La familia bajo asedio

Un simposio en Roma considera sus desafíos en Europa

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ROMA, sábado, 25 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Como parte del Año Internacional de la Familia, el Simposio Europeo de Profesores Universitarios examinó a finales de junio la situación de la familia en el continente. En su introducción al encuentro, Cesare Mirabelli, antiguo presidente del Tribunal Constitucional de Italia, observaba que la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU establece: «La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado» (artículo 16).

La familia, afirmaba Mirabelli, está en el centro de muchos temas personales y sociales, como son el concepto de persona, los derechos humanos, la paternidad, la educación, la transmisión de la fe y de la cultura, y las relaciones entre generaciones.

En su presentación, Janne Haaland Matlary, de la Universidad de Oslo, observaba que el debate político sobre la familia se basa en dos clases de argumentos.

El primero tiene su fundamento en el constructivismo, que concibe papeles de género que se construyen socialmente. En consecuencia, los partidarios de este concepto mantienen que la familia puede ser redefinida libremente. El segundo proviene del argumento de la ley natural que asume una naturaleza humana fija y, mientras reconoce los papeles sociales de los sexos, contempla la maternidad y la paternidad y el matrimonio entre un hombre y una mujer como constantes.

Según el primer punto de vista todo se reduce a política, «y lo que nosotros llamamos hoy derechos humanos, pueden cambiar mañana». La postura de la ley natural, por contraste, considera los derechos humanos «apolíticos y prepolíticos», y busca la protección política de manera que la familia pueda desempeñar su papel fundamental.

La familia, defendía Matlary, ha sido debilitada desde hace mucho tiempo en el mundo occidental, afligido por altos índices de divorcios, la cohabitación y la secularización. La última amenaza es un intento de redefinir la propia naturaleza de la familia y el matrimonio. En muchos casos esto se hace con una ampliación –por ejemplo, cuando las organizaciones homosexuales buscan ciertos derechos. Advertía, sin embargo, que el movimiento homosexual plantea nada menos que los derechos familiares plenos, incluyendo la adopción.

Matlary argumentaba que si se debe proteger el concepto de familia, necesita basarse en una comprensión de la «realidad vivida». La observación y la experiencia de lo que son la maternidad y la paternidad son esenciales antes de pasar a consideraciones legales, filosóficas y teológicas.

Tras un detallado análisis describiendo cómo las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales han trabajado en los últimos años para redefinir la familia, Matlary concluía que la argumentación de la ley natural es hoy muy débil. Prevalece un relativismo general, afirmaba. Además, la creciente internacionalización de la política significa que los países que todavía protegen a las familias, basándose en una orientación de ley natural, están bajo la amenaza de las instituciones internacionales que buscan imponer sus normas en el ámbito nacional.

Matlary sugería que una posible estrategia para defender la familia de estos desafíos es centrarse en los hijos y sus necesidades de cuidado y estabilidad dentro de una familia basada en un padre y una madre.

El cambio español
Rafael Navarro Valls, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, hizo un recorrido de las leyes que rigen el matrimonio y la familia. En términos de situación jurídica, observaba que muchos de los procesos legales que afectan a la familia se han degradado a un nivel administrativo. En España, la promesa del gobierno socialista, recientemente elegido, de introducir el divorcio rápido sin la necesidad de un periodo previo a la separación sigue esta tendencia.

Paralelamente al degradarse del estatus legal de la familia, se da cada vez mayor estatus a las parejas que cohabitan. Esto es particularmente notable en España en el ámbito regional, donde algunas autoridades locales han dado de facto prerrogativas a estas parejas muy similares a las gozadas por las parejas casadas. En algunos casos, los privilegios se han extendido a las parejas homosexuales –incluyendo incluso la adopción en el caso de la comunidad de Navarra-, aunque este último caso está en tribunales.

Tras estos cambios, explicaba Navarro Valls, se ha dado una alteración fundamental en el concepto que rige el modelo jurídico de matrimonio y familia. Donde previamente la ley presentaba un modelo claro de matrimonio y de familia, ahora se rige cada vez más por un concepto sociológico que coloca todas las combinaciones posibles –cohabitación, matrimonio, heterosexualidad, homosexualidad- al mismo nivel.

Tras el comunismo
Alicia Grzeskowiak, profesora en la Universidad Católica de Lublin, presentó el panorama de la situación en Europa Central y del Este. El matrimonio y la familia se han debilitado en estos países debido a tres causas, explicaba.

La primera: durante la era comunista, los gobiernos debilitaban sistemáticamente a la familia y se apropiaban de sus funciones. De esta manera, las familias perdieron parte de su autonomía y se debilitaron. Las familias en Polonia, sin embargo, fueron capaces de defenderse en gran parte y mantener su fuerza, indicaba Grzeskowiak. De hecho, la constitución polaca contiene algunas disposiciones que protegen a la familia y la maternidad.

La segunda: los problemas económicos en el periodo de transición, tras la caída del comunismo, han traído pobreza para muchas familias, afirmaba. Tales problemas han provocado en algunos casos desintegración familiar debido a la necesidad de dejar el hogar en busca de trabajo. Las presiones económicas, observaba Grzeskowiak, han sido particularmente duras en Rusia y en los territorios que formaban parte de la antigua Unión Soviética.

La tercera: otro factor que amenaza el matrimonio y la familia en Europa Central es la creciente influencia de los conceptos occidentales basados en el relativismo moral y el liberalismo. El modelo de vida propuesto ya no es el de una sociedad basada en la familia, sino el de un individualismo basado en derechos. Esto ha llevado con su presión a liberalizar leyes en áreas tales como el aborto, el divorcio, la homosexualidad, los anticonceptivos y un tipo de educación sexual que no respeta el papel de los padres en la transmisión de sus convicciones religiosas.

Algunos países tienen cierto número de disposiciones constitucionales y legales que favorecen a las familias, observaba Grzeskowiak. Pero en la práctica, la vida familiar está sufriendo. Tomaba como ejemplo la situación en Rusia. Los niveles de divorcio son altos, y, desde 1999, el número de matrimonios ha ido en constante declive. Las presiones sobre la familia han llevado a una caída de la tasa de natalidad, y la población de Rusia está disminuyendo. El aborto está muy extendido, con dos abortos por cada niño nacido. Una situación similar existe en países como Ucrania, Lituania y Estonia, observaba.

Crisis cultural
En su alocución del 25 de junio a los participantes en el simposio, Juan Pablo II observaba que «el futuro de Europa está unido al de la familia». La familia es un espejo de la sociedad, afirmaba, y en este sentido es una obra «en construcción».

«El desarrollo de las familias es y debe ser el indicador más importante del desarrollo cultural e institucional del continente», afirmaba el Papa. De ahí que sea apropiado que «las universidades, y especialmente los profesores cristianos, sigan atentamente la dinámica de las familias, fomentando una visión responsable y consciente en los jóvenes».

El Santo Padre comentaba que, durante el primer milenio, la combinación de la ley romana y el mensaje cristiano llevó al «modelo
europeo de familia que, a continuación, se extendió en una amplia escala a las Américas y a Oceanía».

Los problemas que soporta ahora este modelo coinciden con el estado de la civilización occidental, añadía. El origen de la crisis es cultural y ha alcanzado ahora un punto en que, aunque la familia continúa siendo una aspiración atractiva, muchos de las jóvenes generaciones «son casi incapaces de asumir la responsabilidad por ella de una manera correcta».

El Papa preguntaba si todavía tiene sentido hablar hoy de un modelo de familia. Y replicaba: «La Iglesia está convencida de que en el contexto de nuestro tiempo es más necesario que nunca defender las instituciones del matrimonio y la familia como realidades que derivan de la sabiduría del designio divino y revelan su significado y valor plenos en su plan creativo y salvífico».

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ZENIT Staff

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