La fuerza de la Caritas cristiana que irradia de Belén

Juan M. Laboa: En cuanto a generosidad, solidaridad y entrega, no nos gana nadie

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MADRID, miércoles 21 diciembre 2011 (ZENIT.org).- En estas fechas navideñas aflora como nunca la Caritas cristiana que irradia del nacimiento de Belén. Una Caritas que merece la confianza de gobiernos y actúa en la grisura de cada día alegrando la vida de millones de personas, cristianas o no, creyentes o no. Los voluntarios del amor cristiano, a pesar de los lunares del pecado humano en la Iglesia, no tienen igual.

El alcalde de Almería, España, Luis R. Rodríguez, entregó este martes al director de la Caritas diocesana Andrés Asensio un cheque simbólico por dieciocho mil euros, con el que el Ayuntamiento contribuye a la labor solidaria que desarrolla esta organización entre los menos favorecidos. El alcalde destacó la importante actuación de Caritas en el municipio, cuyos voluntarios atienden de modo altruista a un importante número de personas y familias en dificultad. Además del dinero, el alcalde anunció al director de Caritas que, en breve, les proporcionarán material informático para las labores administrativas de esta organización.

En estos días navideños, se pone más de manifiesto la fuerza de la Caritas cristiana. Caritas que merece toda la confianza de las administraciones públicas porque, con su mínima estructura, sus voluntarios y su plus de gratuidad y dedicación, multiplica hasta por tres la efectividad de cada euro recibido, en relación al gasto en otras instituciones burocratizadas.

El sacerdote Juan María Laboa, historiador del cristianismo y de la Iglesia, catedrático en la Universidad Pontificia de Salamanca, acaba de publicar el libro Por sus frutos los conoceréis. Historia de la caridad en la Iglesia, editorial San Pablo, considerado como un nuevo atlas del cristianismo.

En una entrevista, publicada el 16 de diciembre por el Diario Vasco, analiza lo que ha supuesto en la historia de la Iglesia este pilar de la práctica cristiana.

¿Cuál ha sido el hilo conductor de la acción caritativa de la Iglesia a lo largo de su historia? “El anuncio de la paternidad divina y la fraternidad humana. La convicción de que no se ama a Dios si no se ama a los hermanos. Jesús nos invitó a enfrentarnos a los sufrimientos de todo género, atenuando sus consecuencias, eliminándolos si fuera posible, acompañando y amando siempre a quienes sufren, tomando sobre nuestras espaldas sus consecuencias. El hilo conductor ha sido su ejemplo”, responde Laboa.

Los protagonistas de esta historia de amor gratuito han sido “los cristianos, generalmente, anónimos, han sido los auténticos protagonistas de tantas historias de amor, porque aunque en la memoria nos quedan los nombres de fundadores de congregaciones o instituciones religiosas, los verdaderos héroes son sus continuadores anónimos, los bomberos de tantos fuegos y los consoladores de tanta incertidumbre, los auténticos artífices de una sociedad más compasiva, más fraterna y más solidaria. Ellos hacen comunidad, se saludan con afecto en las eucaristías y dan lo poco que tienen a Caritas: han aprendido a amar y a dar vida a cuantos les rodean”.

¿Y los grantes testigos contemporáneos?”: “Tenemos muchos nombres y muchas actitudes: Kolbe, Bonhoeffer, Teresa de Calcuta, Foucauld, Helder Cámara, Oscar Arnulfo Romero, Ellacuría, los cistercienses mártires de Argelia, los sacerdotes obreros, los defensores de los indígenas del Amazonas, las religiosas enfermeras muertas por contagio en África, los traperos de Emaus y tantos otros. Han aportado solidaridad, compasión y compartir la soledad, la marginación y el dolor; han aportado alegría y compañía al solo, pobre y excluido. Su auténtica aventura humana ha consistido en descubrir el verdadero rostro del amor y, para conseguirlo, han descubierto y puesto en práctica nuestra capacidad de amar”.

La aportación eclesial a la sociedad es inmensa pero ignorada, ¿por qué?: “En nuestras ciudades mucha gente vive gracias a las ayudas de toda clase de parroquias, congregaciones religiosas, laicos cristianos, que dedican su tiempo y sus medios a resolver tantas necesidades. Decenas de millares de personas viven gracias a los comedores, se visten con los roperos, estudian y encuentran acomodo gracias a Caritas y otras instituciones cristianas. Es desconocida porque tantos medios de comunicación, especializados en un anticlericalismo burdo y trasnochado, jamás hacen mención de esta obra de amor y generosidad llevada adelante por cientos de miles de cristianos sin nombre. Es desconocida porque la generosidad resulta revulsiva y produce urticaria a cuantos han decidido no ver, ni oír ni sentir”.

La Iglesia predica amor, pero el pueblo desconfía: “Tal vez desconfían porque la única imagen eclesial que conocen es la ofrecida por los medios de comunicación: la voz de unos obispos, el escándalo de unos sacerdotes, el mundo barroco de algunas ceremonias romanas. Si ese pueblo conociese al ejército de creyentes que han comprometido su existencia con el servicio a Dios y a los hombres. Si conociese a los intelectuales y teólogos, profetas, místicos y santos que han ayudado a sus hermanos a salvar las dificultades de la modernidad y a reconciliarles con la razón, los derechos de los hombres y con la libertad. Si fueran conscientes de que su compromiso radica en los evangelios, en la figura de Cristo y en el amor de Dios, que les lleva a declarar que en nuestros tiempos, ante el desamparo de los seres humanos, el cristianismo no puede permanecer ajeno a las angustias y a los gritos de los pueblos, de los humildes y de los pobres. Si los conociesen tal cual son, cambiarían de opinión”.

En un momento de alejamiento hacia la institución, ¿qué hacer?: “ Es difícil imaginarnos a Cristo como legislador y leguleyo de las minucias. Habló de un Padre que acoge a tantos pródigos, dispensó la lluvia de sus gracias a todos, corrió tras las ovejas perdidas, sin tener en cuenta a tantos puros institucionales que lo criticaron hasta odiarlo. Jesús no fue nada clerical sino que se convirtió en nuestro hermano universal y por esto sigue siendo el gran protagonista de nuestras vidas. El prestigio y la atracción de la Iglesia nunca es fruto de su grandeza, nunca es fruto de sus palabras sino de su capacidad de demostrar con su vida que Dios nos ama”.

En este tiempo de crisis que se ceba en los más débiles, ¿la voz de la Iglesia está siendo alta y clara?: “Ninguna institución, ninguna organización, en España o en el mundo dedica tantas personas y tantos medios como los cristianos a favor de los necesitados de toda clase. Es la única institución compuesta solo por voluntarios, que dan lo que tienen y todo lo que reciben para paliar el sufrimiento, el hambre, el dolor y la necesidad de los seres humanos. Esa es su voz y su activo: los testigos, los voluntarios, los hermanos silenciosos, pero activos. La Iglesia, los cristianos, son probablemente tan pecadores como los demás. Pero en cuanto a generosidad, solidaridad y entrega, no nos gana nadie”.

El libro Por sus frutos los conoceréis. Historia de la caridad en la Iglesia, de la editorial San Pablo, se puede obtener en este enlace: http://www.amazon.es/gp/product/8428538875/ref=as_li_qf_sp_asin_il_tl?ie=UTF8&tag=zenit058-21&linkCode=as2&camp=3626&creative=24790&creativeASIN=8428538875.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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