La ética civil no puede dar la espalda a la ética cristiana

Es la “lucha misionera” de la Iglesia Católica, afirma arzobispo brasileño

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BELO HORIZONTE, lunes 2 de mayo de 2011 (ZENIT.org) – “La permeabilidad de la ética civil, que sostiene los flujos y las dinámicas de la sociedad, puede explicar los retrasos, desviaciones escenarios y conductas absurdas, y hasta hechos crueles como la masacre de niños y adolescentes en la escuela de Realengo”, en Río de Janeiro (ver www.zenit.org/article-38880?l=spanish).

El arzobispo de Belo Horizonte (Brasil), monseñor Walmor Oliveira de Azevedo, afirmó esto en un artículo en el que defiende la contribución de la ética cristiana para el desarrollo de la ética civil.

Hechos como el de Realengo “exigen una revisión de la conciencia” para dar “una dirección distinta a esta sociedad enferma”. Al contrario, observó “se va contra el tiempo, en un intento de limitarse a minimizar los prejuicios, muchos de los cuales son fatales e irreversibles en la vida de los individuos, familias y comunidades”.

El arzobispo reconoce que en la sociedad contemporánea hay un pluralismo moral, pero que “no dispensa de la construcción de convergencias también para garantizar la insustituible dinámica democrática como cuestiones de civilización”.

“Lo que caracteriza a la ética civil no puede prescindir de los que deriva de la moral cristiana, que es una contribución indispensable, sea por la solidez de sus principios que por la misión de los que creen en Cristo, en el sentido de contribuir y participar en la creación y mantenimiento del tejido determinante en la vida de la sociedad”.

“Por un lado se considera la diversidad que modela la actitud moral en la sociedad plural”, indicó; “por el otro, la respuesta a la pregunta en la configuración de la ética civil no puede volver la espalda a la realidad inagotable representada por la ética cristiana”.

Para el prelado, se trata de la lucha misionera de la Iglesia católica, considerando la gravedad del reto. No nos podemos quedar de brazos cruzados frente “al proceso de configuración, a veces de deterioro, de la ética civil, indispensable en el sustentamiento de la sociedad contemporánea”, añadió.

“La vida social no está dirigida por una determinada profesión de fe, y por tanto nos conduce al tema de la laicidad, entendida como racionalidad y no como confesionalidad”.

El arzobispo observó que la ética civil no se confunde con el civismo, que es “la expresión de la convivencia ciudadana ajustada a los usos convencionales, mientras que la ética civil se refiere al universo de la responsabilidad y de los valores morales”.

“El término ‘civil’ no puede ser entendido como contraposición a los que es militar, o eclesiástico, o también en el aspecto social y profesional, aun cuando se incide consistentemente en ellos”, indicó.

“La ética civil es, por tanto, la referencia a la instancia moral de la ciudadanía y de la civilización”, que no se puede diluir sin provocar “serios daños, como se constata en la dimensión moral de la vida humana, con repercusiones en la convivencia social y ciudadana en general”.

“La amplitud de este campo -con sus peculiaridades- merece, entre otros puntos de reflexión constante, la preocupación por la vulnerabilidad de los límites humanos”, prosiguió.

Estos últimos “tienen nombres como el interés exagerado por el dinero, que hace de este el punto determinante de las negociaciones, obstaculizando a menudo proyectos de gran importancia para la sociedad”.

“No es inferior la vulnerabilidad que se constata por la falta de estatura adquirida en la competencia profesional y humana, impidiendo a muchos soportar los retos, hacer sacrificios y permanecer en ‘las trincheras’ por altruismo”.

“Es un reto enorme influido por la carencia de entendimiento en el ámbito de la ética civil”, subrayó el arzobispo.

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ZENIT Staff

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