La formación en la infancia es clave para dar la perspectiva justa a la vida, alerta el Papa

En su intervención en la audiencia general

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 19 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Es fundamental que en la infancia «entren realmente en el hombre las grandes orientaciones que dan la perspectiva justa a la existencia», recuerda el Papa.

Esta indicación procede de la doctrina del obispo de Constantinopla San Juan Crisóstomo, «más actual que nunca», dijo Benedicto XVI ante unos veinte mil peregrinos en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, dedicando este miércoles la audiencia general al Padre Apostólico en el año del decimosexto centenario de su muerte.

Llamado Crisóstomo o «Boca de oro» por su elocuencia, en el «alma de fuego» de Juan maduró «la urgencia de predicar el Evangelio» y el «ideal misionero» le lanzó «a la atención pastoral», convirtiéndose en «pastor de almas a tiempo completo», describió el Papa.

Este Padre de la Iglesia, entre los más prolíficos, transmitió «la doctrina tradicional y segura de la Iglesia» con la preocupación constante «de la coherencia entre el pensamiento expresado por la palabra y la vivencia existencial».

Y es que «las dos cosas, conocimiento de la verdad y rectitud de vida, van juntas –recalcó Benedicto XVI–: el conocimiento debe traducirse en vida».

Por eso toda intervención de San Juan Crisóstomo «se orientó siempre a desarrollar en los fieles el ejercicio de la inteligencia, de la verdadera razón, para comprender y traducir en la práctica las exigencias morales y espirituales de la fe», explicó.

Acompañando siempre «el desarrollo integral de la persona, en las dimensiones física, intelectual y religiosa», San Juan Crisóstomo hizo hincapié en la infancia, esta primera edad en la que «se manifiestan las inclinaciones al vicio y a la virtud»; «por ello la ley de Dios debe ser desde el principio impresa en el alma “como en una tablilla de cera”», puntualizó el Papa citando al Crisóstomo.

La infancia es «la edad más importante –subrayó–. Debemos tener presente cuán fundamental es que en esta primera fase de la vida entren realmente en el hombre las grandes orientaciones que dan la perspectiva justa a la existencia».

«A la juventud –proseguía San Juan Crisóstomo– le sucede la edad de la persona madura, en la que sobrevienen los compromisos de familia».

En el itinerario formativo, «los esposos bien preparados cortan el camino al divorcio –advirtió el Santo Padre–: todo se desarrolla con gozo y se pueden educar a los hijos en la virtud».

Y la familia, «pequeña Iglesia», vive en recíproca relación con la gran Iglesia, en la que participa el laico en virtud del Bautismo, sacramento que le da «el deber fundamental de la misión» –recordó– «porque cada uno en alguna medida es responsable de la salvación de los demás».

«Esta lección del Crisóstomo sobre la presencia auténticamente cristiana de los fieles laicos en la familia y en la sociedad, es hoy más actual que nunca», concluyó Benedicto XVI.

Con su meditación, el Papa continúa con la serie de intervenciones sobre las grandes figuras de los orígenes de la Iglesia.

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ZENIT Staff

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