestraron los comunistas. No pueden cambiar de una parroquia a otra, pues tienen familia. Se crean muchos problemas sociales y humanos», reveló.

Por este motivo, dijo, a muchos casados que quieren ser sacerdotes les dicen «esperad». Sin embargo, a los que son célibes «sí les podemos ordenar».

«No tenemos nada en contra este estado», dijo en referencia a los sacerdotes casados, pues es una tradición que esta Iglesia oriental mantiene desde los orígenes. «Los sacerdotes casados conservaron las iglesias en Ucrania, pues los célibes fueron arrestados», dijo.

Ahora bien, subrayó citando un antiguo arzobispo greco-católico de Ucrania, «si queremos salvar nuestra iglesia necesitamos al menos que l 50% de los sacerdotes sean célibes».

En su relación después de la discusión, pronunciada este miércoles, el cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia, recogió las conclusiones de estos días de discusiones generales sobre las propuestas de ordenar sacerdotes casados («viri probati»)

«Varios padres orientales han hecho referencia a la práctica de sacerdotes casados propia de sus Iglesias, ofreciendo a cada uno de nosotros elementos para un estudio atento de la decisión de la Iglesia latina de ligar el celibato al sacerdocio ordenado», afirmó el relator general del Sínodo.

El patriarca recordó que algunos obispos tomaron la palabra en el Sínodo para afirmar que «la hipótesis de los «viri probati» es un camino que no hay que recorrer».

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ZENIT Staff

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