La hoja de ruta de Benedicto XVI para el compromiso de la Iglesia en Latinoamérica

Según Rodrigo Guerra López, coordinador del Observatorio social del CELAM.

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APARECIDA, lunes, 14 mayo 2007 (ZENIT.orgEl Observador).- Benedicto XVI presentó una auténtica hoja de ruta que orientará el compromiso de la Iglesia católica en América Latina al inaugurar este domingo la V Conferencia del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe, considera el coordinador del Observatorio Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

En esta entrevista concedida en Aparecida a ZenitEl Observador, Rodrigo Guerra López, quien es además doctor en Filosofía por la Academia de Liechtenstein y especialista en el pensamiento de Juan Pablo II y Benedicto XVI, presenta la propuesta de este Papa a Latinoamérica.

–¿Cuál es el eje articulador del discurso del Papa Benedicto XVI al inaugurar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano?

–Rodrigo Guerra: El Santo Padre ha tocado muchos temas en su discurso inaugural. Sin embargo, a través de un conjunto de evidencias y de preguntas que brotan de la historia de América Latina y de la estructura del corazón humano nos muestra el itinerario existencial y eclesial que hemos de recorrer si nos dejamos provocar por la irrupción del acontecimiento cristiano.

En otras palabras, el discurso afirma la absoluta prioridad de la fe y el modo en que ésta ha entrado en relación con las culturas indígenas de nuestro Continente, con nuestros cuestionamientos profundos, y con nuestras necesidades personales y sociales más urgentes.

Benedicto XVI con gran sencillez y capacidad pedagógica nos muestra, además, cómo «la fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión». De este modo, la vida cristiana se evidencia como una respuesta al hombre real y concreto, en todas sus facetas y preocupaciones.

El cristianismo jamás es evasión sino responsabilidad hacia el otro, en especial, cuando el otro es frágil, pobre y vulnerable. Más aún: «la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica», señala el Papa.

–¿Por qué el Papa habla de la religiosidad popular? ¿Qué importancia tiene ésta en la dinámica pastoral de la Iglesia actual?

–Rodrigo Guerra: El Papa pone un gran énfasis en la religiosidad popular porque ésta es una dimensión en la que se constata que Jesús se ha hecho también historia, cultura y signo.

La religiosidad popular es un tesoro que se debe proteger, promover y eventualmente purificar a la luz del Evangelio. No es un mero aspecto folklórico de nuestras sociedades sino una manifestación de que el amor a Cristo, a la Eucaristía, a la Virgen, a los santos, al Papa y a los obispos no son periféricos, sino altamente significativos para la vida de nuestras comunidades a través del tiempo.

Jesucristo es un Dios cercano, que nos abraza enteramente. Esto es lo que se celebra en la religiosidad popular de América Latina. Cuando una diócesis integra este tipo de experiencias, la propia pastoral se enriquece notablemente y la religiosidad popular supera cualquier tentación de construirse al margen del Evangelio y su dinámica propia.

–La realidad sociopolítica de América Latina es compleja y diversificada: ¿cómo la afronta el Papa?

–Rodrigo Guerra: El Papa Benedicto XVI propone que la realidad sociopolítica de América Latina sea atendida con fieles laicos bien preparados capaces de discernir las limitaciones tanto de las derechas como de las izquierdas por igual.

El Papa ha logrado expresiones de gran sabiduría y equilibrio para mostrar que Jesucristo es irreductible a cualquier conjunto de valores, de teorías, o de iniciativas para el cambio estructural. Esto manifiesta el carácter trascendente del Evangelio y de la Iglesia respecto de las culturas y los sistemas políticos.

Sin embargo, al mismo tiempo, los fieles laicos bajo nuestra propia responsabilidad estamos llamados a proyectar la dimensión social del Evangelio al interior de las estructuras de nuestras sociedades. Esto no es una paradoja sino precisamente el modo como el Santo Padre nos recuerda que la Iglesia como institución se desdibujaría si se comprometiese unilateralmente con una cierta modalidad de acción política, por sana que fuese.

Los fieles laicos somos quienes estamos llamados a trabajar, movidos por la caridad, a favor de sociedades más justas, sin comprometer el nombre de la Iglesia en nuestras opciones y decisiones políticas. Benedicto XVI, en este punto, señala con agudeza: «conviene colmar la notable ausencia, en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas».

Este tipo de perfiles requieren ser pacientemente educados en el orden intelectual, en el afectivo y en el estrictamente espiritual. Para ello, la Doctrina social cristiana (DSC), la experiencia eclesial de los movimientos laicales y la Eucaristía son los tres principales recursos que a lo largo del discurso inaugural se proponen como camino educativo para activar de verdad nuevas formas de presencia cristiana en lo social y en lo político.

–Desde este punto de vista ¿cuál es entonces el sujeto de la Doctrina Social Cristiana? ¿Quién ha de encarnar la ambiciosa agenda de transformación para lograr sociedades más justas y solidarias de acuerdo al Evangelio?

–Rodrigo Guerra: El sujeto de la Doctrina Social Cristiana no es ninguna clase social particular, ni ningún sector eclesial en exclusiva. Toda la Iglesia debe asumir como propia la cuestión social a la luz del Evangelio.

Sin embargo, esta participación debe cuidar con gran atención la identidad y ministerio de cada quién. El Papa en su discurso inaugural ha querido darle un especial papel a los movimientos como escuelas de discipulado en las que sea posible formar fieles laicos realmente capaces de incidir en las estructuras de la sociedad. Sería una contradicción que los «movimientos laicales» no formaran precisamente «fieles laicos» con una clara conciencia de nuestro cariz cristiano-secular constitutivo y de las correspondientes responsabilidades cívico-políticas que nos corresponden por propia vocación.

Algo análogo, me parece, se debe de decir de las parroquias y de otras formas comunitarias de vida cristiana en las que los seglares participemos. En todos estos espacios, la Doctrina social cristiana, debe mirarse como la agenda laical por excelencia. Ella provee el marco teórico-práctico para que la «recta ratio», de la que habla también el Papa, sea capaz de reconstruir la racionalidad política, económica y social de manera eficaz.

–¿Cuál es la ruta o camino que el Papa marca, entonces, para la V Conferencia General?

–Rodrigo Guerra: La ruta es Cristo. Tenemos que reaprender a ser discípulos de Cristo y no discípulos del neopopulismo o del neoliberalismo. Por ello, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano no posee como tema un asunto cándido o dulzarrón.

La temática central refleja la profunda mirada de Benedicto XVI y de los obispos latinoamericanos que sin negar el papel del Estado o del mercado, sin negar la relevancia de la globalización o de la postmodernidad latinoamericana, intuyen que la cuestión central para la vida de nuestros pueblos consiste en reconocer de manera concreta nuevamente a Cristo como protagonista real de nuestra historia personal y colectiva.

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ZENIT Staff

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