La Eucaristía: el secreto de «Lolo», periodista inválido camino de los altares

Entrevista con Rafael Higueras Álamo, administrador diocesano de Jaén (España)

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JAÉN, domingo, 19 diciembre 2004 (ZENIT.org).- La Eucaristía fue el secreto del periodista seglar y miembro de la Acción Católica Manuel Lozano Garrido, más conocido como «Lolo», fallecido en 1971, quien pasó 28 años en una silla de ruedas y cuyo proceso de beatificación está en curso.

Para comprender mejor este aspecto de su vida, Zenit ha entrevistado a don Rafael Higueras Álamo, administrador diocesano de Jaén (España), quien llevó durante nueve años todos los días la Eucaristía a «Lolo» y estaba a su lado en la hora de la muerte de este comunicador cuya beatificación han pedido a través de cartas dirigidas a Juan Pablo II más de doscientos periodistas.

En 1942, «Lolo» contrajo una grave enfermedad (espondilitis) que le deformó completamente el cuerpo y le dejó inválido. Los últimos diez años de su vida los pasó completamente ciego. A pesar de este gran inconveniente, dictó nueve libros a su querida hermana Lucy y a sus amigos. Fundó la revista «Sinaí» para enfermos y recibió el premio de periodismo ¡Bravo!

«Son muchos los detalles que se podrían aportar de la vida de «Lolo», que reflejan su apasionado amor a la Eucaristía –explica don Rafael Higueras–. El simple relato de sus artículos de prensa, o la referencia que hace en sus libros a su devoción eucarística o a lo que para él significaba la celebración de la misa o recibir la comunión ya sería un relato muy largo».

¿Cuáles son los momentos o hechos «eucarísticos» que marcaron hitos en la vida de «Lolo»?

–Rafael Higueras: El primero, sin duda alguna, coincide con la época de persecución religiosa en España en los años treinta. Entonces «Lolo» tenía 16 años. Y él fue designado por un sacerdote de Linares (el único que no estaba en prisión) para que «Lolo» distribuyera clandestinamente la Eucaristía (se conservan las cajitas en que él repartía la comunión a los enfermos y a otras personas piadosas en sus propios domicilios). Cuando pasan los años, ya inválido y ciego, «Lolo» recordará aquellos momentos en sus libros; era época de «catacumbas» y escribe Lolo: «Sobre el terror y los negros perfiles, aquella mano celeste…Sobre todo una preferencia inmerecida: Dios, hecho Pan de Sacramento, casi todos los días. Mis más fervientes momentos espirituales, allí en el eje de aquellas fechas entre sirenas quejumbrosas y silbidos de obuses; ¿por qué a mí el privilegio y no a otros?». Esta actividad clandestina, eucarística, de «Lolo» hace que también sea hecho prisionero. En la cárcel pasó el jueves santo de 1937; ese día le pudieron pasar escondido en un ramo de flores el santísimo Sacramento; y «Lolo» puso un «monumento» en la misma cárcel «adornado» con sacos y escobas y así pasó la noche entera en oración con algunos otros jóvenes también allí presos por su fe.

–¿Cómo era la vida eucarística de «Lolo» cuando ya estaba inválido?

–Rafael Higueras: Me parece que es significativo que él quisiera que no pasara ni un día de sus 28 años de «sillón de ruedas» sin recibir la Comunión. Cada día de la semana se turnaban los sacerdotes de Linares para llevarle el santísimo Sacramento. Se podría hablar largamente de esas horas: el tiempo que precedía o seguía a esta visita del sacerdote llevándole la comunión. Los testigos del proceso de canonización son muy precisos en ello: cuentan como «Lolo» se recogía en oración cuando él calculaba la hora en que llegaría el sacerdote y cómo seguía después largamente en oración.

–¿Se celebraba también la misa en su casa?

–Rafael Higueras: Hay que tener en cuenta que la enfermedad de «Lolo» coincide sobre todo con época anterior a la celebración del Vaticano II. Por tanto las normas litúrgicas eran distintas a las de ahora. No obstante se podía celebrar con los requisitos necesarios de permisos etc. Es significativa la anécdota de la primera misa que se celebra en su casa. Al momento de comenzarla él pide que coloquen la máquina de escribir debajo de la mesa que iba a ser el altar «para que así el tronco de la Cruz se clave en el teclado y eche allí mismo sus raíces»; así escribió luego él comentando el detalle. «Lolo» pedía que al menos una vez al mes, si podían los sacerdotes de Linares fueran a celebrarle en su casa. En alguna ocasión vino a celebrar la misa el propio obispo de Jaén y mientras preparaban lo necesario, «Lolo» le comentó: «señor obispo, esto sí que es MESA REDONDA CON DIOS». Es precisamente el título de uno de sus libros.

–¿Cómo era el fervor de Lolo durante la celebración?

–Rafael Higueras: Una de estas misas la celebró José Luis Martín Descalzo, sacerdote y afamado periodista, amigo de «Lolo». Cuando «Lolo» murió, Martín Descalzo escribía un artículo titulado «Misa en casa de Manolo». Con un gracejo precioso comenta el escritor: «Respondía a mis palabras con el júbilo de un joven seminarista». Y más adelante añade: «Pensé que en aquella misa había dos víctimas. Cristo estaba en el pan que yo acababa de consagrar. Estaba también en aquel cuerpo degollado de treinta años de sufrimiento». Quienes tuvimos el regalo de Dios de conocer y tratar a «Lolo» somos testigos de ello.

Hay que recordar sus párrafos escritos cuando «Lolo» vivía frente a frente de la Parroquia de Santa María; desde su balcón Lolo veía el sagrario de la Parroquia vecina; y cuenta que interrumpía su trabajo «para echar con Él un parrafillo».

–¿Se refleja en los escritos de «Lolo» esta piedad eucarística?

–Rafael Higueras: Efectivamente. Son abundantes los escritos de «Lolo» hablando de la Eucaristía. Recuerdo ahora una «oración de los doce ante un pedazo de pan». Es un escrito suyo, en una semana santa poniendo en labios de cada uno de los doce apóstoles una oración «en aquella noche del primer jueves santo». Pero son abundantes sus escritos sobre la Eucaristía, sobre su vivencia de la Eucaristía. Un florilegio de ese pensamiento, de esa vivencia suya, lo recoge Pedro Cámara en su libro «Semblanza de Manuel Lozano Garrido», editado por la asociación que fomenta la causa de canonización. Recuerdo que uno de sus primeros artículos de prensa estando ya enfermo lo publicó el día del Corpus y le puso como título «Encrucijada para la sed y el hambre». Otros preciosos artículos suyos con tema eucarístico se titulan: «Cuando floreció el rosal», «Una custodia natural con el viril de la Virgen de Tiscar», en el que se une su piedad eucarística y mariana. Pero sobre todo se puede ver en diversas páginas de sus obras publicadas la frecuente referencia a la Eucaristía. Sin embargo lo que hay que subrayar es cómo vivía su enfermedad enraizada en su piedad eucarística. Esta honda piedad eucarística es lo que le llevó a pedir a su hermana «como si fuera un testamento», que cuando él muriera de inmediato –si así podía ser–, se celebrara una misa por su alma. Y así se pudo hacer.

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ZENIT Staff

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