La evangelización y la caridad, claves de la pastoral con inmigrantes

Intervención de monseñor Vegliò en un encuentro en Fátima (Portugal)

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FATIMA, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- La acción misionera del tercer milenio debe basarse “sobre la evangelización y sobre el testimonio de la caridad”. Así afirmó el arzobispo monseñor Antonio María Vegliò, presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes, durante el XI Encuentro de Formación de los Agentes Socio-pastorales, el pasado 16 de enero en Fátima.

En su discurso de apertura, sobre el tema “Movilidad humana y evangelización: retos para un nuevo milenio”, el obispo subrayó que el continente europeo está “marcado por un profundo movimiento de ‘descristianización’ y al mismo tiempo se ve una gran afluencia de inmigrantes de muchas religiones”.

“El camino misionero que intentamos recorrer en este tercer milenio deberá estar basado sobre la evangelización y el testimonio de la caridad- observó. – No olvidemos que la caridad cristiana tiene una gran fuerza evangelizadora en la medida en que es signo del amor de Dios entre los hombres. Esta consiste en la disponibilidad al prójimo en nombre de Jesucristo”.

La Iglesia, por tanto, está llamada a vivir en el amor, a revelar al mundo el amor de Dios y a contagiar al mundo con las obras del amor”, señaló.

Los emigrantes esperan de la Iglesia Universal, “una orientación y una respuesta a los grandes interrogantes de la fe cristiana, apoyo y ayuda humana capaces de volver a darles sentido y esperanza a sus existencias”.

En este contexto, los agentes pastorales de la movilidad humana “son testigos del amor de Dios en la acogida a los inmigrantes”

Europa en crisis

Monseñor Vegliò analizó la situación de Europa, continente en el que “emergen por todas partes signos preocupantes de desconcierto y confusión, también bajo el impulso del fenómeno migratorio”

“El primero de esto signos es la excesiva búsqueda de autonomía del hombre frente a Dios. La persona humana, en efecto, intenta, cada vez más, concentrar su actividad científica, técnica, cultural y política en sus propias manos, observó.

“Incluso el universo tiene al hombre como único dominador, éste lo manipula a su antojo, con el riesgo de provocar daños irreparables en el ecosistema entero, y también el en complejo mundo de las relaciones interpersonales y por tanto en la búsqueda de valores y en el sentido de la existencia”.

Un segundo elemento a considerar se refiere a “los cambios éticos que están surgiendo en la sociedad contemporánea, con una particular referencia a la desintegración de la familia, a la reducida valorización del matrimonio, al recurso del aborto, al uso y consumo de la sexualidad sin amor para fines comerciales, a la carente tutela de la vida que está por nacer, a la depreciación del anciano y, en general, de las personas con discapacidades”.

Pluralismo

La política migratoria europea está actualmente “en una fase crítica, en cuanto que a la necesidad de coordinación y de armonización, se contrapone la dificultad de los Estados de ceder algunas prerrogativas en tal ámbito”, subrayó el arzobispo.

“Al mismo tiempo, permanece el cierre de las fronteras, con la consiguiente imposibilidad para los inmigrantes de entrar regularmente, más allá de las cuotas admitidas”, problema al que se añaden las “plagas del tráfico y trata de seres humanos”, que sufren sobre todo las jóvenes y los niños, “con el desarrollo del despreciable tráfico de órganos”, además de “episodios de lamentable intolerancia”.

“Recemos para que en todas partes crezca el respeto a cada persona, junto a la responsable conciencia de que sólo en la recíproca acogida de todos es posible construir un mundo marcado por la justicia auténtica y paz verdadera”, deseó el arzobispo.

Las líneas que surcan el rostro de la Europa actual, prosiguió, “son las de la multietnicidad y del multiculturalismo, que llevan en sí mismas diferentes formas de pertenencia religiosa”.

“El diálogo no es fácil, sobre todo con el mundo islámico, también porque términos como justicia, verdad, dignidad y derechos humanos, laicismo, democracia y reciprocidad tienen diferentes significados respecto a los que les atribuye la cultura europea”.

Sin embargo, “el día en que una civilización se abre a otras culturas, ella misma se beneficia en términos de crecimiento y fortalecimiento”. Por el contrario, la debilidad y el declive se inician cuando ésta no acepta el diálogo, la confrontación y el intercambio recíproco, en el dinamismo del dar y recibir mutuos”.

El pluralismo, indicó monseñor Vegliò, es por lo demás “una de las categorías que dan expresión al desarrollo humano, entendido sencillamente no en términos de crecimiento económico, sino también como medio para una existencia más satisfactoria desde el punto de vista intelectual, emotivo, moral y espiritual”.

La Iglesia, “consciente de las tragedias pasadas” que han “abrumado también al continente europeo”, “sabe que la integración plena de cada minoría es esencial para el mantenimiento de la concordia civil y de la democracia”, concluyó el arzobispo.

“Sobre el fundamento de la fe cristiana, se pretende contribuir a la construcción de una Europa de rostro más humano, en la que se tutelen los derechos humanos y los valores fundamentales de la paz, de la justicia, de la libertad, de la tolerancia, de la participación y de la solidaridad”.

Por Roberta Sciamplicotti, traducido del italiano por Carmen Álvarez

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ZENIT Staff

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