La familia, centro y objetivo de los nuevos movimientos

Mesa redonda en el Congreso Mundial de la Familia

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CIUDAD DE MÉXICO, jueves, 15 enero 2009 (ZENIT.org-El Observador).-La familia, como lugar de formación, de evangelización y de crecimiento espiritual, es de una importancia fundamental en los nuevos movimientos laicales surgidos tras el Concilio Vaticano II.

Así lo pusieron de manifiesto varios representantes de los mismos, invitados a compartir sus experiencias en una mesa redonda en el Congreso Mundial de las Familias, que tuvo lugar ayer por la tarde en la sede de ExpoBancomer, en Santa Fe.

Todos los invitados coincidieron que la familia ocupa un lugar central en la actividad de los nuevos movimientos, tanto en su preocupación evangelizadora como en su vivencia de la espiritualidad y las virtudes.

Formación

El padre Álvaro Corcuera, director general de los Legionarios de Cristo, explicó cómo el movimiento Regnum Christi de laicos asociado a él «busca ser un apoyo para la familia aportando medios concretos que le ayudan a educar a sus hijos», mediante «los apostolados de educación, formación, evangelización».

Para este movimiento nacido en México, es fundamental «ayudar a las familias a ser escuela de evangelización», donde se vivan «las virtudes teologales».

«La familia es el ámbito natural donde el niño se abre a la fe», explicó, y también «el lugar espontáneo donde se aprende a vivir la esperanza y el amor al prójimo con total naturalidad, donde se aprende a superar el egoísmo que es el gran enemigo del amor».

El padre Corcuera presentó algunas de las iniciativas, como los clubes formativos y los centros «Familia Unida», el programa «Familia» y la organización «Familia misionera», que Regnum Christi dedica especialmente a la formación y acción familiar.

Familia y parroquia

Por su parte, el sacerdote Saúl Ragoitia, presidente de la Comisión de Pastoral para la Comunicación Social y portavoz de la diócesis de Querétaro (México), explicó la importancia de que la parroquia se convierta en la «casa de las familias».

«La familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de personalización de la sociedad», explicó, y las parroquias deben «ser un lugar de encuentro en donde confluyan los diversos organismos y movimientos que trabajan a favor de las familias».

En la parroquia «se vive de manera intensa un acompañamiento a las familias en cada una de las etapas de su desarrollo, a través de la celebración de los sacramentos», y es también «un lugar de formación permanente», explicó.

La importancia del hogar

La familia es también básica para el movimiento de los Focolares, como puso de manifiesto Marilyn Barrio, que intervino en nombre de la presidenta, María Voce. El hogar, la familia, «es la obra maestra del amor que Dios», explicó.

Recordó que los valores típicamente familiares, como «la comunión de los bienes con quien no es productivo; el sentido de la justicia, el valor del sufrimiento y del sacrificio, de sentir como propia la vergüenza y la culpa del otro, la solidaridad espontánea, la fidelidad» son muy necesarios.

«Hoy la familia también contiene el ADN de todas las heridas y los dramas de nuestro tiempo», añadió. «Por eso tenemos que trabajar mucho con los matrimonios, conscientes de que su estabilidad es el primer valor sobre el cual se basa la acción educativa de los hijos».

Una familia, un santuario

Otro de los movimientos presentes, el Movimiento Apostólico de Schoenstatt, ofreció el testimonio de la familia González Espinosa, formada por los padres y tres hijos, en la que la presencia de la Virgen María ha sido «fundamental».

«Los matrimonios sellamos una alianza de amor con María para llevar a la práctica lo que entendemos por «Santidad mariana de la vida diaria», tratando de hacer las cosas cotidianas con el mayor amor posible, buscando la coherencia entre nuestra fe y nuestras costumbres», explicaron.

Schoenstatt mantiene a nivel familiar tres experiencias pastorales: la Campaña de la Virgen Peregrina (una imagen de la Virgen recorre los hogares), los Fortalecimientos Matrimoniales (encuentros-retiros) y los encuentros de pastoral familiar en las parroquias «Crecer en Familia».

Rezar con los hijos

Dentro de la práctica habitual de las familias que realizan el Camino Neocatecumenal está el rezo juntos, padres e hijos, de los Laudes del domingo. Este momento de oración, según explicó el matrimonio Stirati, miembros también del Consejo Pontificio para la Familia, supone una «vía privilegiada de diálogo con los hijos».

Muchas familias que se acercan al Camino están alejadas de la Iglesia, por lo que es necesario emprender la reconstrucción misma de la vida cristiana en ellas, explicaron. «En esta reconstrucción de la vida cristiana se presentan tres altares: la mesa eucarística, la mesa familiar y el tálamo nupcial».

«Para que la familia vuelva a ser formadora de valores humanos y cristianos, es indispensable que ella misma sea nuevamente evangelizada. Tras el primer anuncio del kerigma, que sana existencialmente, es necesario un camino que favorezca una curación moral», añadieron.

Por último, pusieron de manifiesto la importancia de la dimensión misionera de la familia, no sólo con las numerosas vocaciones que surgen en su seno, sino también con el ofrecimiento de muchas familias como misioneras en lugares donde no hay presencia de la Iglesia.

Familia y escuela

Por último, el profesor Eduardo Zainos, Gerente Divisional Académico de la Red de Universidades Anáhuac, intervino para explicar la importancia de la coordinación ente la familia y la escuela a la hora de transmitir valores a los hijos.

«La escuela debe ser una prolongación de la educación familiar en valores, y debe enseñar y promover los valores que dignifican a la persona y que hacen de ella no sólo un buen ciudadano, sino un buen hijo, hermano, esposo y padre; un buen trabajador, obrero o profesionista; una persona religiosa, moral y ética», afirmó.

Además, añadió, «la escuela debe ser un promotor del respeto por la vida, de la dignidad de la persona, del valor de la amistad y del noviazgo, y de las propias instituciones del matrimonio y la familia».

Por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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