La familia es análoga a la Comunión trinitaria, recuerda el Papa

En su intervención en el Ángelus de este domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 11 junio 2006 (ZENIT.org).- La familia está llamada a ser una «comunidad de amor y de vida» como la de la Santísima Trinidad, cuya imagen refleja, recordó este domingo Benedicto XVI.

Ante decenas de miles de peregrinos, antes de rezar el Ángelus, el Papa se detuvo en una de las analogías «del inefable misterio de Dios Uno y Trino que los creyentes tienen capacidad de entrever»: la familia.

«Ella está llamada a ser una comunidad de amor y de vida, en la cual las diversidades deben concurrir a formar una “parábola de comunión”», recordó el Santo Padre.

Así concretó el Papa la esencia de la Comunión trinitaria misma, en la que se centró este domingo en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad, profundizando en un tema clave de su pontificado, plasmado en su primera encíclica «Deus Caritas est».

Con la guía del Espíritu Santo, los creyentes pueden conocer «la intimidad de Dios mismo, descubriendo que Él no es soledad infinita, sino comunión de luz y amor, vida donada y recibida en un eterno diálogo entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo – Amante, Amado y Amor», recordó citando en estas últimas palabras a San Agustín.

«Nadie puede ver a Dios, pero Él mismo se ha dado a conocer de forma que, con el apóstol Juan, podemos afirmar: “Dios es amor”, “nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”», constató.

Y recordando la promesa del propio Jesús –«Si alguno me ama guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23)–, Benedicto XVI recalcó que encontrar a Cristo y entrar en amistad con Él significa acoger «la misma Comunión trinitaria en la propia alma».

«Todo el universo, para quien tiene fe, habla de Dios Uno y Trino» –reconoció a continuación–; «todos los seres están ordenados según un dinamismo armónico que podemos analógicamente llamar “amor”».

Pero «sólo en la persona humana, libre y racional, este dinamismo se hace espiritual, se convierte en amor responsable, como respuesta a Dios y al prójimo en un don sincero de sí», puntualizó.

Y es «en este amor» donde «el ser humano encuentra su verdad y su felicidad», manifestó el Santo Padre.

Para «progresar en el amor» y hacer de la vida «un canto de alabanza» a la Trinidad, invitó finalmente a confiar en la ayuda de la Virgen María («obra maestra de la Santísima Trinidad, entre todas las criaturas»), en cuyo corazón «humilde y lleno de fe Dios se preparó una digna morada, para llevar a cumplimiento su misterio de salvación».

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ZENIT Staff

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