La ética de la paz

Comentario al mensaje de Benedicto XVI

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El próximo 1 de enero de 2013 tendrá lugar 46 Jornada Mundial de la Paz, con tal ocasión, Benedicto XVI ha dirigido un Mensaje sobre el tema Benditos los que construyen la paz. Esta celebración es fruto del Concilio Vaticano II, con ella se pretende poner de manifiesto cómo la Iglesia Católica se compromete con la historia, anunciando la salvación de Jesucristo y promoviendo la paz para todos (cf. GS, 1). La lectura y meditación de su contenido nos adentra en la espiritualidad del Adviento-Navidad que suscita en el corazón de los cristianos los anhelos de paz que se realizan plenamente en la encarnación-redentora de Cristo ¡Él es nuestra paz! (cf. Ef 2,14; 2 Co 5,18). En este Misterio se nos desvela que la medida de la paz no la crea el hombre sino Dios.

El principio moral fundamental es que todo hombre tiene derecho a un desarrollo integral, social y comunitario, que forma parte del diseño del Creador sobre el ser humano. Para su conquista, hay una condición previa en la actualidad: el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y de aquella que cierra la puerta al reconocimiento de la moral natural que está inscrita por Dios en la conciencia de cada persona. Los conocidos focos de tensión de este mundo globalizado están vulnerando los cimientos más básicos de la paz personal, social y mundial.

El texto pontificio es brillante y práctico a la vez. Está inspirado en las palabras de Jesús: “bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). Parte del convencimiento de que los auténticos constructores de la paz son aquellos que se dejan guiar por las exigencias de la verdad, la justicia y la paz. Esto reclama un humanismo abierto a la trascendencia y a la edificación de la convivencia en términos racionales y morales. De ahí, la necesidad de una ética para la paz cuyas principios esenciales son:

1º. La realización del bien común y de la paz pasa por el respeto a la vida desde el primer momento de su concepción hasta el final natural de sus días. Benedicto XVI se pregunta: “¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido?”.

2º. Reconocer, respetar y proteger la estructura natural del matrimonio compuesta por la unión de un hombre y una mujer que en su complementariedad y amor están abiertos a la vida. Su papel es insustituible en la sociedad, se puede conocer por la razón y es común a toda la humanidad. Cuando se niega esta realidad primordial se atenta contra la justicia y la paz.

3º. La convivencia pacífica entre los ciudadanos demanda que no se obstaculice el derecho al uso de la objeción de conciencia frente a las leyes y medidas gubernativas que violan la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia.

4º. No hay paz sin libertad religiosa. Todo ser humano ha de estar libre frente a cualquier coacción tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales, políticos y religiosos. También ha de tener libertad de testimoniar, anunciar, enseñar su propia religión en privado y en público, solo o asociado con otros. Benedicto XVI denuncia la persecución de tantos cristianos como la intolerancia del laicismo exacerbado contra la Iglesia que sufrimos en países de occidente.

5º. Los que trabajan por la paz han de oponerse a determinada idolología del liberalismo radical que erosiona la función social del Estado y de la sociedad civil. ¡No se puede justificar todo en nombre del crecimiento económico!

6º. “Uno de los derechos y deberes sociales más amenazados actualmente es el derecho al trabajo” El paro y la penuria laboral es una amenaza grave para la paz, porque el trabajo es un bien fundamental para la persona, la familia y la sociedad.

7º. Construir la paz en nuestros días, pasa por “reconocer que es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía”. Esto exige una correcta escala de valores y bienes, donde se tenga más presente la dimensión espiritual de la persona y la llamada a la consecución del bien común.

8º. Dentro de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como aquel que instaura con sus colaboradores, compañeros, clientes y usuarios, unas relaciones de lealtad, reciprocidad y fraternidad. De esta manera, no sólo trabaja para sí mismo, sino también para dar a los demás un futuro y un trabajo digno.

9º. En los momentos actuales es fundamental para la paz: “la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser estabilizados y mejor coordenados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres”.

10º. La cultura de la paz requiere cultivar una pasión por el bien común de la familia y de la justicia social. “Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse en la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia…El mal, en efecto, se vence con el bien, y la justicia se busca imitando a Dios Padre que ama a todos sus hijos”.

Entrar en esta “pedagogía de la paz, implica acción, compasión, solidaridad, valentía y perseverancia”. Sólo de este manera, se hará realidad el mensaje de los ángeles a los pastores en Belén: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2,14).

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Juan del Río Martín

Arzobispo castrense de España.

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