La evangelización combate toda pobreza, asegura Benedicto XVI

Al recibir a los obispos de El Salvador

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 28 febrero 2008 (ZENIT.org).- La obra de evangelización, es decir, el anuncio del amor de Dios en Cristo, permite luchar contra las mismas causas de la pobreza, no sólo material sino también espiritual, considera Benedicto XVI.

Así lo explicó este jueves a los obispos de El Salvador, con quienes se reunió al concluir su quinquenal visita ad limina apostolorum.

Analizando la situación del país, el Papa reconoció que «frente a la pobreza de tantas personas, se siente como una necesidad ineludible la de mejorar las estructuras y condiciones económicas que permitan a todos llevar una vida digna».

«Pero no se ha de olvidar que el hombre no es un simple producto de las condiciones materiales o sociales en que vive», añadió.

«Necesita más –constató–, aspira a más de lo que la ciencia o cualquier iniciativa humana puede dar. Hay en él una inmensa sed de Dios».

«Los hombres anhelan a Dios en lo más íntimo de su corazón, y Él es el único que puede apagar su sed de plenitud y de vida, porque sólo Él nos puede dar la certeza de un amor incondicionado, de un amor más fuerte que la muerte».

«El hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza», aseguró, sintetizando una idea central de su última encíclica Spe salvi.

Por ello, aseguró el pontificio, «es preciso impulsar un ambicioso y audaz esfuerzo de evangelización en vuestras comunidades diocesanas, orientado a facilitar en todos los fieles ese encuentro íntimo con Cristo vivo que está a la base y en el origen del ser cristiano».

«Una pastoral, por tanto –recalcó–, que esté centrada en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste».

El obispo de Roma sugirió ayudar a los «laicos a que descubran cada vez más la riqueza espiritual de su bautismo, por el cual están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor, y que iluminará su compromiso de dar testimonio de Cristo en medio de la sociedad humana».

Para cumplir esta altísima vocación, aclaró, «necesitan estar bien enraizados en una intensa vida de oración, escuchar asidua y humildemente la Palabra de Dios y participar frecuentemente en los sacramentos, así como adquirir un fuerte sentido de pertenencia eclesial y una sólida formación doctrinal, especialmente en cuanto se refiere a la doctrina social de la Iglesia, donde encontrarán criterios y orientaciones claras para poder iluminar cristianamente la sociedad en la que viven».

En su discurso, el Papa hizo un reconocimiento de la obra de los primeros misioneros en El Salvador, así como de «pastores llenos de amor de Dios, como monseñor Óscar Arnulfo Romero», que ha tenido el país a lo largo de su historia cristiana.

En su misión el Papa mostró su cercanía a los obispos salvadoreños. «Os estrecho en mi corazón con un abrazo de paz, en el que incluyo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de vuestras Iglesias locales».

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ZENIT Staff

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